Cientos de latinoamericanos en España acuden anualmente a ONG y sedes diplomáticas en busca de financiación para volver a sus países, cansados de vivir en la precariedad y de la prohibición para trabajar sin permiso de residencia. Viajaron tras en busca de oportunidades, en ocasiones espoleados por los testimonios engañosos de las redes sociales, pero se estrellaron al llegar a la 'tierra prometida'. El Gobierno español financia una docena de entidades que se dedican a retornar voluntariamente a los migrantes. Estas son algunas de sus historias.

El día en el que Mauricio Tabares consumó su salida de España llevaba casi dos años como migrante y más de 10 meses sin techo.

La última habitación, por la que pagaba 250 euros en Sevilla, la entregó porque no tenía dinero para costearla. Nunca consiguió trabajo.

Sin casa, comenzó su peregrinar con lo único que le quedaba: una tabla de 'skate' y una maleta de 25 kilos medio vacía, con cobijas “para cuando tenía que dormir en la calle”.

Con el equipaje arriba de la tabla, rodó por las calles de Sevilla, Valencia, País Vasco y, finalmente, Madrid. Vivía en los 'skateparks', donde aprendió a estimular la caridad de los jóvenes para sobrevivir.

“Les gustaba como patinaba, les contaba mi historia y me llevaban comida”, narra este exmilitar de 41 años, en un taxi rumbo al aeropuerto de Madrid, minutos antes de tomar el avión que lo regresará a su natal Colombia. Volvió el 9 de febrero, tras participar de urgencia en el plan de retorno voluntario de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM).

Más de 17.400 colombianos han emigrado de España en este año, una situación que también comparten miles de venezolanos, peruanos y argentinos, según el censo poblacional del Instituto Nacional de Estadística (INE).

“Ya no es como antes”, se escucha entre los latinos más experimentados que llegaron en los tiempos de la peseta, cuando había más empleo “sumergido” —para migrantes sin permiso—, porque las sanciones a las empresas no eran tan estrictas.

Cuatro de las cinco nacionalidades que más crecen en España son latinoamericanas. A la cabeza, de lejos, están los colombianos: 239.400 migrantes entre el 1 de enero de 2023 y el 1 de julio de 2024. Después de Marruecos, 147.900, sigue Venezuela con 142.200 desplazamientos en el mismo lapso. El cuarto es Perú, que ha sumado 98.100 connacionales al censo y quinto Argentina con 81.300.

Estas naciones no solo lideran las entradas al país, sino también las salidas.

El registro de emigraciones de este año muestra que los colombianos han pasado al segundo lugar, que antes ocupaban los rumanos, al presentar en el último trimestre 9.200 emigraciones.

Entre tanto, 4.600 venezolanos, 3.700 peruanos y 3.100 argentinos han dejado su residencia habitual en España. El número de latinos que abandonan el país no ha parado de crecer desde el segundo trimestre de 2023.

Los migrantes suelen invertir gran parte de su capital para cruzar al otro lado del Atlántico, a veces gastan todo su patrimonio e incluso adquieren préstamos que arrastran años. De ahí que la insolvencia sea uno de los mayores obstáculos para retornar, una situación que alentó a la OIM a lanzar un proyecto de retorno voluntario pionero en su campo y activo desde 2003 con fondos del Ministerio de Inclusión de España.

Este año esperan apoyar 500 personas, 80 de ellas gozarán, además, de una “ayuda de reintegración”, es decir, un capital semilla para emprender un negocio en cuanto lleguen al país.

Tabares, por ejemplo, montará una tienda de comestibles, según comenta, mientras ve pasar las últimas postales de Madrid por la ventanilla del taxi.

Lo acompaña en el vehículo, sentado de copiloto, Ricardo Andrés Bolaños, de 39 años, un colombiano que aterrizó en Madrid el 27 de abril de 2022.

“Yo salí porque mi integridad física estaba peligrando”, resalta este migrante que dejó a su madre, esposa, e hijos, después de una sufrir una extorsión por parte de las disidencias de las FARC. Le pidieron una cuota inicial de cuatro millones de pesos (965.000 dólares) y una mensualidad de 400.000 pesos (96 dólares) por permitirle operar su empresa de pulpa de fruta. No lo aceptó.

Meses más tarde, una camioneta de la guerrilla embistió la motocicleta en la que se transportaba. “¿Ahora sí las cree?”, le preguntó una voz desconocida detrás del teléfono, dos horas después del atentado.

Huyó con 900 euros en el bolsillo, que consiguió con la venta de los congeladores y la moto, poco más que el alquiler de dos meses en una habitación modesta de cualquier capital española. Intento en el sector de la construcción y después en el agro.

Consiguió empleo con los documentos de un venezolano que le alquiló su identidad por cien euros al mes. Así, cortó brócoli en la Región de Murcia, antes de recoger mandarina y limón.

Solicitó asilo, pero se lo negaron, como a cerca de 50.000 colombianos que lo pidieron en 2023. Solo aceptaron 245, según datos del Ministerio del Interior de España.

Una mañana a inicios de febrero, una decena de migrantes comienza a ocupar las sillas de la colosal mesa de reuniones de la sede de la OIM en Madrid. Una empleada de la entidad alienta a los asistentes para que coman los jugos, cruasanes y café expuestos en la mesa.

Otra funcionaria reparte los documentos que tendrán que firmar los participantes del programa, entre ellos un compromiso de no retorno a España durante los próximos ocho años.

La dureza de migrar y el espejismo de las redes sociales 

Muchos llegan con maletas desde otras regiones de España para tomar el curso que les dará el tiquete de regreso. Es el caso de Mayerli Bejarano, una auxiliar de enfermería de 25 años que vive en Barcelona con su esposo Jefferson y sus dos hijos.

La pareja tomó la decisión de migrar “porque la situación económica se complicó”, resume ella. Descartaron irse a EE. UU. “Yo no quería que nos fuéramos por 'El hueco', porque era muy peligroso para mis hijos”, explica la mujer en alusión .

’El hueco'. Ese eufemismo tan popularizado en América Latina para referirse a los pasos clandestinos entre México y EE. UU., en los que 686 migrantes perdieron la vida en 2022, según cifras de la OIM, lo que lo convierte en la ruta terrestre más peligrosa del mundo.

Bejarano no quería enfrentar a sus hijos de ocho y cuatro años a esta traviesa, así que le propuso a Jefferson mudarse a España, donde los colombianos pueden entrar sin visado, desde 2015, gracias a un acuerdo con la UE, que abrió el espacio Schengen a colombianos y peruanos.

La decisión estaba tomada: “Vendimos todo para venirnos, es decir, una moto, un coche y el mobiliario de la casa”.

Cuando uno es inmigrante se mentaliza a que no va a ganar como una persona normal

La odisea reemplazo la aventura nada más pisar Badajoz, una ciudad fronteriza cerca a Portugal, donde descubrieron que el trabajo es más un privilegio que un derecho cuando no tienes permiso de residencia. Después de unos meses, probaron suerte en Barcelona, pero las cosas no mejoraron. Jefferson seguía sin empleo y la familia debía sobrevivir con menos del salario mínimo que recibía Bejarano por cuidar una adulta mayor. Trabajaba 8 horas diarias, los sábados 12 horas y un domingo al mes. Cobraba entre 700 y 800 euros. “Cuando uno es inmigrante se mentaliza a que no va a ganar como una persona normal”, lamenta.

Ahora, en retrospectiva, considera que pensó con ingenuidad: “A uno le dicen: ‘vengase que acá consigue piso y trabajo’, pero hasta que uno llega no se da cuenta de que es un follón verraco”. Para Bejarano, las redes sociales son un espejismo que atrae a miles de migrantes al extranjero con la proyección de una realidad engañosa. Siente que fue víctima de esa quimera, alimentada por las publicaciones de sus conocidos en lugares vistosos de España.

Sin embargo, ella misma perpetua esa contradicción en sus redes, donde proyecta un alter ego digital cómodo y sonriente, ajeno a las preocupaciones que gobiernan su cabeza. “

Las fotos que yo subo son la historia que yo maquillo en Colombia. Yo nunca he publicado que duermo en una habitación o que como en los parques. Uno sube una foto con los hijos y la gente piensa ‘miren a estos paseando’, pero en realidad, la que antes era enfermera, ahora le toca limpiar y barrer”, comenta Bejarano durante un descanso del curso.

Colombianos, senegaleses y hondureños son quienes más solicitan el retorno, afirma André Lascoutx, coordinador el proyecto de OIM en Madrid. El guatemalteco de 38 años resalta que “Perú el año pasado dio un salto alto” en búsqueda del retorno, lo que se corresponde con las cifras de emigración del INE.

El proyecto de la OIM brinda a los participantes 450 euros en efectivo por persona —si es un matrimonio, por ejemplo, serán 900 euros— y los billetes hasta el aeropuerto más cercano del destino final.

Gemma Mateos, responsable del departamento de movilidad de la entidad, puntualiza: “El retorno lo que intenta es que viajen en condiciones de dignidad y seguridad. Los aspirantes presentan un plan de negocio, la OIM lo evalúa y, si es el caso, hace algunos ajustes para llegar al presupuesto final del capital semilla”.

Los requisitos para entrar en el programa son llevar mínimo seis meses continuos en España, ser extracomunitario (foráneo de la UE), aportar un informe social que evidencie la falta de solvencia para pagar el viaje y carecer de antecedentes penales. Quienes sean solicitantes de asilo o protección internacional deben renunciar a la solicitud.

Lascoutx detalla que “el proceso tarda en promedio dos meses”, pero en los casos más urgentes “puede durar solo dos semanas”, como las víctimas de trata de personas o en condición de sinhogarismo, como Bolaños o Tabares.

Retornar: "Como volver a vivir"

Ocho meses después de su salida de Madrid, la normalidad de Ricardo vuelve a fluir por las calles del Valle del Cauca.

En el aeropuerto lo recibieron los padres, su esposa y su hijo, quien nada más verlo se puso a saltar en las puntas de los pies, como se aprecia en el vídeo que grabó uno de los presentes.

“No la estaba pasando nada bien y la familia sabía”, recuerda por teléfono. El primer mes en Colombia, trabajó en el montaje del establecimiento y envío las facturas a la sede de la OIM en Bogotá.

“Gracias a Dios nos ha ido muy bien”, narra. Vende pulpas naturales de frutas, combinaciones de sabores, e inauguró recién una línea de pulpas verdes. Paralelamente, trabaja en una empresa para ajustar caja.

Afirma que haber llegado a Colombia “es nuevamente como volver a vivir”, aunque no por eso recuerda su paso por España como una derrota: “Allá aprendí a manejar mejor el dinero. Te volvés más sabio, estás más claro, tienes los pies en la tierra”, reflexiona.

Cuando el extranjero deja de ser la quimera donde se cumplen los sueños, muchos vuelven a su tierra para despertar de una pesadilla.