No existe “competitividad electoral” en México para una candidatura extremista, tanto de izquierda como de derecha, porque la ciudadanía rehúye los radicalismos debido, sobre todo, a “los procesos de construcción histórica” del país, según señalan politólogos consultados por EFE.
En el horizonte están las elecciones del 2 de junio de 2024, donde no figura entre las principales candidaturas ninguna enmarcada ni en el extremismo de izquierda ni de derecha.
“México, históricamente, no tiene en términos de competitividad electoral candidaturas radicales de derecha y tampoco de izquierda”, apunta el politólogo y miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores Édgar Ortiz Arellano.
Aunque puntualiza: “Una cosa es que existan y la otra es que sean competitivas”.
Un ejemplo de esto es el intento del actor Eduardo Verástegui, identificado con políticos de ultraderecha, de ser candidato independiente a la presidencia de México, aunque presumiblemente fracasará: tiene hasta el 6 de enero para conseguir las cerca de 960.000 firmas necesarias para presentarse y, actualmente, tan sólo ha recabado el 13 %.
Esta realidad contrasta con el auge de estos movimientos, sobre todo de extrema derecha, en América Latina, como la reciente victoria del economista libertario Javier Milei en las elecciones presidenciales de Argentina.
La politóloga Palmira Tapia, que no se aventura a hacer un pronóstico para las elecciones de 2030, ve que el electorado "aún le apuesta por la institucionalidad" y los partidos tradicionales
Ortiz Arellano asegura que, en términos generales, “al ciudadano mexicano no le gustan los discursos radicales”.
Añade que este rechazo también se debe a los “procesos de construcción histórica” del país, así como al “logro” de que el Ejército “no sea ni de derecha ni de izquierda” y al hecho de que no exista “una lucha de clases” pese a la “profunda desigualdad e inequidad”.
Candidaturas con "bullicio político" sin ser de extremos
Los expertos, que reconocen la existencia de movimientos extremistas en México, como el sinarquismo, nacido en la década de 1930 e identificado con el fascismo, descartan la existencia de candidaturas históricas en estos términos.
Aunque sí señalan algunas que han generado “bastante bullicio en el escenario político” por tener tintes populistas e intentar “vender este México que pudiera existir” si se les votaba, en palabras del politólogo experto en asuntos públicos Miguel Tovar.
“En los 80, todo el mundo amó y odió a Carlos Salinas de Gortari con su propuesta de ‘la modernidad llegó a México’”, opina, porque abrió un debate que cuestionaba “el centro del Estado, donde están las prioridades”.
La más reciente, según él, es la que protagonizó Andrés Manuel López Obrador en 2018 porque “llegó a ser muy disruptivo”, aunque su obra de Gobierno haya virado hacia no aplicar “terribles cambios que cambiasen de manera sustantiva al Estado mexicano”.
¿Y qué tendría que cambiar?
Aunque todos los politólogos consultados por EFE coinciden en señalar la inviabilidad a corto plazo de una candidatura extremista, Tovar sí apunta un posible motivo de quiebre: un cambio en el federalismo fiscal, el “sistema de concentración del poder económico” en la Administración federal para, luego, repartirlo entre los estados.
Si se diera la situación, prácticamente improbable a corto plazo, se podría abrir una batalla entre los estados que más aportan, que se inclinarían hacia “la extrema derecha”, y los “pobres, sobre todo del sur”, que apostarían por el extremo izquierdo.
“En este país es la gran hebra, termina por unir a todas estas regiones tan disímbolas”, opina.
Augura que, “en la medida que este componente no pierda validez, la gran conversación política difícilmente cambiará”.
La politóloga Palmira Tapia, que no se aventura a hacer un pronóstico para las elecciones de 2030, ve que el electorado "aún le apuesta por la institucionalidad" y los partidos tradicionales, aunque Ortiz Arellano sí pone la mano al fuego por una tendencia.
"En las condiciones actuales, (la más probable) sería una candidatura de extrema izquierda”, augura, aunque reafirma la inviabilidad de estas opciones expresada por sus colegas. (Enric Sitjà Rusiñol).