En esta continuación a partir de lo escrito el sábado pasado, me permito continuar mencionando personas claves que lucharon porque a las mujeres se les reconociera la condición de seres humanas libres e iguales en derechos.

Inicio con John Stuart Mill, quien en los mil ochocientos afirmó que la emancipación y educación de las mujeres también traería beneficios positivos para los hombres, porque el estímulo y el compañerismo de personas igualmente educadas, resultarían en un mayor desarrollo intelectual para toda la sociedad y concluyó que no se puede justificar la desigualdad entre sexos.

Ya en esa época había hombres reconociendo que definitivamente perpetuar desigualdades no es el camino adecuado para la convivencia; sorprende que siga habiendo resistencia y se continúen creando tantos obstáculos para el logro del desarrollo humano de las mujeres. Que siga operando eso que Simone de Beauvoir explicó tan bien cuando nos hizo comprender que la construcción social de las mujeres estaba diseñada para el sostenimiento de “los otros” en entrega absoluta, sin posibilidad de ejercer el libre desarrollo de la personalidad.

Cabe destacar que conseguir el sufragio no fue una lucha fácil, en muchos países a las Sufragistas las apedrearon, ningunearon e insultaron; incluso hubo mujeres que hicieron huelga de hambre y la reacción del poder fue alimentarlas a la fuerza. Esto sucedió a pesar de que muchas de ellas eran de clase alta, las esposas y las madres de los gobernantes. Así que no es difícil imaginar que el contexto de esas luchas tuvo que ser doblemente terrible para las mujeres negras y esclavizadas.

Quisiera dejar en sus mentes a Sojourner Truth, quien, con mucha sapiencia, supo que era necesario ampliar el concepto mujer y la normatividad que establecía el imaginario de lo que era serlo. Demandó construir un proceso de emancipación que trascendiera la aprehensión de las mujeres en su rol de “amas de casa” e incluir a las trabajadoras y sus experiencias. Nos legó la necesidad de comprender la interseccionalidad de las luchas al poner sobre la mesa las razones contingentes que deben considerarse cuando se exige la inclusión, evidenciando que las personas pueden ser atravesadas por múltiples discriminaciones.

En el plano nacional, me permito traer a nuestra Abigail Mejía y su ideario feminista, escrito de una forma mordaz e inteligente. Este fragmento me parece genial:

“¡Pero si son madres y ya tienen hijos! —Pues no están preparadas.

¡Pero si han estudiado y comido el pan amargo del saber! —Pues no están preparadas.

¡Pero si se ganan la vida como los hombres! —Pues no están preparadas.

¡Pero si son dominicanas y hermanas tuyas! —Pues no están preparadas.

¿Quién es el monomaníaco del estribillo?

Miré: vi un gorrioncito que empezaba a volar…”

Es increíble que todavía las mujeres tengamos que reivindicar nuestros derechos de participación y nuestra autonomía.  De ahí la necesidad de transformar las relaciones y el ejercicio del poder para que no opere desde una lógica de exclusión, discriminación, violencia, subordinación y preeminencia de los masculino.

Una muestra de la vigencia de ese pensamiento que pretende subordinar a la mitad de la población es que las mujeres políticas hayan tenido que incoar una acción en el Tribunal Constitucional, porque los partidos políticos se niegan a cumplir con la proporción 60/40 por demarcación territorial, y quieran perpetuar el constante engaño estableciendo una proporción nacional.

Con Abigail, superemos a quienes insisten en el “monomaníaco estribillo” del “pues no están preparadas”.

Inclusión, inclusión, inclusión.

Y haréis justicia.

P.D. Mañana se celebra el Día de la Madre, a este respecto, expreso mis deseos: Que la maternidad sea deseada, jamás impuesta. Y que se ejerza desde la comprensión de que la crianza es una responsabilidad colectiva y no solo de las mujeres.