Los excandidatos presidenciales chilenos Alberto Mayol y Joaquín Lavín, con hojas de vida que los identifican con el presidente Salvador Allende y el dictador Augusto Pinochet, respectivamente, promocionan por estos días una ruta para poner al país en el camino al desarrollo a bordo de la economía verde.

Exponen que para ello se requiere una conflictividad reducida fruto de una “tregua” entre el oficialismo y la oposición, y que se extienda a nivel popular, y que es algo urgente.

En programas de TV, charlas  universitarias y otras reuniones con quien quiera escucharlos plantean, en definitiva, aunque no lo dicen explícitamente, que se trata de contener la sentencia de que “el capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos".

En vísperas del 11 de septiembre, que este año marcará los 50 años del sangriento golpe militar de Pinochet contra el gobierno constitucional de Allende, la polarización entre los chilenos durante los 17 años de crímenes y persecuciones políticas que duró la dictadura  continúa al día de hoy.

La neo derecha, envalentonada nacional e internacionalmente, en el caso chileno dice que ahora mismo "no está disponible" siquiera para firmar un acuerdo pro democracia y de condena al golpismo y a la violencia de cualquier signo.

Palacio de la Moneda bombardeado el 11 de septiembre de 1973.

Contra la política chica 

En este contexto, el dúo Lavín-Mayol promociona "el pacto" para poner al país en la ruta verde, precisamente en momentos en que la oposición chilena cuenta las ganancias que le deja "hacer política chica", culpando al gobierno hasta de la lluvia de hoy, del sol de mañana… de cualquier cosa.

El oficialismo hizo lo mismo cuando fue oposición, porque es una conducta vieja a la que no le importa si el gobierno es derechista, izquierdista o centrista. Es un accionar político tradicional que se multiplica cada vez que se acerca una elección para renovar al ocupante del palacio de La Moneda.

Quizás porfiados, Lavín y Mayol exponen unidos un golpe de timón y acordar poner al Chile actual en el escenario mundial con una transición económica verde y acelerada, dentro de los cánones capitalistas con brochazos de sensibilidad social.

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Mayol a la izquierda y Lavín a la derecha en la Universidad Católica del Norte, en una de sus charlas.

En el meollo del asunto, el plan requiere acuerdos, pactos políticos y sociales mínimos que permitan explotar en paz el litio, el cobre, el hidrógeno verde (H2V) y otros minerales y metales que, por ejemplo, se usan en pantallas LCD, turbinas de aviones, motores eléctricos y múltiples artefactos tecnológicos, y que se encuentran en las llamadas "tierras raras" existentes en inmensas rocas duras en otras partes y en dóciles arcillas en Chile.

En el caso del litio, clave para las cadenas de producción global, Chile ostenta el segundo  lugar con el 27% del total de la producción mundial aunque es propietario del 50% de las reservas disponibles, la mayoría de ellas en el desértico norte andino chileno.

La explotación del litio se presenta como vital para mitigar la crisis climática entrando en una “transición energética”, pero antes que nada urge que su extracción abandone métodos altamente destructivos para los ecosistemas y para las comunidades de los salares (humedales).

Se denuncia que el actual método evaporítico chileno en la extracción del litio utiliza cantidades colosales de agua, tanto directamente del salar como de agua dulce saqueada desde las napas subterráneas.

“Dos miradas para un futuro común” han apellidado su plan Mayol y Lavín, que para algunos (entre ellos "ecologistas biodegradables") no es más que otra forma de "seguir con el saqueo de siempre", ahora en base a la economía verde.

El dúo de otrora líderes chilenos de diametralmente diferente signo político debe profundizar sobre cómo evitar el sacrificio medioambiental que implica su plan, y también dar la cara a los señalamientos de "traidores" que reciben en su respectivo rincón por aliarse "al enemigo".

Los actuales altos precios del cobre y del litio, y la realidad de que en el mundo actual hay compradores dispuestos a pagar más y más por ellos, tiene a Chile en una posición privilegiada que refuerza su inmenso potencial de generación energética solar y eólica.

Ya Bloomberg sitúa a Chile en el primer lugar del mundo como atractivo para la inversión en energías renovables.

Este plan de "chilenos distanciados/unidos" incluye la desalación de agua para la generación de hidrógeno verde y su uso agrario, incluso en el Desierto de Atacama, el más árido del planeta.

A decir de los más optimistas, quizás así el agreste Desierto de Atacama se torne verde-verdísimo con ahora desconocidas hojas de aromáticos limoneros y de parras con racimos de uva listos para multiplicar la producción de vino, pisco y aguardiente, además de otras frutas, verduras, tubérculos y legumbres.

También les queda a ambos expositores profundizar en cómo garantizar la participación popular en cada fase del proceso que proponen, principalmente en el de la desalación de forma tal que, por ejemplo, no afecte la ya tan dura vida de los pescadores ni la biodiversidad pesquera.

Lo mismo para que el desarrollo del hidrógeno verde que encapsula la energía eólica y solar no consuma el agua comunitaria, lo que ahora mismo hace saltar todas las alarmas.

El hidrógeno verde puede ser producido a partir de distintos tipos de energías, como la eólica o la fotovoltaica, pero en Chile no son pocos los proyectos que lo generan a partir del agua de los ríos y de las napas, o bien de desalar agua de mar afectando el litoral con toneladas de salmuera.

En democracia, Lavín fue alcalde de Santiago metropolitano y de la millonaria comuna capitalina de Las Condes antes de convertirse en candidato presidencial de la derecha y ser derrotado por los posteriores presidentes Ricardo Lagos y Sebastián Piñera.

En dictadura, Lavín trabajó en la Oficina de Planificación Nacional (ODEPLAN), actual Ministerio de Desarrollo Social, que funcionó como la “cocina” del modelo económico de Pinochet y de las grandes privatizaciones de las empresas públicas.

Joaquín Lavín escribió el libro llamado “Una Revolución Silenciosa” en apoyo al sistema económico de Augusto Pinochet.

Lavín junto al dictador Pinochet.

En esta nueva fase y al lado de Mayol, Lavín sintetiza: “Nunca había pasado que los intereses del mundo habían estado tan alineados con los intereses de Chile. El mundo está dispuesto a pagar precios altos por lo que Chile tiene. El mundo necesita descarbonizarse. Hay una ventana de oportunidad con el litio. El mundo necesita energías limpias. Chile es el mejor lugar del mundo para la energía solar y eólica. El mercado de los combustibles verdes va para arriba. Chile puede ser una potencia agroalimentaria”.

Desde la extrema derecha, recibe críticas que le achacan "amoríos con comunistas" que ponen en peligro la "cosecha feliz que deparará el momento anti izquierda".

Así, parece que se consolidará su distanciamiento con el que se prevé será el próximo presidente de Chile, el ultraderechista José Antonio Kast, derrotado en sus dos primeros intentos.

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José Antonio Kast (izq) y Joaquín Lavín (der) / Fuente externa.

El izquierdista Mayol, a su vez, se encarga en las exposiciones de explicar cómo el malestar social y político conspira al desarrollo del plan.

Como sociólogo, Mayol hace hincapié en lo evidente: las respuestas gubernamentales, empresariales y políticas dadas a los problemas sociales han generado hasta ahora en Chile que "un pueblo de rotos" se sume a cada estallido social que detona contra las injusticias y que a la postre termina por impugnar la institucionalidad.

Mayol destaca que Chile es uno de los países que, en el ciclo de las protestas 2011-2019 que catapultó a La Moneda el actual presidente progresista Gabriel Boric, tuvo mayor extensión temporal, mayor participación de la población y mayor impacto institucional, "más que en Francia", por ejemplo.

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Mayol, candidato del socialismo allendista.

Mayol es visto por algunos de su sector como un intelectual de la izquierda tránsfuga puesto al servicio de los empresarios, las transnacionales, la derecha moderna y los neoliberales concertacionistas por imponer “una agenda extractivista”, que es la misma "receta neoliberal de crecimiento” de los 30 años posPinochet.

En medio de una gran porcentaje de chilenos "negacionistas a todo" -ya rechazaron recientemente un primer proyecto de nueva Constitución redactado por progresistas y bien podrían rechazar un segundo redactado por conservadores -, el plan Lavín-Mayol pasa por la eliminación de actuales “restricciones” ambientales ya legalizadas.

Se requiere revertir la actual caída de la inversión extranjera y entonces se pronuncia la siguiente advertencia: "si Chile quiere realmente crecer debe facilitar la super explotación de los bienes comunes naturales, para lo cual urge una 'permisología' que lo facilite".

Inversión cruzada

Si bien actualmente se dan pasos para que todos los sectores políticos -a excepción de la ultraderecha de Kast, que se automarginó- acuerden una reforma fiscal que imponga un régimen de impuestos más justos, se confía a la par en una mayor inversión cruzada.

La idea del Gobierno de Boric en esta discusión es tratar de bajarle al empresariado y al inversor foráneo y también al nacional su conocido buen apetito por ganancias sustanciosas, una vez que estos no pueden ocultar que miran extasiados hacia dónde están las materias primas para la electro-movilidad, la electrónica, la industria energética verde y tecnológica.

La inversión extranjera de China se siente tan próxima como la de Occidente, especialmente la de EEUU una vez que la generala Laura Jane Richardson, jefa del Comando Sur, admitiera sin titubeos que en la disputa geopolítica con China y Rusia los estadounidenses apuntan al litio, al agua dulce y a los minerales de las tierras raras, commodities clave, amén del petróleo, que tan generosamente anidan en Latinoamérica.

Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, ya entregó a su vez al gobierno de Boric 250 millones de euros para desarrollar la industria del hidrógeno verde para ayudar a acelerar la “descarbonización de la matriz energética europea”, y el Banco Mundial otros USD 150 millones para apuntalar “su compromiso con la neutralidad de carbono para 2050”.