Pensilvania otorga 19 codiciados votos electorales en esta elección presidencial, la mayor cantidad de los estados péndulo, por lo que es considerado el de mayor peso. Es, además, el estado más poblado de los 'púrpura' y la diversidad de sus habitantes no le ha permitido a las encuestadoras salir del empate técnico en sus pronósticos. France 24 llegó hasta este estado que ha votado por el ganador en ocho de los diez más recientes comicios.

La icónica fotografía de Donald Trump sangrando y con el puño en alto tras el atentado al que sobrevivió el 13 de julio impresa en enormes carteles rojos en los que que lee: “Hagamos a Estados Unidos grande de nuevo”. Un sinfín de avisos con el nombre del candidato republicano y su fórmula, J.D. Vance, pululan al transitar las carreteras de Pensilvania.

Pero justo cuando estas señales simbólicas reafirman el imaginario que las zonas rurales se decantan ampliamente por los postulados conservadores, y por ende por el Partido Republicano, aparece en el horizonte una imponente valla con la mirada del magnate y la palabra "UNFIT" – no apto, en inglés- cuestionando la idoneidad del expresidente para regresar a la Casa Blanca.

Y al llegar a las áreas metropolitanas, el escenario es el mismo: en una misma cuadra hay carteles con un “,la”, la forma en la que las sobrinas de la vicepresidenta quisieron enseñarle a los estadounidenses a pronunciar correctamente el nombre Kamala durante la Convención Demócrata de Chicago el pasado mes de agosto, seguidos de un “Harris, obviously” y una imagen de unos tacones pisoteando una gorra roja… y en la propiedad vecina: carteles de piso con la inscripción Trump – Vance 2024. 

Aquí en Pensilvania nada está dicho. 

Según el portal especializado Project Five Thirty Eight, que promedia las encuestas nacionales, el 19 de octubre la vicepresidenta tenía 47,9% de apoyo en los sondeos frente al 47,7% de Trump. Un día después, el exmandatario llegaba a ese 47,9% y ella caía al 47,5%. Cualquier descuido inclina la balanza. Al cierre de este artículo, el 29 de octubre, Trump seguía liderando el sondeo con 48% y Harris de cerca con 47,7%. 

No es casualidad que el sábado 26 de octubre, el candidato vicepresidencial republicano J.D. Vance y el senador independiente Bernie Sanders hayan llegado hasta el condado de Erie, en la esquina noroeste de Pensilvania, para un duelo de eventos programados exactamente a la misma hora.

Vance eligió la sede de la Universidad de Pensilvania en la zona rural del condado (ubicada apenas a 15 minutos en automóvil de la ciudad del mismo nombre).

Sanders escogió una escuela en el corazón del área urbana, rodeada por el lago Erie, cuya jurisdicción comparte con Canadá, y que genera empleo, lo que a su vez atrae a personas jóvenes desde dentro y fuera de Estados Unidos. 

Previamente, el demócrata se había reunido allí mismo con trabajadores de la industria del acero, la principal del estado, y cuyo auge llevó a Pittsburgh a ganarse el sobrenombre de “la ciudad de acero” y a que su equipo de fútbol americano fuera bautizado “Steelers” o Acereros.

Para el acto, Vance convocó a los jóvenes y a los indecisos, aunque una multitud de mayoría blanca y con gorras rojas dejaba entrever que no había nada que quedara por conquistar allí.

Entre los asistentes al evento en el que Sanders le dio su respaldo a Harris (a pesar de que ella se retractó de políticas contra el fracking, que fueron bandera de Sanders en su corto intento por la candidatura demócrata en 2020) había un público más diverso.

¿Cuáles son las preocupaciones en Pensilvania? 

Preguntarle a uno de los habitantes de Pensilvania por quién va a votar es considerado una descortesía, pero conversar con ellos sobre sus preocupaciones ante el próximo periodo presidencial permite entender mejor sus preocupaciones, anhelos, inclinaciones y las razones de estas.  

Mike, un joven que acaba de ingresar a la Universidad de Pensilvania, en la misma sede a la que el candidato republicano a la Vicepresidencia hizo el acto de campaña, quiere tener “precios más bajos, asegurar la frontera y amar a Estados Unidos” mientras que, a Peggy, una adulta mayor que participó en el mismo evento, le preocupan el aborto en etapas avanzadas del embarazo y el auge del consumo del fentanilo, del que responsabiliza a migrantes que ingresan "ilegalmente" al país.

Por su parte, las inquietudes de Shanitha están concentradas en la eventual eliminación de la Seguridad Social, de la que dependen los ingresos de los muchos jubilados y los derechos reproductivos y para Fred Redmond, secretario del Tesoro de la Federación Estadounidense del Trabajo y del Congreso de Organizaciones Industriales, no se puede “regresar a las peligrosas políticas de Trump con las que favoreció a los millonarios a expensas de los trabajadores”.

Discursos variopintos y profundos a la vez.

En primer lugar, las palabras de varios de los entrevistados dejan ver los estragos de la desinformación que existe sobre las verdaderas propuestas del contrincante.

Al ir más profundo, la interrupción voluntaria del embarazo está prohibida en etapas tempranas de la gestión en todos los estados, pese a que Trump ha tratado de decir que los demócratas lo apoyan “incluso después de nacer”, algo que es imposible.

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Pero tampoco es cierto que Trump quiera eliminar la Seguridad Social, que es el sistema pensional estadounidense. Si bien ha propuesto reducir los impuestos que lo financian, este tiene financiación hasta 2030 y se requiere que el Congreso por mayoría apoye un cambio al sistema.

Y el 5 de noviembre también habrá una recomposición del cuerpo legislativo, por lo que el verdadero alcance de la propuesta está también por verse, sumado a los referendos sobre el tema en cada estado. 

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Lo que sí está comprobado es que, según el Instituto estadounidense de Hierro y Acero, la producción del último disminuyó 0,2 entre octubre de 2023 y el mismo mes de 2024 y debido a la afluencia de acero procedente de China, México y Canadá, los fabricantes estadounidenses han perdido casi 4.000 millones de dólares en ventas, por lo que en este estado, que vivió el auge de la industria siderúrgica en el siglo XX, cientos de familias se han visto afectadas por la caída.

Y este es precisamente el punto en común de todos: cómo se ve afectada su comunidad.

A pocos parece importarles que Donald Trump haya prometido retirar fondos a la Organización del Tratado del Atlántico Norte o que Kamala Harris vaya o no a mantener los fondos para financiar las guerras en Ucrania y en Gaza, sino cómo las políticas de uno u otro van a afectar a sus más cercanos.

Las distancias son imposibles de recorrer a pie en Estados Unidos, por lo que para los ciudadanos es imperativo contar con el apoyo de quienes los rodean ante una eventualidad. El gran sentido de solidaridad de cada condado es lo que verdaderamente hace “grandiosa” a la Unión Americana.

El clima de crispación en la nación solo parece aumentar mientras se acerca el 5 de noviembre. Trump invocó a la figura del "enemigo interno" mientras que Harris y sus allegados lo llaman "fascista", a pesar de los discursos polarizadores alimentados incluso por el propio presidente Joe Biden, que en días pasados pidió “encerrar… políticamente” al magnate. 

Las marcadas diferencias entre los habitantes de una misma calle o de un mismo condado son simplemente un recordatorio de lo que es una República y en esencia la democracia: en la que debe haber espacio para la libertad de expresión y el derecho a decidir hasta qué punto puede el Estado intervenir en la vida privada de cada quién.

En Pensilvania tienen muy claro que el 5 de noviembre no solo se votará por un nuevo o nueva presidenta, tienen claro que las repercusiones van mucho más allá: directamente a sus hogares.