"Estamos en el salvaje oeste", dice Deborah Bond fuera de la tienda donde el autor de la masacre de Uvalde (Texas, EE.UU.) compró legalmente el fusil de asalto con el que mató a 21 personas. En un estado "santuario" de las armas de fuego, algunos empiezan a preguntarse si es hora de poner límites.
Cerca de la tienda Oasis Outback de Uvalde, Bond explica a Efe que acaba de ver salir del establecimiento a un hombre "con un niño pequeño de una mano y un (rifle de asalto) AR-15 en la otra".
"He visto a mucha gente comprar armas", asegura Bond, que tiene una pistola en casa "para protegerse", pero lamenta profundamente que los líderes y muchos ciudadanos de Texas "no quieran ningún tipo de regulación".
Poco después de cumplir 18 años, Salvador Ramos compró en Oasis Outback un rifle AR-15 que había encargado en internet a un fabricante del estado de Georgia, y que luego utilizó para acabar con las vidas de 19 niños y dos maestras el martes en la escuela primaria Robb, según la investigación.
Tras la tragedia, la tienda ha seguido abierta, aunque con presencia de la Policía estatal en la puerta y con un empleado que vigila si se acerca cualquiera que parezca periodista para impedirle entrar en el edificio y expulsarlo de inmediato de la zona.
No está claro que vaya a haber consecuencias para el establecimiento, que tampoco las enfrentó cuando hace unos años vendió 10.000 balas en un solo día a un empresario que las hizo llegar a carteles en México, según el diario San Antonio Express-News.
La razón es que en Texas no hay límites a la cantidad de munición que puede comprarse y es completamente legal que alguien de 18 años compre un rifle de asalto, a pesar de que, paradójicamente, la ley federal lo obligaría a esperar hasta los 21 si quisiera adquirir una pistola.
SIN GANAS DE CAMBIOS DRÁSTICOS
Con la conmoción aún a flor de piel, algunos vecinos de Uvalde empiezan a atreverse a hablar sobre el eterno debate del control de armas, pero aquí no hay gritos urgentes para se prohíban los AR-15, al contrario de lo que ocurrió de inmediato en 2018 tras el tiroteo en una escuela secundaria en Parkland (Florida).
Situado en una zona rural a una hora por carretera de la frontera con México, Uvalde está representado a nivel federal por un congresista conservador que se opone rotundamente a un mayor control de armas y en el Congreso estatal por dos legisladores que tienen posturas enfrentadas sobre el tema.
En la puerta de una iglesia, Efraín Nevárez, un agente retirado de la Patrulla Fronteriza, no cede ni un ápice en su rechazo a cualquier nueva medida que restrinja la posesión de armas, a pesar de que conoce a varias personas que han perdido niños en la masacre del martes, explica a Efe.
"(Las armas) tienen un papel importante en nuestra sociedad", recalca Nevárez, que se opone incluso a dos de las medidas que más consenso generan en el país: la prohibición de los rifles de asalto AR-15 y una mayor verificación de los antecedentes de los compradores.
Nevárez insiste en que si el atacante de Uvalde no hubiera podido comprar un arma legalmente, "la habría conseguido ilegalmente de todas formas", y no cree que lo ocurrido vaya a convertir a los familiares de las víctimas en activistas por un mayor control de armas.
"Probablemente, lo que querrán es que haya un agente con un arma en la escuela", opina.
Escuelas desprotegidas
Frente a una de las 21 cruces instaladas en la plaza central de Uvalde en memoria de las víctimas, Shane Rehman recuerda que la escuela sí solía tener presentes normalmente "agentes de seguridad", aunque no se encontraban ahí en el momento del tiroteo.
"Claramente, eso no es suficiente", indica a Efe este amigo de la familia de Uziyah García, uno de los niños asesinados el martes.
Rehman, un marine que ha recibido formación sobre "cómo usar un rifle de asalto", cree que es necesaria más formación para utilizarlos y aumentar "al menos hasta los 25 años" la edad mínima para adquirir un AR-15, además de verificar mejor los antecedentes de los compradores.
Pero no quiere que se vuelvan a prohibir a nivel nacional los rifles de asalto, como ocurrió en Estados Unidos entre 1994 y 2004: considera que son necesarios para que los rancheros de la zona puedan "ayudar" a la Policía en caso de que los "invada Rusia o haya cualquier actividad terrorista".
El marine quiere ver una "seguridad del estilo de un aeropuerto" en las escuelas, con detectores de metales a la entrada, algo que, asegura, ha visto en colegios en la zona de la frontera con México.
En la misma plaza, Silvia Alvear explica a Efe que no hay agentes armados en el centro donde estudia su hijo de 7 años y que sí le gustaría que se reforzara la seguridad, algo que supuestamente la ciudad ya había hecho antes del tiroteo, al duplicar su presupuesto para esa área.
"Es como cuando vas a la feria y están todos los patitos que puedes ir y disparar, en esa posición veo yo que están nuestros maestros y nuestros niños. Cualquier persona con un arma puede simplemente entrar y dispararles y hacer el daño que quiera", subraya.
Alvear, una mexicana que vive desde hace ocho años en Uvalde, no entiende cómo en Estados Unidos "se controlan tanto los medicamentos" y los antibióticos, pero no "un arma, que puede causar tanto daño", aunque tampoco quiere que se prohíban del todo.
"Ojalá que las personas (de Uvalde), con esto que nos acaba de suceder, cambien sus mentalidades, cambien sus ideologías (sobre el tema de las armas)", concluye. (Lucía Leal)