En el empeño por encontrar alguna salida "sostenible a la crisis multidimensional" haitiana, un grupo de personalidades que colaboraron en el Gobierno del asesinado presidente Jovenel Moïse -acribillado el 7 de julio de 2021 tras cuatro años de gestión- formularon una propuesta para intentar poner al país en ruta hacia el fin de la crisis.

En un manifiesto publicado esta semana en el diario Le Nouvellista explican esa fórmula, que contiene cinco componentes principales, cada uno denominado "pacto":  para salvaguardar la nación haitiana, pacto de civismo, pacto de responsabilidad social para las empresas y los empresarios y pacto de compromiso ciudadano.

Texto con contexto

Antes de detallar en qué consiste cada pacto, el texto pone contexto y expone y evalúa otras propuestas y señala:

Como en 1986, y como en cada cambio de gobierno de los dos últimos siglos, el país regresó en 2021 con el asesinato del presidente Jovenel Moïse a su dinámica habitual de crímenes atroces, toma del territorios por bandas armadas, destrucción institucional, descapitalización económica y social acelerada y el empobrecimiento masivo de la población.

La presencia de las Naciones Unidas y la evolución de las costumbres políticas, especialmente desde el desmantelamiento del Ejército, no han facilitado las cosas a quienes quisieran tomar el poder por medios distintos a las elecciones regulares y normales.

Dos corrientes de ideas se desprenden de las estrategias defendidas por los distintos protagonistas implicados en la "búsqueda de una solución" para llenar el vacío de poder y volver a encarrilar el país.

Según la primera tendencia, basta con establecer rápidamente las estructuras adecuadas para facilitar la organización de elecciones generales lo antes posible.

Los defensores de esta postura creen que, una vez que el proceso esté en marcha, se acomodarán las condiciones y el espacio para que las bandas armadas hagan campaña y hablen.

Se llamará a la policía para que limite las acciones de estas bandas en todo el país, especialmente las que colonizan todos los distritos de la capital, donde reside más de un tercio de los votantes. El discurso del primer ministro (Ariel henry) del 11 de septiembre de 2022, catorce meses después de su toma de posesión, sigue esta lógica.

La segunda tendencia es más ambiciosa. Recomienda que "personas competentes" tomen el control del aparato estatal durante un periodo más largo (2 o 3 años):
-para ponerlo en funcionamiento,
-para restablecer la seguridad,
-para cambiar la constitución, crear las condiciones para el funcionamiento de los tres poderes del Estado (Legislativo, Judicial y Ejecutivo) y para organizar las elecciones generales.

Ambas propuestas son engañosas. Ambas sufren las mismas debilidades. Consideran el problema de las bandas como una simple cuestión de delincuencia en los barrios pobres (y por tanto de simple vigilancia policial) y niegan su codependencia y su articulación con los círculos políticos y económicos.

Transición larga, transición corta: la misma ceguera, las mismas consecuencias perjudiciales para el conjunto de la sociedad.

Frédéric Marcelin ya los calificó de "panacea mortal" en el siglo XIX. Ambas propuestas pretenden resolver el problema de la "inestabilidad biosecular [permanente]" en Haití actuando sobre sus consecuencias.

Los verdaderos determinantes de las crisis que generan esta inestabilidad son generalmente eludidos e ignorados. Las lagunas se llenan tratando de ganar tiempo en  cada situación, posponiendo la solución de los problemas considerados más difíciles para más adelante.

Pero siempre vuelven a aparecer más tarde y amplificados, porque mientras tanto se han sumado a otros problemas igualmente no resueltos.

La cuestión del diálogo nacional

Las dos propuestas coinciden en un punto: hay que llegar a un acuerdo político, fruto de un diálogo político, pero difieren en cuanto al calendario y la agenda de este diálogo.

Para los partidarios de la "transición corta", el diálogo político es un requisito previo para todos los demás pasos. Debe basarse en las condiciones que deben facilitar las elecciones: el nombramiento de un CEP (Consejo Electoral), la revisión del censo electoral y la auditoría del documento nacional de identidad, la identificación de los medios de financiación de las elecciones y de los partidos políticos participantes, el refuerzo de las fuerzas policiales y de seguridad pública, el refuerzo del poder Judicial, la neutralización de las bandas armadas, el consenso sobre la "ley electoral", etc.

Este ha sido el mandato de este gobierno desde su instalación hace catorce meses. No se ha hecho ningún tipo de progreso en este ámbito. Hay muchas razones para ello. Una de ellas es la calidad de los interlocutores. Son muy numerosos, a menudo solo se representan a sí mismos y no tienen realmente una legitimidad adecuada.

Ambicioso

La ambición de los que defienden la larga transición es poner el Estado en pie antes de hablar de diálogo y elecciones. Imponer la autoridad del Estado primero y luego el diálogo. El diálogo sería entonces el último paso en el proceso de construcción de una sociedad que se busca a sí misma. Será posible gracias a una clara separación: bossale frente a criollo, noiriste frente a mulâtriste, nacional frente a liberal, makout frente a antiduvalierista, TetKale frente a Lavalas.

Otros proponen otros tipos de categorización que son aún menos obvios, menos claros.

Esta presentación binaria del problema haitiano se remonta al siglo XIX y ha sido la base de todas las transiciones que hemos vivido.

Además de simplificar en exceso la naturaleza de la crisis y de repetir una vieja fórmula que ha causado tantos reveses en nuestra historia, esta propuesta no especifica cómo se va a conseguir en ausencia del Ejército. Tampoco dice de dónde sacará "esta gente" su legitimidad para tener los medios para gobernar.

¿De la violencia en las calles? ¿Quién controla la violencia en las calles? ¿Por qué los eslóganes no han cambiado mucho de una generación a otra, ni las propuestas para salir de la crisis, mientras que los actores políticos cambian? ¿Cuáles son las constantes en todas las crisis de los últimos treinta años? ¿Qué tienen en común o en qué se diferencian de las generaciones pasadas? ¿Cómo evitar que el poder de la multitud vuelva a servir a los "dominantes" contra el pueblo?

¿Debemos confiar en lo internacional? ¿Cómo podemos pensar lógicamente que los extranjeros pueden definir nuestra manera de convivir en nuestro lugar?

Más de treinta años de ocupación no nos han enseñado nada sobre los límites de la acción de las Naciones Unidas en la construcción de Estados. No es su vocación, no es su competencia, no es su responsabilidad.

Este interregno, este periodo de incertidumbre extrema -que borra las relaciones causales habituales y nos expone a todos estos acontecimientos inesperados y peligrosos: asesinatos atroces, secuestros, desplazamientos masivos de población, destrucción de instituciones, destrucción del patrimonio, pérdida generalizada de puntos de referencia- puede provocar configuraciones que nos alejen de forma permanente o duradera de las condiciones necesarias para volver a funcionar normalmente en una sociedad democrática civilizada.

Nuestra historia nos lo ha enseñado muchas veces. Esta vez las amenazas no son solo internas. Existe un riesgo real de pérdida definitiva de soberanía para la nación haitiana.

Dialogar es reconocer la legitimidad del otro en sus diferencias

Ningún problema puede resolverse sin cambiar el nivel de conciencia que lo creó, decía Einstein.

¿Quién puede hoy razonablemente tener la audacia, la arrogancia de creer que los 58 jefes de Estado que se han sucedido en el poder desde 1804 han sido todos sátrapas, incompetentes, apátridas? ¿Que solo los que están en la oposición tienen las cualidades adecuadas para dirigir el país? ¿Cómo se explica que el sucesor que fue alabado cuando tomó el poder corra siempre la misma suerte que el que sustituyó y vilipendió?

¿Quién se acuerda de 1986 y de las consignas de los estudiantes de la FENEH (Federación Nacional de Estudiantes Haitianos) de la época? Todos ellos llevaban los sueños de un Haití con un futuro brillante. Y todos se comprometieron a hacerlo posible.

¿Quién no recuerda los discursos del padre (Jean-Bertrand) Aristide, desde su púlpito en Saint-Jean Bosco, que movilizaron a gran parte de la población y de la juventud estudiantil? ¿Quién no ha escuchado las intervenciones, a menudo ingeniosas, en la televisión o la radio de Marc Bazin, Lesly Manigat, Hubert de Ronceray, Gerard Pierre-Charles, Gerard Gourgue, Victor Benoit o Serge Gilles? ¿Quién no recuerda los vuelos de René Théodore? Todos ellos eran personas prestigiosas de las que nuestra época tiene mucha nostalgia.

¿Quién no recuerda las hermosas promesas del "nuevo contrato social" del Grupo 184 en la época de la crisis de 2004? ¿Quién no recuerda las palabras del cantante de orquesta Michel Martelly cuando criticaba la irresponsabilidad de los gobernantes? ¿Quién no consideró que las palabras del empresario Jovenel Moise eran sinceras y reflejaban una línea de conducta alentadora de un digno representante del pueblo?

Nadie puede dudar de la buena fe de todas estas personas en cuanto a su visión del futuro previsto para el país. Se podían discutir sus métodos, sus enfoques (para la resolución) de los problemas, y eso era normal. Eso marcaba sus diferencias ideológicas, pero todos reivindicaban la ambición de hacer de Haití un buen lugar para vivir para todos sus hijos.

Es difícil, incluso a nivel puramente estadístico, considerar que todas estas personas son malas e irresponsables y que solo los que aún no han estado en el poder aman al país y saben lo que se necesita para mejorar la suerte del pueblo.

Cualquier mente lúcida con un poco de criterio comprenderá que la sociedad haitiana, en todos sus componentes, es víctima de algo más grande que ella misma y que está siendo explotada.

Cualquier enfoque para encontrar soluciones que no tenga en cuenta esto está condenado al fracaso y no hará más que desplazar el problema y empeorarlo.

Para la firma de un pacto de Vigilancia y Salvaguarda de la Nación Haitiana (CVSN)

Nuestro propósito aquí no es predicar a nadie. Todo el mundo es plenamente consciente de que el futuro de la nación está realmente amenazado. Hemos probado todas las combinaciones de nuestra historia con un resultado vergonzoso.

La única experiencia positiva fue el Congreso de Arcahaie, cuando los generales negros y mulatos (bajo la amenaza de ser asesinados todos por las tropas de Rochambeau) comprendieron que estaban siendo manipulados y que su salvación dependía únicamente de su capacidad para hablar entre ellos, de entenderse, perdonarse y avanzar juntos. ¡Eso nos dio 1804!

Encontrar una solución sostenible, humana y socialmente satisfactoria a la crisis contemporánea, avatar de estas crisis históricas que nunca se han resuelto realmente, requiere el autosacrificio de todos, a la escala de los padres fundadores. Frédéric Lenoir expresa muy bien esta idea en su "Petit traité de vie intérieure" (Pequeño tratado de vida interior):

"El perdón no es racional ni justo, pero nos aporta alegría y serenidad. Es la condición necesaria para la extinción de la violencia. Perdonar no es olvidar, es conseguir calmar la herida causada por otra persona en un contexto determinado, en un entorno determinado, y hacer todo lo posible para que la situación que causó la herida no vuelva a producirse". Frederic Lenoir, Petit traité de vie intérieure, 2010, Plon.

Está claro que nuestra generación no tendrá ninguna excusa para no haber hecho nada para evitar el colapso de la nación, y para no tener que llevar la antorcha de la cobardía y la irresponsabilidad. Es aceptando reeducarse en la humildad y el respeto a los valores superiores de la integridad, la autenticidad y el amor a la patria como puede situarse en la dirección del movimiento hacia la redención del país.

El Pacto de Vigilancia y Salvaguarda de la Nación Haitiana es, de hecho, un conjunto de compromisos que los diferentes componentes de la sociedad asumen entre sí para permitir el advenimiento de una nueva era que haga posible el progreso económico, social y humano en Haití.

Se basa en el principio inscrito en nuestro emblema nacional: "L’union fait la force" (La Unión hace la fuerza). Fue iniciada por antiguos altos dignatarios del Estado (ex presidentes de la República y ex jefes de gobierno). Tiene cinco componentes principales:

Componente 1

Pacto para salvar a la propia nación haitiana. Compromete a todos los ex presidentes de la república y a los primeros ministros a hacer todo lo posible para calmar las tensiones dentro de sus grupos de seguidores mediante discursos y diversas acciones. Un acto solemne en el que todos estos dignatarios se presenten ante la nación para llevar un mensaje de apaciguamiento enviará un fuerte mensaje a la sociedad y al mundo. Será una forma de decir que Haití quiere volver a la mayoría política y superar los viejos resentimientos que tanto daño han hecho a la sociedad. Estos altos dignatarios se ponen de acuerdo con el actual Primer Ministro, el tercio restante del Senado, así como los grupos políticos y las asociaciones de la sociedad civil para apoyar el establecimiento de un gobierno provisional compuesto por profesionales experimentados y competentes que inspiren confianza a todas las partes y acuerden comprometerse a crear las condiciones para la organización de elecciones generales en el país en un plazo no superior a un año.

Componente 2

Un pacto de civismo. Lo firmarán todos los aspirantes a la Presidencia. De este modo, reconocerán que la violencia durante las elecciones para forzar los resultados en contra de los deseos del pueblo es un delito. Es la causa principal de todas las crisis políticas que hemos vivido en nuestra historia. Por lo tanto, se comprometen a comportarse de forma digna y responsable para inspirar confianza a la población y animarla a expresarse libremente y a participar masivamente en las elecciones.

Se trata de un primer paso muy importante hacia una estabilidad política duradera en Haití.

También se comprometen a reconocer los resultados de las elecciones una vez finalizado el proceso y validado por las autoridades competentes. Este Pacto de Civismo se extenderá a los aspirantes a las elecciones legislativas y locales que estén dispuestos a comprometerse sobre la base de los mismos principios.

Componente 3

Un pacto de responsabilidad social para empresas y empresarios. Al igual que los actores políticos, el mundo empresarial también es señalado como el principal culpable del actual descenso a los infiernos del país.

Mientras que el informe del Banco Mundial sobre la concentración de la riqueza en Haití en 2016 establece que 46 familias controlan todas las actividades y transacciones económicas que se realizan en el país, en los círculos diplomáticos, "solo seis familias serían realmente importantes".

Estas familias exigen la exclusividad en materia de inversiones en el país, evaden impuestos y utilizan todo tipo de estratagemas para impedir la sana competencia mediante: la denuncia y el linchamiento mediático de los funcionarios honestos, la corrupción, los asesinatos canallas y, finalmente, la orquestación de golpes de Estado contra los dirigentes políticos si no cumplen.

Mantendrían el país bajo estricto control, prefiriendo tener toda una ración de miseria que repartir un pastel mucho más grande con toda la población, lo que les permitiría enriquecerse mucho más. Y lo que es peor, se sospecha que algunos alimentan la actividad de las bandas.

Muchos empresarios haitianos consideran que este giro no dice nada sobre las dificultades a las que se enfrentan para seguir operando en el país. Algunos han hablado públicamente y quieren poner fin a esta representación que empaña su imagen y su estatus en la sociedad.

El Pacto por la Responsabilidad Social de las Empresas será firmado por todos los miembros de las Cámaras Nacionales de Comercio, así como por los del Foro del Sector Privado y otras asociaciones patronales que comparten esta ambición de renovación nacional.

A través de este pacto, se comprometen a ayudar al Estado a luchar contra la corrupción, el contrabando y el blanqueo de dinero, a pagar regularmente sus impuestos y a tener una actitud más positiva hacia la inversión y la competencia, lo que será posible gracias al nuevo marco institucional que resultará de estos pactos.

Componente 4

Un pacto de ciudadanía. Los ciudadanos haitianos apoyarán este enfoque mediante la firma de un registro que se pondrá a disposición en todos los ayuntamientos de la república, en los consulados haitianos en el extranjero y en línea para exigir la institucionalización y la pacificación de las costumbres políticas en el país y para reconocer la voluntad de los principales actores políticos de trabajar en este sentido.

Este pacto se extenderá a los haitianos que viven en el extranjero. De hecho, la diáspora haitiana debería, esta vez, tomar legítimamente su parte en el esfuerzo de reconstrucción de Haití. Representa una reserva de capital humano y financiero infrautilizado y, sobre todo, mal utilizado debido a todas las limitaciones institucionales que le impone el país.

En primer lugar, al firmar este pacto está haciendo posible la revolución cultural en Haití. Se compromete a contribuir a la modernización de todos los niveles del sistema educativo nacional, a hacer posibles las inversiones de calidad mediante la creación de nuevos instrumentos, como un fondo para la diáspora gestionado por ella según las normas internacionales. Acompañará la dinamización de los territorios que se transformarán en entornos activos ayudando a descentralizar el corazón económico y cultural del país.

Condiciones críticas

a) Estos pactos se basan en el supuesto de que tratar de resolver el problema de la proliferación de bandas criminales movilizando únicamente a la policía nunca resolverá el problema. Todos los informes lo dicen, y las declaraciones diarias de los actores en la prensa lo confirman: estos jóvenes, en su mayoría, son instrumentalizados por los operadores políticos y económicos. Al firmar estos pactos, toda la población reconoce que no son los portadores de armas los más peligrosos para la sociedad, sino que es el sistema el más peligroso.

a) Estos pactos se basan en el supuesto de que tratar de resolver el problema de la proliferación de bandas criminales movilizando únicamente a la policía nunca resolverá el problema. Todos los informes lo dicen, y las declaraciones diarias de los actores en la prensa lo confirman: estos jóvenes, en su mayoría, son instrumentalizados por los operadores políticos y económicos.

Al firmar estos pactos, toda la población reconoce que no son los portadores de armas los más peligrosos para la sociedad, sino que es el sistema que los ha instrumentalizado y ha hecho posible tales atrocidades el que debe ser juzgado. Por lo tanto, ordena al Estado:
-Instar a los que quieran declarar y entregar las armas para reintegrarse socialmente a que lo hagan;
-Aislar, combatir y castigar severamente a quienes se nieguen a hacerlo.

b) La comunidad internacional es un actor principal en todo lo que se hace en Haití, al menos, sobre todo en los últimos treinta años. Debe ser claramente:

-Aceptar acompañar técnica y financieramente el proceso de estabilización política, cuya iniciativa debe quedar exclusivamente en manos de los haitianos;
-Ayudar a reconstituir las fuerzas de seguridad nacionales: Ejército y Policía, así como el poder Judicial, y acompañar el proceso de desarme y desmovilización de las bandas;
-Ayudar a la aplicación de un programa de educación popular para la paz y la democracia;
-Ayudar a la modernización y el fortalecimiento de los órganos de comunicación del Estado, especialmente la radio y la televisión nacionales, así como el periódico estatal. La programación de estos medios de comunicación tendrá que revisarse completamente para adaptarse a las nuevas exigencias impuestas por la necesidad de modernizar la sociedad y la economía haitianas.
-Apoyar la creación de un Grupo de Trabajo Interinstitucional (TFI) a iniciativa del gobierno para identificar y aplicar un conjunto de medidas urgentes destinadas a mejorar las condiciones de vida de los grupos vulnerables en conjunción con las políticas estructurales sociales y económicas prioritarias.

c) La prensa (ANMH y AMIH) tiene un papel fundamental para cambiar las costumbres políticas del país. Se compromete a reforzarse y acepta revisar sus programas para acompañar y hacer posible la pacificación política del país.

Componente 5

Un pacto para el desarrollo económico y social. La realización de estos pasos preliminares crea las condiciones necesarias para la elaboración de un Programa de Desarrollo Económico y Social coherente e inclusivo para los próximos 30 años, titulado: PDES-HAITI 2054.

Movilizará a todos los sectores organizados de la sociedad y tendrá en cuenta todo el trabajo ya realizado en la administración durante los últimos 10 años.

Las líneas maestras de este plan constituirán las líneas básicas de los programas de los candidatos y partidos políticos que quieran presentarse a la magistratura suprema del Estado.

Comité de seguimiento

Los diferentes protagonistas que firmaron los compromisos anteriores se pondrán de acuerdo en la elección de algunas personalidades respetadas de la sociedad civil que constituirán el Comité de Seguimiento, encargado de seguir la aplicación de estos pactos.

Conclusión

Sabemos que algunas de las posiciones expresadas en este manifiesto pueden chocar. La gente ha sufrido en carne propia los efectos de estos abusos sociales y políticos y querrá poder tomarse la justicia por su mano. ¿Quién puede negarles este derecho?

Otros han cultivado enemistades políticas tan tenaces que están dispuestos a pasar el resto de sus vidas en guerra entre ellos. Este es un enfoque de la resolución de problemas al que nos ha acostumbrado nuestra historia común. Los resultados son penosos e indignos.

Creemos que ha llegado el momento de que los haitianos pongan un límite a cierto modo de vida colectivo para permitir que germine la posibilidad de renovación del país. Para ello, nos corresponde aceptar actuar individual y colectivamente de forma responsable. Este es el sentido de nuestra lucha, este es el sentido de nuestro compromiso.

Para recrearse, Haití necesita crear el ideal. Es actuando consciente y decididamente contra las causas internas y externas de su destrucción latente como podremos ganar definitivamente la batalla para reconstruir la nación haitiana.

El país necesita movilizarse intelectual, moral y políticamente para resucitar la fe cívica y los proyectos comunes. Nuestra adhesión a los valores democráticos nos obliga a reconocer como legítimos los deberes y obligaciones de cada uno de nosotros en relación con la República y a acordar que no podemos seguir haciendo nada.

Firmantes :
Signataires :
M. Jean-Michel AUGUSTE
M. Louis-Naud PIERRE
M. Jocelyn JEAN
M. Mathias PIERRE
M. Thomas JACQUES
M. Ricot PIERRE-LOUIS
Mme Edwine BLAISE
M. Jean-Claude VERDIER
M. William PIERRE
M. Pierre-Raymond DUMAS
M. Antoine FLEURANT
M. Carlo MARCELIN
Mme Marie-France A. LALEAU
M. Wilson LALEAU
M. Donald JOSEPH
Mme Myriam FETHIERE
M. Bentley DOUCEUR
M. John Kelly CENAT
M. Pascal Jerry ALEXANDRE