Bélgica conformó su nuevo gobierno federal luego de más de siete meses de complejas negociaciones las cuales estuvieron, varias veces, a punto de descarrilar. El nuevo jefe del Ejecutivo es Bart de Wever, un político muy conocido en el país y líder del partido nacionalista flamenco (N-VA). Una formación de derecha que hasta hace muy poco abogaba por la independencia de la región de Flandes (norte del país) —con un mayor nivel adquisitivo que la región del sur de Valonia— pero cuyo discurso se fue matizando con los años. Análisis. 

El nuevo gobierno belga está formado por una coalición de cinco partidos. Los liberales francófonos del partido Movimiento Reformador; los socialistas flamencos de Vooruit; los cristiano-demócratas del CD&V et los centristas Les Engagés y los nacionalistas flamencos de la N-VA.

Bélgica está acostumbrada a uniones de gobierno difíciles, con partidos que no convergen siempre en algunas cuestiones, pero el país tiene una cultura de equilibrismos y geometría política casi imposible de entender fuera de la realidad local. Con un papel clave como rey de los belgas, Felipe, se encarga de los contactos constantes con los partidos para que progresen las conversaciones.

El país tiene una larga tradición política de formar coaliciones de gobierno y que los medios de comunicación suelen bautizar con diferentes nombres ingeniosos, con base a los partidos que los forman.

La nueva coalición recibió el nombre de Arizona por el color que representa a los diferentes partidos (azul, rojo, amarillo y naranja), parecida a los que conforman la bandera del estado norteamericano; la anterior fue la Vivaldi (porque cada color representaba las cuatro estaciones).

Bélgica es un país totalmente descentralizado y acostumbrado a largas discusiones para la formación de un gobierno federal, habituado a trabajar con gabinetes en funciones durante largos periodos. La última vez, en 2020, superó su propio récord con más de 600 días con un Ejecutivo en funciones.

Finalmente, se consiguió la fumata blanca en el último fin de semana de enero, en el que durante más de 36 horas, los líderes de los partidos se encerraron en un edificio público de Bruselas y no salieron hasta alcanzar un acuerdo, con Bart de Wever como primer ministro.

Quién le iba a decir al político flamenco que, después de años fogueado en la política belga, se haría con la jefatura de Estado. De Wever, rostro conocido desde hace dos décadas, fue alcalde de la rica ciudad de Amberes —al norte del país— y ha sido el líder de su partido desde hace más de diez años. Su partido siempre ha defendido la independencia de Flandes, aunque en los últimos años dejó de convertirse en una prioridad.

Su imagen que ha ido puliendo con los años —mucho más cercana para la población de todo el país— lo ha convertido en una figura popular capaz de convertirse en primer ministro y al que un documental estrenado en las salas de cine el año pasado nombró como un “animal político”.

Más dureza con la migración, entre las prioridades

A pesar de que las discusiones no fueron siempre fáciles, los cinco partidos consiguieron encajar con varias prioridades polémicas, basadas en recortes presupuestarios —con la oposición de los sectores sociales, públicos y sindicatos que han llamado a la huelga nacional— y más seguridad y dureza contra la migración.

Entre las nuevas medidas destacan la limitación a la reagrupación familiar para los migrantes, el acceso a las ayudas sociales que solo se podrán obtener al cabo de cinco años de residencia y los topes a las plazas en centros de asilo para “reducir los gastos”.

También se podrá verificar los teléfonos personales de los solicitantes de asilo para comprobar la información personal; en caso de que la persona se niegue, se le podrá rechazar el estatus. Además, solicitar la nacionalidad belga será mucho más caro —además de un previo examen y conocimiento histórico de las lenguas— y pasará de los actuales 150 euros a 1000.

Según el nuevo primer ministro, en los últimos diez años Bélgica “ha hecho más que suficiente por su parte” para la acogida de migrantes y que ahora es necesario aplicar “la política más estricta”.

Estas medidas provocarán "más caos y sufrimiento"

Unas medidas que ya criticaron organizaciones no gubernamentales, como la plataforma de ayuda a los refugiados flamenca, que alerta de un endurecimiento de la política migratoria y que crea un “clima de desconfianza” hacia las personas llegadas al país.

“El gobierno opta por una política que reduce los espacios de acogida, restringe los derechos sociales y separa a las familias. Esto no solo no dará soluciones, sino que provocará más caos y sufrimiento (…) es cruel”, asegura Tine Claus, portavoz de la plataforma.

La migración fue una de las principales cuestiones de la campaña electoral en Bélgica y lleva años en el punto de mira de los partidos.

El año pasado, la anterior secretaria de Estado de Asilo, Nicole de Moor, tomó una polémica medida en la que se rechazó que los varones jóvenes pudieran estar en centros de acogida en Bruselas “debido a la alta presión”.

Las demandas de asilo en Bélgica crecieron un 12% en 2024, es el octavo país de la UE con más peticiones, a pesar de que el aumento está muy lejos de los principales países como Alemania, España o Italia.

Más seguridad y lucha contra el narcotráfico

En el acuerdo, los partidos también han aprobado la fusión de todos los cuerpos policiales de Bruselas. La capital belga tiene hasta seis, con dificultades para cooperar entre sí.

La medida se produce en un momento de mucha tensión en cuanto a la seguridad en Bruselas, con quejas ciudadanas de que debe aumentar la presencia policial, debido a los numerosos tiroteos que se produjeron recientemente a causa del narcotráfico.

En las últimas semanas se registraron cinco tiroteos, con un herido y un muerto. Uno de los incidentes provocó hasta una persecución por los túneles del metro que detuvo durante varias horas algunas líneas del transporte público- Hechos relacionados con una guerra entre bandas criminales que se disputan el poder de la zona suroeste de la ciudad.

En uno de los barrios, María, una residente dominicana, cuenta que “los problemas de drogas llevan tiempo en la zona” y que es “ahora” que la policía se ha dado cuenta del problema.

El año pasado se produjeron 2.000 arrestos y 89 tiroteos, es la segunda ciudad europea con más incidentes de este tipo relacionados con el tráfico de drogas, solo detrás de Nápoles (Italia) y por encima de Marsella (Francia).

De hecho, el anterior ministro de Justicia del país, Vicent Van Quickenborne, y su familia tuvieron que esconderse durante un tiempo y cambiar de domicilio debido a las amenazas de muerte que recibió por su lucha contra el narcotráfico.

Bélgica se ha convertido en un país clave para las redes de narcotraficantes para la distribución de cocaína y estupefacientes, principalmente proveniente de América Latina. El país tiene una situación geográfica que es su mayor bendición, pero también su mayor problema, situada en el centro de Europa es fácil moverse por tierra, mar y aire y se ha convertido en un centro neurálgico de distribución de droga.

El problema de la seguridad es un viejo problema que el nuevo gobierno quiere atajar con más vigilancia y más persecución contra el tráfico de armas.

Hace más de diez años, Bélgica ya era uno de los principales lugares con mayor presencia de armas automáticas y semiautomáticas —muchas provenientes de la antigua Yugoslavia— y que incluso se llegaron a utilizar en atentados terroristas yihadistas, como el del Museo Judío de Bruselas, en 2014 o el ataque contra el semanario satírico, 'Charlie Hebdo' en 2015.

El flagelo, a pesar de las directivas europeas aprobadas para evitarlo, persiste. De hecho, los últimos incidentes ocurridos en relación con la lucha entre bandas, se puede ver cómo los perpetradores de los tiroteos portan kaláshnikovs, a los que se accede a través de la conocido como “dark web”, según ha alertado la policía.

Ahora, el nuevo gobierno, consciente de que la seguridad es cada vez más un problema latente entre la población, quiere abordarlo con nuevas medidas, además de los cambios mencionados en la policía federal, se aumentará el presupuesto para la seguridad y la vigilancia y un nuevo plan contra el narcotráfico.