Hace muchos años, en algún texto de opinión pública leí la frase cuyo autor no recuerdo ahora: “La opinión es a la actitud lo que el brazo a la mano”. Vale, a propósito de las elecciones presidenciales y congresuales de este domingo 5 de julio de 2020.
La mano carece de sentido al margen del brazo, que la guía por mandato del cerebro. Así, ella agarra un objeto porque la orientan. Salvo en una película de fantasmas, usted jamás ha visto a ese miembro del cuerpo humano, solo, divagando, suspendido en el aire.
Pasa lo mismo con la opinión respecto de la actitud. Están matrimoniadas hasta la muerte del individuo. Sólo que ella es, casi siempre, la verbalización del estado de ánimo en un momento. Y la actitud es la decisión definitiva a favor o en contra de algo. La opinión no implica necesariamente tal decisión, a menos que se den determinadas condiciones.
Grafiquemos esto: un ciudadano o una ciudadana podría expresar un malestar sobre alguna conducta del Gobierno, el PLD y su candidato Gonzalo Castillo; o de Luis Abinader y el PRM, o de Miguel Vargas y su PRD; o de Leonel Fernández y Fuerza del Pueblo.
Pero eso no implica que esa persona automáticamente votará en contra del candidato del que había manifestado descontento.
Para que ello suceda, la opinión negativa ha de ser sostenida en el tiempo y sin mediación de una estrategia del afectado para ablandarla y cambiarla a positivo. Es la forma como la acumulación de malestares transita hacia la actitud definitiva de rechazo.
Por ejemplo: si a diario la gente expresa opiniones negativas sobre un producto (candidato x), y éste no se esfuerza por cambiarlas, la opinión transitará hacia la actitud. O sea, cuando cada persona molesta esté frente a la urna, sola, dueña de sí, se sentirá poderosa y votará en contra de esa persona (actitud).
La opinión es fácil de cambiar, podría ser efímera. La actitud, muy difícil; si no, imposible. De ahí que el sentido común manda a tratarla temprano antes que se consolide.
Muchos políticos del patio, sin embargo, desconocen esta dinámica de la formación de las opiniones y actitudes de los públicos.
EL GRAN JUICIO
Las encuestas electorales suelen medir los estados de opinión, aunque introducen preguntas filtro con tal de determinar las actitudes de los votantes. De allí la frase clisé que muchos evacuan de manera automática, con pose intelectual: “Las encuestas son una fotografía del momento”.
De cara al proceso pautado para el inicio de la próxima semana, la mayoría de los estudios de opinión da puntero para la Presidencia al perremeista Luis Abinader.
Si tienen rigor científico desde su diseño hasta la ejecución, presentación de los resultados y redacción periodística, estaríamos ante un buen indicador. Pero eso no basta para que los pronósticos de esas muestras se traduzcan en votos. Se necesita que las opiniones negativas hayan sido trabajadas en el terreno hasta convertirlas en actitud en contra del Gobierno y su candidato, y estos, los oficialistas, se hayan quedado con los brazos cruzados.
El mismo razonamiento aplica para la joven formación Fuerza del Pueblo y su mentor, el expresidente Leonel Fernández, y demás organizaciones políticas opositoras.
El gran juicio será el domingo, y vendrán lecciones.
Entretanto, el Partido Revolucionario Moderno considera crucial pasar la barrera del 50% más uno de la primera vuelta.
El gubernamental Partido de la Liberación Dominicana, mermado por la división tras las accidentadas primarias del 6 de octubre de 2019 y el largo ejercicio en el poder (20 años seguidos), se ha enfocado en la segunda ronda, el 26 de julio.
Fernández, con menos de un año en la oposición, ha sorprendido con porcentajes de dos dígitos en las mediciones y, salvo cambios de última hora, representa una llave en la contienda. Confía en las bases de su anterior casa, el PLD, donde activó desde la fundación en 1973 y fue presidente durante 18 años, desde la muerte del líder fundador, el expresidente Juan Bosch, el 1 de noviembre de 2001.
El pueblo, al que llaman “soberano”, ha recibido una abrumada propaganda para que vaya a votar pese a los estragos de la epidemia provocada por el SARS-CoV-2. En los últimos tres meses, se han producido al menos 747 decesos y cerca 33 mil casos confirmados con pruebas PCR, según datos del Ministerio de Salud Pública. Faltan pocas horas.