Es un centenario que tiene relevancia en la actualidad. Un día como hoy, cien años atrás, la pequeña localidad floridana de Rosewood, habitada en ese entonces por una próspera comunidad afroamericana, fue objeto de un cruel ataque racista que destrozó el poblado y dejó al menos ocho muertos, según la contabilidad oficial, si bien la cifra real se cree mayor.
Que la placa histórica que recuerdan los hechos ocurridos el 1 de enero de 1923 haya sido vandalizada en más de una ocasión desde que fue colocada en 1994 da cuenta de la urgencia en Estados Unidos de "un profundo y amplio diálogo sobre raza, derechos humanos y civiles", tal como destacan los organizadores de una serie de actos que se celebrarán para conmemorar este centenario.
"Hubo un tiempo en que hubiera dicho que no. Pero con lo que ha estado sucediendo últimamente con los nacionalistas y supremacistas blancos, supongo que todo es posible", responde a EFE la historiadora Maxine Jones, profesora de la Universidad Estatal de Florida cuando se le pregunta si un hecho así podría ocurrir en la actualidad en este país.
El centenario de la masacre de Rosewood, que tuvo lugar un año y medio después de la ocurrida en Tulsa (Oklahoma), donde murieron al menos 36 personas y 800 resultaron heridas, llega cuando proliferan los delitos de odio en EE.UU., como prueban los 7.262 casos registrados en 2021, la tercera cifra más alta en una década, según el FBI.
"El pasado es importante y se puede utilizar para comprender quiénes somos hoy. Es importante no desinfectar la historia. Rosewood es parte de nuestra historia. Necesitamos aceptarlo, aprender de él y asegurarnos de que nunca vuelva a suceder", añade Jones, quien participará de los actos programados entre el 8 y 14 de enero próximos.
LA MECHA QUE ENCENDIÓ EL FUEGO
La relativamente apacible convivencia entre Rosewood y el poblado vecino, de mayoría blanca, Sumner, ambos en el noreste de Florida, se vio interrumpida cuando el primer día de 1923 una mujer blanca, Fannie Taylor, dijo que un hombre de raza negra la había golpeado y agredido.
La acusación, nunca confirmada, motivó el brutal linchamiento del presunto agresor, el afroamericano Sam Carter, y el asesinato de Aaron Carrier, también de raza negra, a manos del esposo de la mujer y de una turba de hombres blancos.
Posteriormente, el grupo, junto a otros hombres de las inmediaciones, algunos de ellos miembros del grupo supremacista blanco Ku Klux Klan, atacaron e incendiaran Rosewood, que hacia 1915 tenía poco más de 350 habitantes pero la población creció al pujante negocio de la trementina.
La localidad entera fue arrasada, no quedó nada en pie a excepción de la bodega John Wright’s General Store, propiedad de una familia blanca que ayudó a las mujeres y niños a escapar en tren hacia la cercana ciudad de Gainesville.
El alguacil local, Bob Walker, y las fuerzas de seguridad estatales decidieron no intervenir mientras se desarrollaba la masacre. Dos de los ocho fallecidos que arrojan las cifras oficiales fueron atacantes de raza blanca.
En los sucesivos días de caos y terror, los afroamericanos debieron esconderse en los pantanos para luego huir en tren o automóviles a urbes grandes, donde se instalaron con nuevas identidades y sin hablar de la tragedia. Nunca mas volvieron al que había sido su hogar.
Poco después, ese mismo año, un gran jurado no encontró evidencia suficiente para formalizar una acusación.
En la actualidad, "Rosewood sigue siendo una zona rural y en gran parte (habitada por personas de raza) blanca", señala Jones.
REPARACIONES A OCHO FAMILIAS DE DESCENDIENTES
Tras décadas de vergonzoso silencio, en 1994 el Congreso de Florida aprobó la ley HB 591, que otorgó 2,1 millones de dólares a los descendientes de ocho familias de Rosewood.
"No era mucho dinero, pero la importancia fue enorme", manifiesta Jones.
La ley convirtió a sus beneficiarios en "los primeros afroamericanos en recibir reparaciones de un cuerpo legislativo en Estados Unidos", como pone de relieve la Fundación de los Descendientes de Rosewood, organizadores, junto con la Universidad de Florida, de los actos con motivo del centenario de este hecho.
"El Estado reconoció que no había protegido a todos sus ciudadanos. Y, quizás lo más importante, las familias de Rosewood finalmente tuvieron la oportunidad de contar su historia", ahonda Jones, quien integró el equipo de investigadores que elaboró un reporte entregado al Congreso estatal un año antes de la aprobación de la ley.
"No tuvimos mucho tiempo para hacerlo, pero dadas las circunstancias creo que capturamos lo que pasó y recuperamos una parte de la historia que había quedado enterrada", manifiesta sobre la investigación.
Los eventos del "Centenario Recordando a Rosewood", patrocinado por la organización Southern Poverty Law Center y la firma legal Holland & Knight, abarcan la inauguración del Museo Itinerante Rosewood en la Universidad de Florida, así como una ceremonia de colocación de una ofrenda floral en la villa, además de seminarios, charlas y proyecciones de películas.
"La diferencia entre 1923 y ahora es que hay miembros de la comunidad negra que se toman los derechos de la Segunda Enmienda (a la Constitución de EEUU, que permite portar armas) tan en serio como los demás", señala la historiadora Jones.(Lorenzo Castro E.).-