Cortesía de CONNECTAS/Fabiola Chambi*

Danilo López conduce un taxi en Managua y desde que Rusia invadió a Ucrania tiene una nueva preocupación: el costo de la gasolina. “Nos está afectando a todos, no solo a los transportistas. Y lo más grave es que no veo una solución a corto plazo, si subimos la tarifa la gente no tiene dinero para pagar (…) Antes hacía el turno con 300 córdobas, ahora le echo 450 solo para carreras cortas, las largas ya no me resultan”.

El mundo apenas encontraba caminos para reponerse de la pandemia cuando, el 24 de febrero, el presidente ruso Vladimir Putin decidió invadir Ucrania. Como era de esperarse, entre el asombro y el terror por un conflicto de consecuencias globales también se empezó a asomar con más fuerza la preocupación por el impacto económico que podría tener en el mundo y, por supuesto, en Latinoamérica.

El Fondo Monetario Internacional advirtió la semana pasada que el conflicto bélico está influyendo en la subida de los precios de los alimentos y la energía. “Es probable que los altos precios de las materias primas aceleren considerablemente la inflación que ya registra en promedio una tasa anual del 8% en cinco de las principales economías: Brasil, México, Chile, Colombia y Perú”, indica el organismo en su blog.

El asunto, como suele suceder en los temas económicos, tiene dos caras. Por un lado, el aumento de los precios del petróleo perjudica a los importadores de América Central y el Caribe. Pero por el otro, los exportadores de crudo, cobre, mineral de hierro, maíz, trigo y metales pueden cobrar más y mitigar así el impacto del conflicto en el crecimiento, dicen los economistas del FMI.

En efecto, los precios de los granos han aumentado por el temor a una escasez. Rusia es uno de los principales productores de gas y petróleo y el mayor exportador de trigo del mundo. Ucrania por su parte tiene preponderancia como el más grande exportador de aceite de girasol, el cuarto exportador de maíz y el tercer exportador mundial de trigo después de Rusia y Estados Unidos. En conjunto, Ucrania y Rusia representan el 30% de las exportaciones mundiales de trigo. A eso se agrega que ambos países son grandes productores de fertilizantes, por lo que su esperada escasez tendrá un efecto muy fuerte en los agricultores de la región, en especial en Argentina y Brasil.

“Este es un momento en el que se está mostrando también cuáles son los países que más pueden aguantar, los que son más competitivos y tienen una estructura más diversificada y sólida. Obviamente Nicaragua, Venezuela y Cuba no lo son. Pero veo a Argentina y México, por ejemplo y creo que hay respuestas que los gobiernos pueden dar y que en corto plazo serían muy atractivas”, dice a CONNECTAS el Dr. Pablo Cottler, catedrático de la Universidad Iberoamericana de México.

Cada país recibe un impacto diferente y así mismo cada gobierno asume sus propias medidas. Por ejemplo, en Argentina el presidente Alberto Fernández está en el foco de la atención mediática luego de proclamar la “guerra contra la inflación”, tras su acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para asumir medidas que contengan el alza de precios, que ya supera el 52,3% interanual.

“Yo les prometo que el día viernes va a empezar otra guerra, la guerra contra la inflación en Argentina, vamos a terminar con los especuladores y vamos a poner las cosas en orden”, dijo el mandatario. Pero este anuncio no es ninguna novedad en el repertorio de los gobernantes de ese país y se percibe como una alegoría más del discurso que está lejos de resolver el problema que ha inquietado por años a los argentinos.

“En Argentina tenemos una tradición de casi 60 años de inflación y normalmente las decisiones que se han tomado no han sido acordes (…) Ahora el presidente ha anunciado medidas que son más de lo mismo, entonces las chances de que con esto se pueda bajar la inflación son muy pocas”, explica a CONNECTAS  Alejandro Trapé, especialista en economía y docente  de la Universidad Nacional de Cuyo. Argentina cerró 2021 con una inflación del 50,9%, la mayor de Sudamérica después de Venezuela.

Los impactos están latentes en todas las economías de la región y así lo perciben también en El Salvador donde los ciudadanos han denunciado el incremento del precio del combustible y de los productos de la canasta básica.

Al respecto, el presidente Nayib Bukele anunció un paquete de 11 medidas que implementará durante tres meses. Entre ellas están la supresión del cobro de dos impuestos al combustible, lo que equivale a reducir entre 0,16 y 0,10 centavos de dólar por galón, respectivamente. También dijo que suprimirá, por un año, los aranceles de importación a 20 productos, entre ellos cereales, aceites, frutas y verduras. “Nosotros no estamos en guerra, no tenemos nada que ver con la guerra, sin embargo, la vamos a tener que pagar”, aseguró Bukele.

Estas medidas, que aún no están claras en su totalidad, han sido criticadas por algunos sectores. En especial, han señalado ciertas actitudes autoritarias del Gobierno para contener el fenómeno. Por ejemplo, las autoridades detuvieron a un empresario del transporte por supuestamente incrementar el pasaje y obstaculizar la vía pública. Bukele advirtió que intervendrá los colectivos si “se van a paro”, y afirmó hacerlo con base en un artículo de la Constitución que señala que “el Estado podrá tomar a su cargo los servicios públicos cuando los intereses sociales así lo exijan”.

Nicaragua, el único país centroamericano que no ha implementado subsidios para amortiguar el impacto de la guerra, tiene un panorama condicionado por la relación cercana del régimen de Daniel Ortega con Rusia. El precio del combustible se congeló durante la semana del 20 de marzo, pero el gobierno tampoco anunció otras medidas. Para el nicaragüense Leonardo Vidal la situación se empieza a volver insostenible. “Aún no he dejado de comer, pero me ha golpeado mucho y me pregunto, ¿qué podemos hacer? Hay que esforzarnos hasta donde podamos y que Dios nos ayude”, dice desde Managua.

El Dr. Pablo Cottler asegura que la política de subsidios “puede ser buena en el corto plazo, pero hay que considerar dos factores: cuánto tiempo se puede sostener y a quién se beneficia fundamentalmente”.

En México la inflación proyecta una clara tendencia al alza básicamente porque se mantiene el incremento de los precios internacionales del petróleo, lo que aumenta la subida de los precios al consumidor. Durante los primeros dos meses de este año ya creció un 7,55%, prácticamente el mismo porcentaje que el 2021, que fue de 7,56%, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Mientras tanto, en países como Bolivia, la inflación no parece preocupar al gobierno del presidente Luis Arce. En un reciente comunicado el Banco Central de ese país proyecta para este año una trayectoria estable luego de que el 2021 logró  “el nivel más bajo de inflación en América del Sur”.

Un reporte de Oxford Economics enfatiza en que la magnitud del impacto en cada país dependerá de las acciones que tomen los gobiernos respecto a “los precios nacionales, el comportamiento de las divisas y las subvenciones públicas”. Entre los que tienen mayor proyección al alza están Colombia, luego Perú, Argentina y México. Chile tendría el menor impacto.

En este sentido también pueden aparecer alternativas favorables a ciertas dinámicas económicas. La oportunidad de todos los países de la región estaría en la exportación de commodities y en el tema alimentario. “Los gobiernos están trabajando para mitigar los efectos, si lo hacen bien puede funcionar y aunque tendrán que soportar un 2022 con una inflación un poco más alta, en el 2023 ya se normalizaría. Sacando a Argentina y Venezuela, los latinoamericanos podríamos ver inflaciones entre el 5 y el 10%, que son más normales”, dice el economista Trapé.

La mayoría de las proyecciones son desalentadoras también porque el desenlace en sí reviste mucha incertidumbre. Pero el Fondo Monetario Internacional es claro: “Más allá del sufrimiento y la crisis humanitaria de la invasión rusa de Ucrania, toda la economía mundial sentirá los efectos de un crecimiento más lento y una inflación más rápida”.

El conflicto se ve lejano geográficamente, pero las repercusiones ya se sienten de manera contundente: en el taxista que debe pagar más por la gasolina para mantener sus carreras, la ama de casa que teme que el pan no llegue a su mesa por el incremento del precio del trigo o el pequeño agronegocio perjudicado por la subida de los fertilizantes. La inflación puede verse como un fenómeno global, pero al final está ahí, en el bolsillo de cada ciudadano.

 

* Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS. Periodista. Corresponsal en Bolivia de la Voz de América (Washington), coordinadora del MediaLab en la Fundación para el Periodismo y docente universitaria. Fue editora web del diario Los Tiempos y gestora del LT DATA, primera unidad de datos de Bolivia en un medio. Publicó la investigación “Papeles de Panamá- Capítulo Bolivia”.