En el año 2009 realicé un estudio para el Servicio Jesuita para Refugiados y Migrantes (SJRM) con personas dominicanas de ascendencia haitiana de segunda y tercera generación para conocer su realidad identitaria.

Fue de un gran impacto y tristeza para mi encontrar a personas con edades desde 15 hasta 80 años con dificultades en ese momento para renovar su pasaporte, cedula y su licencia de conducir. Toda una vida con una definición clara de ser dominicanas y dominicanos y de repente ante la renovación de un documento le despachan con la  “pérdida” de su nacionalidad afectando sus condiciones económicas, académicas, laborales y de vida.

La reacción para estas personas que nacieron y han vivido en este país toda la vida es dramática. Un señor de 75 años que tenía en ese momento hasta nietos, nietas y biznietos y que había viajado por mas de 20 años a representar al país en eventos deportivos y culturales me señala con lágrimas en sus ojos que ahora le dicen que él no es dominicano

“¿Cómo voy a ser extranjero en mi país, me he criado aquí, tengo hijos y nietos aquí, y ahora soy extranjero, adonde voy yo a ir?”

Igual el de una joven dominicana con un bisabuelo haitiano que trabajaba en una farmacia. Ella había terminado su carrera de medicina en la UASD pero cuando fue  a renovar su cedula para la expedición de su título universitario la JCE le negó la renovación con el argumento de que ella era haitiana. .

“Yo tenía planes. Estudie medicina porque quería trabajar aquí en el pueblo en el hospital y poner mi consultorio. Aprendí medicina y farmacia, pero ahora no puedo hacer nada, ya no soy nadie, no sé  a dónde ir, no sé qué hacer”.

En el estudio se muestra que la identidad de la población dominicana de ascendencia haitiana no solo se sustenta en su situación de derecho sino también en su: sentido de pertenencia, costumbres, patrones de arraigo, idioma, socialización y tejido social. Lo mismo ocurre con todo/a hijo o hija de personas de distintas nacionalidades (china, español, libanés, cubano entre otros.) que nace y se socializa en la República Dominicana, muchos/as de los/as cuales han sido y son síndicos/as, diputados/as, senadores/as hasta presidentes de la República.

Muchos relatos como los planteados anteriormente presentaron una realidad absurda, despojar de la nacionalidad a la gente y excluirlas socialmente afectando el desarrollo digno de su vida.

Esto estaba ocurriendo en el país desde el año 2007 fruto de la famosa resolución 012-07 de la Junta Central Electoral que a partir de ese momento dispuso que las actas de nacimiento se vencían cada año.

Esta disposición fue la antesala de una medida más grave aún y con consecuencias mayores, la sentencia 168-13 promulgada por el Tribunal Constitucional el 23 de septiembre del año 2013. Esta sentencia fue la continuación y expansión de las medidas del 2007 con una resolución en la que se estableció que “solo se consideran como nacionales las personas nacidas en territorio dominicano de  padres dominicanos o residentes legales. Siendo así que las personas nacidas desde 1929 a la fecha cuyos padres no contaban con un estatus legal en el país deberían haber sido considerados “en tránsito” y no les correspondía la nacionalidad dominicana”.

Las consecuencias de esta sentencia las sufren con vehemencia la población dominicana de ascendencia haitiana. Los planes de regularización que se desarrollaron no han logrado cubrir a toda la población que ha sufrido la desnacionalización y hoy se encuentra en estado de apatridia.

Recientemente las personas dominicanas de ascendencia haitiana organizadas en el grupo “Reconoci.do” protestaron frente al Palacio Nacional para reclamar que el gobierno resuelva esta situación que aun viven miles de personas y familias 11 años después.

En diciembre del 2013 el actual presidente de la República cuando era candidato presidencial participó de un acto de protesta contra la sentencia 168-13 en solidaridad con la población dominicana de ascendencia haitiana y prometió que de llegar a la Presidencia de la República se resolvería  su situación y se convertiría la República Dominicana en un  país  “sin discriminación y con respeto a  sus derechos”. (Discurso Luis Abinader 5 diciembre 2013).

Estas promesas aun no se han cumplido. Por el contrario, muchas personas dominicanas de ascendencia haitiana que fueron despojadas de sus documentos continúan en esta situación o no se les reconoce sus documentos de regularización.

Esta historia de miedo y vulnerabilidad que viven muchas familias desde 2007 y otras más desde 2013 aun no termina en un final feliz.  Se requiere que se le respeten sus derechos a las personas hijas, nietas y biznietas de migrantes de origen haitiano como si ocurre con personas descendientes de otras nacionalidades.

Si como país firmamos documentos en protesta por despojo de la nacionalidad en gobiernos como el de Nicaragua deberíamos revisarnos y ser coherentes con esta demanda hacia lo que sucede con miles de familias en la República Dominicana.

Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY