Por Manuel Fuentes
El comercio mundial lleva dos años noqueado por la pandemia. Primero fue el cierre de fábricas y fronteras, y después, una inasumible demanda en un contexto de gran incertidumbre y problemas sobrevenidos, como la invasión rusa de Ucrania. Todo ello se está traduciendo en una galopante inflación que toma a América Latina desprevenida y sin recursos.
Un grupo de expertos consultados por Efe, entre ellos policy makers (formuladores políticos), representantes del sector privado y analistas de organismos internacionales, mantienen opiniones ligeramente discrepantes acerca de los problemas en la cadena de suministros, las restricciones en el comercio mundial y la forma en que esos dificultades impactan a las finanzas, el comercio y las empresas de la región.
¿Como la crisis de los setenta?
Así, hay quien opina que la inflación, la estrechez energética y el atasco en la cadena de suministros causarán una crisis de grandes proporciones, como en la década de los setenta, y quien considera que es posible encontrar alternativas para garantizar el abastecimiento energético, y la producción y distribución de mercancías.
A juicio de Ignacio Guerrero, subsecretario de Economía del segundo Gobierno del chileno Sebastián Piñera (2018-2022), “la característica central de esta crisis es la incertidumbre”, porque en gran medida se debe a los cierres y los cortes en la producción debido a las restricciones sanitarias para contener la COVID-19.
Y como “la pandemia no ha terminado y se han vuelto a producir restricciones estrictas en Asia, esto podría seguir causando problemas en los suministros”, a lo que hay que añadir la guerra en Ucrania, “que tampoco parece tener un final cercano”, añade.
Un análisis con el que coincide Alejandro Urzúa, profesor de Economía de la Universidad Andrés Bello y socio director de OpenBBK Consultores Financieros (Chile), para quien “la crisis energética y el atasco en la cadena de suministros están generando complicaciones importantes, como inflación y desabastecimiento”.
Y advierte: “La posibilidad de que se esté acercando una crisis mundial puede tener un impacto negativo tanto en el crecimiento como en el valor y la disponibilidad de los productos”.
Según la opinión recogida de varios expertos de la División de Recursos Naturales de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), cuya directora es Jeannette Sánchez, la región está sometida a una “gran presión en un escenario de alta incertidumbre y tendencia a nuevos procesos de regionalización”.
Esto se debe “al conflicto de Rusia con Ucrania, en un contexto de varias crisis globales acumuladas e irresueltas, tanto de tipo económico (2008-2009), como ambiental y sanitario (pandemia), lo cual está afectando al desarrollo social, el crecimiento y los presupuestos públicos”, puntualizan.
Por ello, en su última proyección, la Cepal redujo sus estimaciones para la región en este año al 1,8 %, un crecimiento económico “muy bajo para confrontar los problemas serios de pobreza y desigualdad”.
La inflación promedio de la región sube y se acerca a los dos dígitos (8,1 %), “con países que superan en mucho ese promedio. Este desempeño de todos modos esconde una realidad heterogénea que depende mucho de la calidad de exportador/importador neto de los países de la región en términos de alimentos, energía y otros suministros básicos”, apuntan los expertos de la Cepal.
Y aunque el panorama en América Latina es heterogéneo, está claro que “provoca en general mayor desaceleración, inflación, pobreza y desigualdad en la región”. El organismo de la ONU considera “urgente impulsar la integración regional y repensar las cadenas de valor para que la región tenga una mayor participación en ellas y en nichos de mercado más dinámicos y menos volátiles que las materias primas”.
Para Marcelo Elizondo, analista y consultor en negocios internacionales, presidente del Capítulo Argentino de la International Society for Performance Improvement (Argentina), la situación no reviste una gravedad extrema.
“No creo que vayamos a un problema tan grande como en la década de los setenta, porque hoy hay una evolución tecnológica que permite una respuesta mayor”, dice, pero agrega que es probable que se produzcan muchos cambios en las relaciones entre los países.
Y añade que “es posible que comiencen a generarse agrupamientos de países, lo que se llama el 'friendshoring' (limitar el comercio de insumos clave a países confiables), las cadenas de valor internacionales empiezan a tener eslabones entre países que confían entre sí”
“En la década de los setenta no había demasiadas alternativas a la energía fósil”, mientras que ahora “las inversiones pueden empezar a buscar otras fuentes” (hidrógeno, energía solar, energía eólica). “La respuesta tecnológica será veloz”, asegura.
Por su parte, Sergio Guzmán, director de la consultora de riesgos políticos Colombia Risk Analysis, vaticina en materia de inflación “un choque externo bastante grande, que va a ser difícil de enfrentar para muchos países, especialmente aquellos que no producen sus propios combustibles”, como por ejemplo Perú, Ecuador, Chile, y quizás también Paraguay y Argentina.
“La inflación afectará muchísimo”, recalca, y por eso “todos los bancos centrales están tomando medidas para enfrentarla”. Se avecina para América Latina “un choque externo que la región no va a poder enfrentar sola”, a pesar de las políticas que adopten al respecto algunos Gobiernos.
Descentralizar la cadena de producción
Una de las preguntas que se hacen los consultores es si está preparada América Latina para contribuir a la descentralización de las cadenas de producción mediante la entrada en funcionamiento de fábricas de manufacturas que descongestionen el atasco en la cadena de suministros.
Después de la COVID-19, “los Gobiernos en América Latina están dando muestras de inestabilidad política y alto gasto fiscal”, considera el experto chileno Ignacio Guerrero. Esta circunstancia, afirma, hace “difícil conseguir financiamiento y voluntad política para invertir rápidamente en algo y así absorber una escala internacional en la producción”.
“Hoy día es difícil pensar que América Latina está preparada efectivamente para descentralizar la escala de producción”, coincide el analista financiero chileno Alejandro Urzúa, y por eso sugiere que “antes de descongestionar atascos en la escala de suministro de otras partes del mundo, se debe ordenar la casa”.
Además, la polarización ideológica ha desencadenado revueltas sociales en Perú, Colombia y Chile. “Por ende, es importante primero generar estructuras macroeconómicas potentes y tener un plan para el desarrollo, y después pensar en generar clases productivas que permitan descentralizar las cadenas de producción”, apunta.
Saber si América Latina puede aportar a la descentralización de las cadenas de producción es algo que “depende crucialmente del sector del que estemos hablando”, puntualiza Sebastián Herreros, oficial de Asuntos Económicos de la División de Comercio Internacional e Integración de la Cepal.
Las repercusiones de la pandemia y el conflicto en Ucrania, recuerda Herreros, “han traído consigo preocupaciones en todo el mundo sobre el suministro de una amplia gama de productos, en particular medicamentos, insumos médicos, semiconductores, energía, alimentos y fertilizantes”.
“En algunos de ellos -especialmente alimentos y petróleo- la región es un exportador muy relevante y puede expandir su producción en respuesta a las limitaciones de la oferta proveniente de otros abastecedores”, precisa el experto de la Cepal. Pero en el caso de los medicamentos, los semiconductores y los fertilizantes, “la región es fuertemente deficitaria y no posee actualmente la capacidad de suplir parte de la menor oferta global”.
Más pesimista es la visión de Elizondo, para quien “Latinoamérica no está demasiado preparada para aprovechar un “nearshoring” (prestación de servicios desde países cercanos al país contratante) en las cadenas de suministro”. Y eso, a pesar de que “tiene para ofrecer muchas alternativas, sobre todo en energía, alimentos y minerales”.
Uno de los motivos es que América Latina está atrasada en el acoplamiento tecnológico. Hay algunos países que están en mejor condición (Brasil o México), pero la gran mayoría, no. Chile está más avanzado, pero es de menor dimensión. Otros tienen mayor dimensión, como Argentina y Colombia, pero no han evolucionado lo suficiente.
América Latina apenas representa poco más del 3 % de todo el comercio internacional planetario. Asia, el 32 %; Europa, el 38 %, y América del Norte -con apenas tres países- , casi el 20%, recuerda Elizondo.
La región requiere un mejor ambiente de negocios para favorecer la inversión, pero “lamentablemente -apunta- incluso estamos viendo últimamente problemas políticos muy serios o Gobiernos que con sus discursos no incentivan a los inversores, como el recientemente elegido en Colombia o el de Chile”.
La región “debería mejorar el ambiente institucional, las políticas y el escenario para los negocios”, enfatiza.
El consultor experto en riesgo político Sergio Guzmán recuerda que hace tiempo que se viene hablando del “nearshoring”, antes incluso de la covid-19, “pero la pandemia hizo muchísimo más real que en Asia las cadenas de valor estaban súper concentradas y había que encontrar una forma de desescalar”.
Los salarios en China, señala, han estado subiendo a un nivel mayor que en Latinoamérica y eso puede hacer atractiva a la región, no solamente por razones geoestratégicas -estar más cerca de Estados Unidos-, sino también geopolíticas, porque EE.UU. no quiere hacer las transferencias tecnológicas necesarias a China por motivos de seguridad nacional.
“Sin embargo, es un proceso que toma muchos años y no veo en este momento anuncios importantes de empresas estadounidenses que estén moviendo sus cadenas de producción hacia Latinoamérica”. De hecho, “en lugar de una profundización de la globalización, lo que veo es un estancamiento”, advierte, entre otros motivos porque “los inversionistas están percibiendo Latinoamérica como una región geopolíticamente riesgosa”.
¿El patio trasero de china?
América Latina y el Caribe ya es el segundo mayor destino de la inversión extranjera de China, con más de 2.700 empresas, especialmente en infraestructura de transporte y energía. ¿Lleva camino la región de convertirse en el “patio trasero” del gigante asiático?
No parece que eso vaya a suceder, sostiene Ignacio Guerrero, porque la apuesta de inversión de China en América Latina sólo crecerá en el mediano plazo. “La dependencia con el gigante asiático se profundizará mucho más en los años que vienen”.
Pero ello no impide que “América Latina y el Caribe están teniendo hoy día una alta dependencia, no solamente por ser el destino de una importante cantidad de productos chinos, sino también por el alto nivel de inversión en infraestructura productos considerados claves para el desarrollo de los países”, advierte el profesor Urzúa, quien menciona “la dependencia energética y monetaria latinoamericana de esta gran economía del mundo”.
Y eso es porque “China está invirtiendo en los países de América Latina de los cuales necesita algo (minerales, energía, alimentos), más que para adquirir una relevancia de tal magnitud que convierta a la región en su patio trasero”, argumenta Elizondo.
“En un ambiente de negocios tan distorsionado y politizado como el de América Latina, con poca vigencia de la previsibilidad regulativa, las empresas chinas se encuentran muy cómodas. Para favorecer la inversión europea o norteamericana, en cambio, se necesitan mejores condiciones de mercado, un poder judicial independiente, un ambiente regulativo menos obstructivo y estabilidad macro”.
“Si el mundo va hacia el ‘nearshoring’, América Latina tendrá que desarrollar mejores condiciones para hacer negocios con Estados Unidos y con Europa, aconseja Elizondo.
También Guzmán llama la atención sobre la forma “cada vez más agresiva” en que China está invirtiendo en Latinoamérica.
“China tiene una visión estratégica de la región que no es intervencionista, no trata de dar clases de democracia como hacen Estados Unidos y quizás Europa”. Los chinos están más interesados que antes en invertir en la región, “pero se han quemado con las inversiones que hicieron en Venezuela y en Ecuador”, porque también les interesa que les paguen, no simplemente invertir.
“China tiene plata y liquidez. Veremos si eso se traduce en anuncios significativos”, agrega Guzmán, quien llama la atención sobre el hecho de que muchos países latinoamericanos ya han expresado su apoyo a la Iniciativa de la Franja y la Ruta y si se suman otros como Colombia, “sería un golpe geopolítico bastante fuerte para los Estados Unidos”.