Aunque pasará como una fecha inadvertida o quizás con algún acto apresurado, el 20 de diciembre se conmemora el sesenta aniversario de las primeras elecciones libres tras la extirpación de la tiranía trujillista. Los últimos comicios previos fueron celebrados del 25 al 27 de octubre de 1914, cuando Juan Isidro Jimenes líder del bando de los bolos se impuso a Horacio Vásquez de la bandería de los rabuses. Las elecciones de 1924 no fueron libres, se desarrollaron bajo la voluntad omnímoda del ocupante extranjero. Durante el mandato del “Benefactor de la patria” todo lo relativo a materia electoral constituyó una farsa de muy mal gusto.  Aunque se trata de una verdad de Perogrullo, de manera increíble todavía se prédica que este individuo fue el promotor del derecho al voto de las mujeres dominicanas. ¿Cuál voto? ¿Podían votar hombres y mujeres en ese lapso?

 

El sufragio o voto, es el parecer o manifestación de la voluntad de uno, o sea el derecho ciudadano de elegir autoridades o representantes ejecutivos, parlamentarios y municipales. No es necesario aclarar que en la inefable “Era de  Trujillo”, el voto no cumplía esos propósitos, pese a esto se insiste que el “Jefe” para 1942 otorgó el “derecho a votar” a las mujeres.

 

En las décadas del treinta y cuarenta en Sudamérica existía una  constante demanda por la conquista del derecho al voto de las mujeres. Trujillo obviando que encabezaba una tiranía harto sangrienta no tenía escrúpulos para presentarse como candidato al Premio Nobel de la Paz, celebrar una Feria de la “paz y confraternidad” del mundo libre y suscribir un Concordato con el Vaticano, como si esto fuera poco pretendió hacerse el gracioso ante la persistente campaña latinoamericana en torno al derecho de las mujeres de elegir y ser elegidas a los diferentes poderes del Estado.

 

En agosto de 1938 con motivo de la visita al país de Doris Stevens, activista norteamericana por el derecho al sufragio femenino, el “Jefe” dirigió un comunicado al Congreso “solidarizándose” con los derechos civiles para las mujeres, establecía que en las “elecciones” de ese año promovió el “voto simbólico” de la mujer, agregando:

“Su preparación para el ejercicio de los derechos que la Constitución reserva a los ciudadanos fue puesta de relieve en las elecciones generales del 16 de mayo del año en curso, cuando, en simbólica justa comicial, se la vio desfilar por ante las urnas como reclamando en silencio lo que la ley le deniega injustamente”.  (Rafael L. Trujillo. Discursos, mensajes y proclamas.  Editorial El Diario. Santiago,1946. T. III p. 382).

 

Este gobernante autoritario completaba casi una década en el poder y era en ese momento que se declaraba “firme” partidario del sufragio femenino, cuando en el ámbito internacional se desarrollaba una amplia campaña en ese sentido. Debió hacerlo por lo menos cuatro años antes, con su rígido control del Estado ninguna adversaria hubiese podido aspirar a convertirse en legisladora. Pese a su “identidad” con el proyecto y su control autoritario del Congreso, todavía en 1941“insistía” que propondría el derecho a votar se extendiera a las mujeres, cuando acotaba:

“El derecho de elegir es inseparable del de ser elegido, y por tanto, a partir de la fecha en que las reformas constitucionales sean realizadas, la mujer dominicana compartirá con el hombre la alta dignidad de las funciones públicas, sirviendo a la nación, a la provincia y a la común desde los diversos cargos de la Administración”.

 

“Tales son mis propósitos y mis preocupaciones del momento. Me doy a ellos con fe y decisión porque sueño con un brillante porvenir para mi país mediante el concurso que pueda prestar políticamente la mujer, a impulsos de una recíproca y estrecha compenetración entre ella y el hombre, en la tarea de engrandecer la patria, que debe ser designio común de todos los dominicanos. La cooperación entre ambos hará más sólida, más real y más humana la unidad espiritual de la nación”. (Rafael Trujillo. Obra citada T. IV p. 102).

 

Joaquín Balaguer su principal panegirista, al describir sus habilidades para mentir, comentaba que:

“La  astucia fue natural en Trujillo. Difícilmente puede haber existido otro ser humano con mejores aptitudes para rodear los actos más pérfidos de una falsa apariencia, ni con  más ingenio para confundir y engañar la opinión pública”. (Joaquín Balaguer. La palabra encadenada.  Fuentes Impresores, S. A. México, 1975. p. 238).

 

Precedido de sus predicamentos demagógicos congénitos, Trujillo el 5 de junio de 1941 “legalizaba” el voto femenino con un amplio despliegue internacional a cargo de su relacionadora pública en el exterior la tristemente célebre Minerva Bernardino. La  tarea confusionista de esta maestra de la intriga fue tan excelente, que hasta hoy mantienen engañados con esa burda maniobra a sectores que jamás hubiesen comulgado con ese régimen de cieno.

 

En las elecciones de 1942 se estableció de modo formal el “voto” femenino, el candidato único a la presidencia Rafael Leonidas Trujillo Molina obtuvo 581,937 votos, contra 0 votos. (Julio G. Campillo Pérez. Elecciones dominicanas (Contribución a su estudio).  Academia Dominicana de la Historia.  Segunda edición. Santo Domingo, 1978. pp. 181, 396). Un “rotundo éxito para el Jefe”, se impuso con el 100% de los votos. Como resultado de tan “democráticos” comicios fue escogida senadora Isabel Mayer, furibunda trujillista, Milady Félix de L’Official y Josefa Sánchez de González “electas” diputadas, todas recomendadas por su majestad. Seleccionadas para defender los “derechos” a sojuzgar a los dominicanos sin diferencias de género.

 

En este “certamen electoral” quedó estampado como lo primordial que el Partido Dominicano y el Partido Trujillista postularon al “Jefe” a la presidencia como candidato único. Jesús de Galíndez, testigo de estos desventurados instantes, apuntó en su famosa tesis doctoral que una comisión del Senado: […] se trasladó a la Estancia Fundación a comunicarle a Trujillo su proclamación: Trujillo les respondió una frase sibilina: “¡Y seguiré a caballo!” (Jesús de Galíndez. La era de Trujillo. un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana.  Editorial Americana.  Buenos Aires, 1962. p. 55).

 

Se debe ponderar que todos los legisladores “electos” antes de tomar posesión debían firmar por adelantado su carta de renuncia, por si acaso se equivocaban, tal como lo denunció en la misma “Era de Trujillo” el líder oposicionista Luis F. Mejía:

“Diputados y senadores son seleccionados por Trujillo. cada uno, al tomar posesión de su curul, le firma su renuncia con la fecha en blanco. El la envía sin consultar al interesado, cuando tiene a bien sustituirlo. Casi todos los meses hay cambios de diputados o senadores. […]. (Luis F. Mejía. De Lilís a Trujillo. Historia contemporánea de la República Dominicana.  Editora de Santo Domingo, 1976. p. 321).

 

Mujeres de la talla de Josefina Padilla, Evangelina Rodríguez, Ercilia Pepín,  Minerva, Patria, María Teresa y Dede Mirabal, Dominicana Perozo, Conina Mainardi, Carmita Landestoy, Carmen Natalia Martínez Bonilla, Maricusa Ornes, Pucha Rodríguez, Graciela Heureaux, Clara Lluberes, Dulce Díaz, Betty Rodríguez, Lidia Ortiz, Gilda Pérez, Sobeyda Mercedes Almonte, Edda Kidd Espinet, Isabel Padilla, Sina Cabral, Brunilda Soñé, Fe Violeta Ortega, Dulce Tejada, Miriam Morales, Guillermina Puig Subirá, Digna Patiño, Asela Morel y muchas otras mujeres anónimas que escapan a este relato, Trujillo jamás les hubiese permitido que ejercieran su derecho a ser postuladas como legisladoras, porque conocía no se plegarían a sus aciagos designios.

 

Se debe ponderar que no votar en aquel amargo período constituía un delito, que podía ocasionar consecuencias desagradables a los abstencionistas, veamos una peligrosa nota sobre el particular insertada en el famoso “Foro público”, el 23 de noviembre de 1959:

“Gran sorpresa me he llevado al enterarme que mis amigos Sigfredo Féliz, Isabel Guzmán, Francia del Carmen Salcedo Guzmán y María Castro Jiménez no concurrieron a cumplir con el patriótico deber de depositar sus votos en las elecciones extraordinarias del 11 de octubre pasado”. (Lipe Collado.  El Foro Público en la Era de Trujillo. De cómo el chisme fue elevado a la categoría de asunto de Estado.  Editora Collado. Cuarta edición. Santo Domingo, 2004. p. 133).

 

Un notable “ambiente democrático” caracterizaba los escrutinios en la “Era de Trujillo”.

 

Las mujeres por primera vez y los hombres después de 48 años lograron ejercer el sufragio con todos los derechos de elegir y ser elegidos el 20 de diciembre de 1962, tras la extinción de la tiranía. Todo lo anterior en materia electoral fue la crónica de una falsedad amparada en las bayonetas. Con justeza el analista electoral Julio Brea Franco en su obra sobre los procesos electorales dominicanos, apuntó para la historia:

[…] las elecciones celebradas durante regímenes dominados por caudillos resultaron ser farsas. Fueron amañadas en el procedimiento y/o en la generación de un ambiente negador de las más elementales libertades electorales.  Es obvio entonces que las funciones de las elecciones en estos periodos consistían predominantemente en pretender barnizar el régimen con una legitimidad democrática”. (Julio Brea Franco. Introducción al proceso electoral dominicano.  Colección Ensayo. Premio Siboney.  Santo Domingo, 1984. p. 23).

 

El historiador Bernardo Vega, que era un joven economista al momento de celebrarse las primeras elecciones libres en cinco décadas, ha planteado sobre el particular: “Contaba con solo 24 años de edad. Ninguno de mi generación había votado en elecciones libres (mi padre había votado en 1924, en las que ganó Horacio Vásquez)”. (Bernardo Vega. Intimidades en la era global. Memorias de  Bernardo  Vega de Boyrie.  Fundación Cultural Dominicana.  Santo Domingo, 2016. T. I p. 305).  Sin dudas se trataba de una gran primicia para mujeres y hombres votar por los candidatos de sus preferencias sin ningún tipo de coacción.

 

Fue tan novedoso este acontecimiento, que la agrupación política de mayor combatividad contra la tiranía en su último periodo el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, decidió abstenerse de participar en las elecciones del 20 de diciembre, proclamando: «La consigna nacional en diciembre no votar».  El ingeniero Leandro Guzmán, antiguo prisionero de la tiranía y secretario general de esa organización, explicó de modo autocrítico la actitud de esa gloriosa entidad:

“Aunque el 14 de junio no se proponía impedir las elecciones, lo cierto es que no comprendimos a tiempo la voluntad popular y esto nos aisló de las masas que deseaban participar, por primera vez desde 1924, en unos comicios libres, mientras nosotros las convocábamos a la abstención electoral”.  (Leandro Guzmán R.  1J4 De espigas y de fuegos. Aportes para la memoria necesaria: testimonio de un militante.  Editora de Colores, S. A. Santo Domingo, 1998. p. 233).

 

El líder revolucionario Rafael Chaljub Mejía para la época un joven dirigente del 14 de Junio en Nagua, también de modo autocritico nos dice sobre este importante proceso:

“El pueblo no votaba desde hacía más de 35 años con un mínimo de margen de elección, unas elecciones como las del 20 de diciembre del 1962 eran algo desconocido para más de una generación de dominicanos. Las masas estaban decididamente  inclinadas a ir a las urnas y fueron mayoritariamente a ellas”. (Rafael Chaljub Mejía. La guerrilla del decoro. Memorias.   Editora Taller. Santo Domingo, 1994. p. 113).

 

El historiador Rafael Pérez Modesto a la sazón al igual que Chaljub joven catorcista, ubicado en La Vega, al reflexionar sobre ese momento histórico destaca que pese al llamado de abstención decidido por el 14 de Junio: “Aun así, una gran parte de los cuadros y militantes se integraron indirectamente al proceso y votaron de manera espontánea por la opción de Bosch que resultaba la más progresistas”. (Rafael Pérez Modesto.  Vivencias de un guerrillero.  Testimonio de un combatiente del Frente “Juan de Dios Ventura Simó”.   Editora Búho. Segunda edición. Santo Domingo, 2008. p. 67).

 

La campaña electoral y los comicios se polarizaron entre dos eminentes candidatos, líderes de la lucha antitrujillista, Viriato Fiallo de la oposición interna y Juan Bosch del exilio. Lamentablemente Viriato fue arropado por la oligarquía criolla y su discurso electoral se concentró en criticar a los remanentes del trujillismo, mientras Bosch buscó una amplia base de apoyo con la gente sencilla del pueblo que calificó de hijos de Machepa, subyugados por los ricos o tutumpotes. Además reclamó con ahincó y lo logró que las boletas electorales fueran diseñadas con el color de cada partido (no existía la boleta única), para que la gran cantidad de analfabetos de la época pudieran escoger de manera consciente por el color del voto, el candidato de su preferencia.

 

Tanto Leandro Guzmán, Pérez Modesto y Chaljub Mejía admitieron que la mayoría de los militantes del 14 de junio pese al llamado a abstención, votaron por Juan Bosch. Se debe advertir que la actitud del Movimiento 14 de Junio no fue fortuita, en gran medida se trató de la respuesta al represivo Consejo de Estado, que el 20 de febrero decretó un estado de emergencia nacional y desató una persecución policial contra sectores democráticos imputados de conspiración, enviando al exilio a ilustres personalidades como Hugo Tolentino, Chito Henríquez, Diego Bordas y Rafael Calventi. (Piero Gleijeses. La crisis dominicana.  Fondo de Cultura Económica. México, 1984. p. 83).

 

Pese a las múltiples dificultades post-Trujillo, la Junta Central Electoral pudo crear un clima propicio para el desarrollo de los comicios sin mayores contratiempos. John Bartlow Martin, embajador de los Estados Unidos, en su libro El destino dominicano,    recalcó que  los partidos atacaron a la Junta Central Electoral, añadiendo: “Todo esto, en realidad no era sorprendente. Después de treinta y un años de Trujillo no se podía esperar otra cosa, aunque la verdad es que daba pena”. (John Bartlow Martin. El destino dominicano. La crisis dominicana desde la caída de Trujillo hasta la guerra civil.  Editora de Santo Domingo, 1975. p. 270).

 

En el primer torneo electoral libre luego de cinco décadas participó Josefina Padilla, como candidata a vicepresidente por el Partido Revolucionario Social Cristiano. Padilla de los voceros públicos de la otrora combativa Juventud Democrática, desde 1947 fue retenida por un buen tiempo en prisión domiciliaria, que la mantuvo al margen del contacto con las nuevas generaciones. En las elecciones se convirtió en la primera mujer candidata vicepresidencial. Minerva Mirabal que pudo ser una excelente candidata fue brutalmente asesinada junto a dos de sus hermanas, Trujillo con su ego criminal estimó intolerable su irreductible actitud oposicionista.

 

Juan Bosch obtuvo el triunfo por abrumadora mayoría, 628,044 votos, un porcentaje próximo al 60%, su oponente principal lograba 317,327 votos, cerca de 30%. (Julio G. Campillo Pérez. Obra citada p. 201). La oligarquía no terminaba de desembarazarse del tufillo trujillista, un régimen surgido de la absoluta voluntad popular en elecciones libres, constituía un pecado mortal para ellos habituados a las farsas electorales de la tiranía y al año siguiente derrocaron el Gobierno constitucional. Creando las condiciones para que el pueblo en armas reclamara la vuelta a la constitucionalidad.

 

A sesenta años de ese histórico triunfo de la democracia dominicana el 20 de diciembre, debemos  recordar este gran  acontecimiento como una verdadera efeméride. Al mismo tiempo es pertinente reconvenir que la actual Junta Central Electoral mientras dedica un homenaje a Minerva Mirabal, coloca en su sede principal una enorme valla elogiando la farsa trujillista del supuesto primer voto femenino en el país.  A estas alturas es un absurdo esa dualidad, pretendiendo remedar aquello de mantenerse: «Entre Lucas y Juan Mejía».

 

Sí,  todavía persiste insepulto aquello de: “¡Viva Trujillo c…!”