La idea de Donald Trump de expulsar a millones de palestinos de la Franja de Gaza hacia Jordania y Egipto ha suscitado una fuerte oposición en el mundo árabe. Pero estos dos países, muy dependientes de la ayuda militar y económica de Estados Unidos, no pueden arriesgarse a un enfrentamiento demasiado directo con el presidente estadounidense, afirman analistas.
Su idea provocó una ola de indignación en el mundo árabe. El martes 4 de febrero, junto al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en Washington, Donald Trump sugirió un plan para los palestinos de la Franja de Gaza, convertida en inhabitable por la guerra de 15 meses entre Israel y Hamás: trasladarlos a Jordania y Egipto.
Al mismo tiempo, propuso —no sin provocar cierto estupor— que Estados Unidos tomara el control del enclave para transformarlo en la "Riviera de Medio Oriente", con el apoyo de las petromonarquías del Golfo.
Aunque el desplazamiento de poblaciones por la fuerza se considera un crimen de guerra y, por tanto, está prohibido por la Convención de Ginebra, el Gobierno israelí parece tomarse en serio esta idea.
El jueves 6 de febrero, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, ordenó a las Fuerzas Armadas que trabajaran en un plan para facilitar la "salida voluntaria" de los gazatíes. "Es una idea extraordinaria", sostuvo Benjamin Netanyahu en un vídeo publicado en X. "Debemos estudiar esta idea cuidadosamente. Debemos estudiar esta idea detenidamente. Es la idea más original que se ha propuesto en años".
Por su parte, Jordania y Egipto, que ya habían declarado que cualquier éxodo forzoso de gazatíes sería una línea roja, se apresuraron a manifestar su oposición al plan de Donald Trump.
El miércoles 5 de febrero, en Amán, donde se reunía con el presidente palestino Mahmud Abbas, el rey AbdulláH II de Jordania rechazó abiertamente "cualquier intento de anexionar tierras y desplazar a los palestinos de Gaza y Cisjordania". Mientras, en El Cairo, el ministro egipcio de Asuntos Exteriores, Badr Abdelatty, insistió ante el primer ministro palestino, Mohammad Mustaga, en la importancia de reforzar política y económicamente a la Autoridad Palestina en Gaza.
"Desde 1967, la oposición a cualquier desplazamiento masivo de población ha sido uno de los pilares de la política de los Estados árabes", señala Jalal al-Husseini, investigador asociado del Institut Français du Proche-Orient de Amán (Jordania). "Y los Estados árabes siempre han rechazado cualquier idea de reasentamiento o 'despalestinización' de Palestina, en particular de los territorios palestinos ocupados, que es también uno de los objetivos de los partidos israelíes de extrema derecha", añade.
Una vieja idea
La idea de desplazar a los palestinos a Jordania no es nueva, señala el investigador, mientras que los dirigentes del Likud, el partido de derechas del que procede Benjamin Netanyahu, llevan mucho tiempo defendiendo que los palestinos de los territorios ocupados deberían encontrar un nuevo hogar al otro lado del Jordán, lo que permitiría a Israel anexionarse la tierra situada entre el río y el Mediterráneo.
"Desde finales de la década de 1970, cuando el partido Likud llegó por primera vez al poder, ha defendido la idea de que Jordania debería ser finalmente el Estado sustituto o la patria de los palestinos. Es uno de sus principios fundacionales", explica. "Así que cualquier movimiento masivo de palestinos a Jordania tenderá a reforzar y validar esa visión".
Al igual que Jordania, Egipto ha mostrado en repetidas ocasiones su reticencia a acoger a los gazatíes desplazados por la guerra entre Israel y Hamás.
En los primeros días de la ofensiva israelí sobre Gaza, lanzada tras los atentados del 7 de octubre, la Administración del demócrata Joe Biden se dirigió al presidente Abdel Fattah al-Sissi para tratar de convencerle de que permitiera a los refugiados llegar al Sinaí egipcio a través del paso fronterizo de Rafah. Egipto rechazó categóricamente esta propuesta, llegando incluso a permitir que se celebraran manifestaciones en Rafah para protestar contra los intentos israelíes de desplazar a la población de Gaza.
"No creo que la posición de Egipto haya cambiado", afirma Reem Abou el-Fadl, profesora titular de Política Comparada de Medio Oriente en la Universidad SOAS de Londres (Reino Unido). "Se puede ver en el tono alarmista y preocupado de los medios públicos egipcios en este momento. Es el mismo que en octubre de 2023, cuando todos los canales de televisión y las emisiones apoyadas por el Estado hablaban unánimemente de la amenaza a la causa palestina y de la unidad de las posiciones egipcia y palestina".
"La mayoría de la opinión pública egipcia también se opone firmemente al proyecto colonial israelí y expresa su firme apoyo a los palestinos", continúa. "Si el Gobierno aceptara participar en un plan de 'limpieza étnica' dirigido contra los palestinos de Gaza, correría el riesgo de perder aún más apoyo de la población en un momento en que ya es frágil", dice la la profesora.
Presión económica
Pero, a pesar de la indignación que despierta el proyecto de expulsión, tanto Egipto como Jordania parecen limitados en su capacidad de oponerse a Donald Trump. Ambos países dependen de la ayuda económica y militar estadounidense para garantizar su estabilidad y mantener a flote sus economías.
Jordania, uno de los cuatro mayores receptores de ayuda estadounidense del mundo, por detrás de Ucrania e Israel, recibe cada año 1.450 millones de dólares (1.400 millones de euros) en ayuda bilateral de Washington y Egipto recibe 1.300 millones de dólares (1.240 millones de euros) en asistencia militar en virtud de los acuerdos de Camp David.
Ambos países se enfrentan a persistentes dificultades económicas y difícilmente podrían prescindir de este dinero. Egipto evitó por poco un colapso económico en 2024 gracias a una inyección financiera de más de 50.000 millones de dólares de la Unión Europea, el FMI, el Banco Mundial y los Emiratos Árabes Unidos. Su deuda exterior superaba entonces los 152.000 millones de dólares. La situación económica de Jordania es menos alarmante, pero el país depende de la ayuda internacional para mantener su equilibrio, y el 70% de esta financiación se destina directamente al apoyo presupuestario.
Junto con Israel, Egipto es el único de los aliados de Washington al que se le ha concedido una exención de la congelación de la ayuda estadounidense anunciada por Donald Trump. Amán, en cambio, no se ha librado.
"Estados Unidos es uno de los principales donantes de Jordania, tanto militarmente como en términos de ayuda socioeconómica", insiste Jalal al-Husseini, del Institut Français du Proche-Orient de Amán. "Por tanto, esta podría ser una de las palancas utilizadas por Washington para empujar al país a aceptar a partir de ahora a un cierto número de gazatíes", opina, augurando un futuro tira y afloja entre los tres países sobre esta cuestión.
Según Gilad Wenig, doctorado en Sociología de la Universidad de California en Los Ángeles, la Administración estadounidense empezó a ejercer presión financiera sobre Egipto desde los primeros días de la ofensiva israelí en Gaza.
"Los informes egipcios sugieren que Estados Unidos ofreció incentivos financieros, en particular el alivio de la deuda, a cambio de aceptar este plan de desplazamiento de la población, que Abdel Fattah al-Sissi rechazó", explica, y añade que esta información nunca ha sido confirmada. "Pero por parte egipcia, estos rumores probablemente permiten al Gobierno reafirmar su posición y restaurar la imagen del presidente como defensor de los derechos de los palestinos".
Mantener el statu quo de seguridad
Para Estados Unidos, sin embargo, llegar al extremo de sacrificar a sus aliados egipcios y jordanos también tendría numerosas consecuencias, sobre todo en términos de seguridad.
Unos 3.000 soldados estadounidenses están destinados en Jordania desde el comienzo de la guerra en Siria. En octubre, el país también participó, junto con los estadounidenses, en la interceptación de una andanada de misiles iraníes lanzados contra Israel. Estados Unidos también ha entrenado y equipado al Ejército egipcio durante más de 30 años, lo que convierte al país en un socio clave en materia de seguridad a ojos de Washington.
Egipto también insiste en que un desplazamiento forzoso de los gazatíes constituiría un peligro para su seguridad nacional, esgrimiendo la amenaza de que su territorio pudiera convertirse en una base de retaguardia para ataques contra Israel.
"En cualquier caso, parece difícil saber hasta dónde estará dispuesto a llegar Trump para obligar a sus aliados a aceptar sus planes para Gaza", concluye Jalal al-Husseini. Sobre todo porque esta propuesta está en línea con la política proisraelí llevada a cabo por Donald Trump durante su primer mandato.
En 2019, Jared Kushner, yerno del multimillonario y enviado especial para Medio Oriente en aquel momento, planteó la idea de una paz en Gaza basada en el desarrollo económico y la normalización de las relaciones entre los países árabes e Israel.
"Pero durante su primera presidencia, Donald Trump fue percibido en última instancia como un factor desestabilizador, entre otras cosas por su apoyo a la política de asentamientos de Israel", concluye el especialista. "Por lo tanto, este plan parece ser una extensión brutal de su visión del futuro de Medio Oriente ".
Este artículo ha sido adaptado. El original puede consultarse aquí.