¿Vale la pena ser el anfitrión de unos Juegos Olímpicos? ¿Hasta qué punto el legado en infraestructuras y la visibilidad internacional compensan las inversiones multimillonarias? ¿Sería mejor destinar estas sumas estratosféricas a sectores tradicionalmente deficitarios, como la educación y la salud? France 24 se sumerge en el legado de los JJ. OO. en Río 2016 para intentar esclarecer qué tanto beneficiaron las justas a los ciudadanos.

Estas son algunas de las preguntas que en 2016 cientos de manifestantes llevaron a las calles de Río de Janeiro en las semanas previas a la celebración de uno de los eventos deportivos más caros de la historia. El presupuesto inicial preveía un gasto de 4.400 millones de dólares. Sin embargo, la suma desembolsada por el Estado brasileño y por el sector privado resultó ser mucho mayor: cerca de 8.000 millones de dólares, según el Tribunal de Cuentas de Brasil; 13.692 millones de dólares, según el informe de la Universidad de Oxford publicado en 2021.

Los JJ. OO. de Río representaron un punto de inflexión en la historia de este evento deportivo porque dejaron de manifiesto lo oneroso que es cumplir todos los requisitos indispensables para ser una sede olímpica. En Río de Janeiro estaba todo por hacer. Hubo que construir la mayor parte de las instalaciones, como la piscina olímpica, los estadios y el alojamiento para los atletas. Además, fue necesario remover forzosamente a millares de personas que vivían en favelas próximas al Parque Olímpico. En 2013, Amnistía Internacional denunció que cerca de 19.000 familias fueron desahuciadas de forma “innecesaria”, usando los Juegos Olímpicos de 2016 como “disculpa”.

Por esta razón, el Gobierno de Brasil, liderado en aquel entonces por Dilma Rousseff, siempre insistió en la importancia del legado olímpico. “Los Juegos van a dejar un legado antes, durante y después”, afirmó la expresidenta, que sufrió un 'impeachment' en 2016, justo después de la celebración de los juegos. Casi una década después, los cariocas empiezan a ver los primeros resultados de aquellas promesas.

En febrero de este año, el alcalde de Río Eduardo Paes inauguró dos centros educativos en dos barrios periféricos de la zona oeste de la ciudad. Fueron construidos a partir de la estructura de la Arena do Futuro, que acogió los encuentros de balonmano. Un día después, Paes inauguró junto al presidente Lula otra escuela ubicada en la antigua Arena 3 del Parque Olímpico, que en 2016 fue el escenario de las competiciones de taekwondo, esgrima y judo paralímpico. “Quiero a los jóvenes en la escuela. No los quiero en la cárcel, cooptados por el tráfico de drogas”, afirmó Lula durante la ceremonia. “Nunca en la historia de los Juegos Olímpicos un estadio se ha convertido en escuela. Fue diseñado para eso", añadió el alcalde de Río. Con 18.000 metros cuadrados, es la mayor escuela pública de la ciudad y tiene capacidad para 900 alumnos.

Alcalde en la época de los JJ. OO. de 2016, Paes atribuye el retraso en la reconversión de las instalaciones a la gestión que le sucedió, encabezada por el pastor evangélico Marcelo Crivella. El Plan Legado Olímpico fue retomado solo en 2021, cuando Paes recuperó su cargo. Desde su construcción, ya se había decidido cómo reaprovechar algunos estadios. Sin embargo, la previsión inicial era que la transformación duraría hasta dos años. Cabe recordar que en octubre más de 5.500 municipios brasileños están llamados a renovar sus alcaldes y que esta yincana de inauguraciones coincide con el deseo de Paes de renovar su mandato.

El Ayuntamiento de Río también utilizó material siderúrgico del antiguo centro para los periodistas que cubrieron los JJ. OO. para levantar la Terminal Gentileza, una estación que integra el tranvía y los autobuses interurbanos. En mayo de este año también se inauguró en el Parque Olímpico un espacio público de 136.000 metros cuadrados con más de 900 árboles y 16.000 arbustos, canchas deportivas y una zona para skate, entre otras cosas. Otro complejo deportivo se convirtió en zona de ocio: es el Parque Radical Deodoro, donde se disputaban las competiciones de piragüismo slalom y ciclismo BMX. Hoy alberga una piscina abierta al público, aunque todavía quedan estructuras a la espera de ser reutilizadas.

Además, el intendente de Río ha prometido otros lanzamientos en pleno año electoral. El material de la Arena do Futuro será usado para construir otras dos escuelas públicas. Para este año también está prevista la reutilización de la piscina del Parque Acuático, que recibió al famoso nadador Michael Phelps. De momento ha sido desmontada y debe ser instalada en un parque en construcción. El Velódromo, que también se encuentra en el Parque Olímpico, se convertirá en el Museo Olímpico. Finalmente, las Arenas Carioca 1 y 2 y el Centro Olímpico de Tenis, administrados por el Gobierno federal, albergan de forma regular competiciones deportivas. El Ministerio de Deportes asegura que cada año gasta 3,58 millones de dólares en el mantenimiento del Parque Olímpico.

Otro lugar emblemático que se transformó por completo durante la Olimpíada es el Puerto Maravilla, una región antiguamente abandonada y peligrosa. Hoy es uno de los principales polos turísticos de Río de Janeiro, gracias al Museo del Mañana, del arquitecto español Santiago Calatrava, y al Museo de Arte de Río. Además, el Bulevar Olímpico, donde atracan los cruceros internacionales, se ha llenado de graffitis de artistas mundialmente conocidos, como Kobra, y los galpones acogen diversos eventos culturales y musicales.

La inauguración del AquaRio, el acuario más grande de América Latina, y de la rueda gigante completan la metamorfosis de una región que también atrae a nuevos habitantes. Cada vez más jóvenes están financiando los pisos de nueva construcción que han surgido en los últimos años.  “El Ayuntamiento está invirtiendo mucho en el proyecto del Puerto Maravilla. Hay muchos inversores nacionales e internacionales que están apostando por esta área. Entonces dije: 'quiero vivir en el barrio que será probablemente de aquí a 10 años uno de los más cool de Río de Janeiro’”, cuenta Tatiane Araújo, una guía oficial de turismo que adquirió una vivienda durante la pandemia.

Descontaminación de la Bahía de Guanabara, en el tintero

Sin embargo, otras cosas han quedado en el tintero. Una de las principales promesas del Gobierno brasileño, la descontaminación de Bahía de Guanabara, ha quedado incumplida. En 2009, el ex gobernador de Río Sérgio Cabral Filho, que acabó en la cárcel por corrupción, se comprometió, en el Dossier de Candidatura de Río a ser sede de los Juegos Olímpicos, a reducir en un 80% las aguas residuales y la basura vertidas en la bahía hasta 2016. Una combinación de incompetencia y desvío masivo de dinero público impidió la realización del proyecto, que recibió tres financiaciones: dos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por un total de 250 millones de dólares, y otra de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (Jica), por un valor de 197 millones de dólares.

En otras palabras, el Gobierno de Río disponía de 447 millones de dólares para tratar las aguas residuales y limpiar la bahía. Pero poco o nada fue hecho y, a día de hoy, la ensenada donde se encuentra el Pan de Azúcar sigue recibiendo 18.000 litros por segundo de aguas residuales sin tratamiento, además de 90 toneladas de basura cada día. Las depuradoras construidas en el marco del Programa de Descontaminación de la Bahía de Guanabara no consiguen tratar las aguas sucias para las que fueron diseñadas, porque no se implementaron las troncales de recolección previstas.

“La Bahía de Guanabara no estaría tan contaminada si hubiesen aplicado todos los recursos que vinieron del BID y del Jica. Un breve resumen: hoy el tratamiento de las aguas residuales es de apenas del 24%. Más del 70% de la población que vive en su entorno vierte aguas sucias sin tratamiento en este ecosistema. Esto es muy grave”, señala a France 24 Emanuel Alencar, magister en ingeniería ambiental y autor del libro ‘Bahía de Guanabara: descuido y resistencia’.

“Para los Juegos Olímpicos de 2016 había, sin duda, una gran expectativa de dotar la bahía de una mejor calidad no solo para la vela y las otras competiciones olímpicas que dependían del agua, sino también para la imagen de Río de Janeiro en su conjunto. Y el sentimiento fue, sin duda, de frustración al final de toda esta historia, porque avanzamos muy poco”, añade Aléncar. Por su parte, la empresa privada Águas do Rio, que en 2021 asumió la concesión del maltrecho sistema público de gestión del agua, afirma que en dos años y siete meses recuperó los sistemas de alcantarillado, evitando que 82 millones de litros de agua contaminada lleguen a la Bahía.

El transporte, otra promesa incumplida

Otro punto controvertido es el sistema de transporte, que en 2016 fue fundamental para llevar al público a los estadios. Fue creada una red de carriles exclusivos para autobuses, que cambió la forma en que los cariocas se mueven por la ciudad. Sin embargo, las estaciones y los autobuses que tanto dinero costaron a los contribuyentes vivieron una época de decadencia y vandalismo después de los JJ OO. Tras volver a su cargo en 2021, el alcalde de Río retomó las inversiones para mejorar este sistema de transporte, también considerado parte del legado olímpico. Desde el año pasado fueron inaugurados nuevos tramos, que culminaron con la construcción de la Terminal Gentileza, desde donde salen autobuses directos para el aeropuerto internacional de Río. Además, ha sido ampliada la red de tranvía llamada VLT, que fue lanzada en vísperas de los Juegos.

En cambio, las obras del metro que deberían haberse entregado como legado de Río 2016 están paradas desde hace nueve años. En su momento, la inversión superó los 1.615 millones de dólares. En 2015 la ampliación hasta el barrio de Gávea fue interrumpida entre sospechas de que los costes habían sido inflados. Los últimos datos del Tribunal de Cuentas del Estado de Río, de 2021, señalan una pérdidas por valor de 664 millones de dólares.

El proyecto se detuvo después de concluir la excavación de dos grandes pozos de 50 metros de profundidad. El carísimo equipamiento importado de Alemania, utilizado para abrir un camino en la piedra, fue abandonado bajo tierra. La interrupción de las obras trajo otro problema: el riesgo de colapso de los túneles. La solución encontrada hace seis años fue inundar todas las zonas subterráneas con agua suficiente para llenar 14 piscinas olímpicas. El Gobierno del Estado de Río de Janeiro asegura que pretende retomar las obras y que hay negociaciones en curso.

“El legado olímpico fue prorrateado a la largo de la historia. En este mandato, Eduardo Paes ha sacado adelante el legado deportivo, que no había sido concluido por el antiguo alcalde. Ahora siento la falta de una gran respuesta ambiental, tanto en la Bahía de Guanabara como en términos de reforestación y de pensar nuevos bosques en las áreas olímpicas que fueron ocupadas. Por otra parte, el legado en cuanto a vivienda pública todavía es muy precario. ¿Cómo es posible que todavía no tengamos casas populares en la región portuaria, que es la cuna de las favelas de Río de Janeiro y no recibió el tratamiento adecuado?”, cuestiona Tainá de Paula, concejala progresista de Río de Janeiro, durante una grabación para France 24.

Ocho años después de Rio 2016 y a pesar de estos logros, varios expertos se preguntan si el elevado coste de este macro-evento deportivo valió la pena, porque dejó mucha deuda pública. Ya ha pasado la época en que las ciudades competían para albergar los JJ. OO. Un estudio de la Universidad de Oxford señala que todos los Juegos desde Roma 1960 han tenido un sobrecoste promedio del 172%. Los Juegos de Tokio podrían haber costado hasta cinco veces más que lo que fue presupuestado inicialmente, un sobrecoste incrementado por el aplazamiento debido a la pandemia del Covid-19.

En las últimas décadas, solo los JJ. OO. de Los Ángeles (1984) y de Seúl (1988) contradijeron esta estadística y reportaron beneficios. Por esta razón, durante una época se llegó a pensar que los JJ. OO. pudiesen ser una buena inversión. Sin embargo, ambas ciudades tenían la mayor parte de las infraestructuras ya construidas y, además, eran eventos más simples de organizar, con menos deportes y menos atletas en competición. En Los Ángeles había 25 especialidades deportivas frente a las 40 de Río de Janeiro. Además, el número de atletas ha pasado de los 7.000 de 1984 a los 11.000 actuales.

“Es fundamental que repensemos estas grandes intervenciones. Varias Olimpíadas después de la nuestra priorizaron las construcciones ya en funcionamiento de sus ciudades. Nosotros nos demoramos una década para conseguir transformar una arena olímpica en una escuela, por ejemplo”, concluye Tainá de Paula, concejala progresista de Río de Janeiro.