El curso escolar ha terminado y empiezan las vacaciones de verano para los niños libaneses. Es tiempo de nadar en el mar, de montar en bicicleta y de acostarse tarde porque no hay que madrugar para ir al colegio. Pero, para los hijos de Mustafa El Sayyed no habrá diferencia.

Desde hace más de ocho meses, los hijos del libanés Mustafa viven en el colegio público “Model” de la ciudad costera de Tiro, convertido en refugio para un millar de personas que, como ellos, han huido de sus hogares en la frontera con Israel. Familias con tropeles de niños, de entre cinco y doce años, se han instalado en las aulas hacinadas de esta escuela, que se han convertido en su nuevo hogar.   

Las altas temperaturas no invitan a salir. Cobijándose del calor, echados en el suelo del aula, Alina y sus cinco hermanos se pelean por el teléfono móvil de su padre para jugar con él. El griterío se oye hasta el pasillo, pero Mustafa no les reprende. 

“Qué voy a decirles cuando no hay nada que hacer aquí.  Estamos muy cansados de esta situación”, lamenta.   

Los hijos de Mustafa no han vuelto a ir a clase desde que se marcharon de Beit Leef, cuando empezaron los bombardeos a principios de octubre, tras el inicio de la guerra en Gaza.

 Alina y su hermano mellizo, Hassan, son los mayores y tienen 11 años. Este año deberían haber terminado el último curso de primaria.  “No hemos hecho los exámenes y no vamos a poder pasar a la secundaria”, lamenta Alina, que se considera buena estudiante. 

“Echo de menos mi escuela, las clases y a los compañeros. No sabemos si vamos a poder volver al colegio el curso que viene”, se queja la niña.  Hassan no es tan buen estudiante como Alina y lo que más extraña es montar en su bicicleta. 

“Aquí no podemos hacer ninguna actividad física. Es muy aburrido estar todo el día sin hacer nada”, exclama Hassan. 

Son pocas las alternativas que ofrece el refugio para poder romper con el tedio de la rutina. Los hijos de Mustafa son un ejemplo de la difícil situación que enfrentan miles de niños que han tenido que huir de sus hogares por la violencia en la frontera.  

“Es muy importante que los niños tengan un espacio para desarrollar actividades artísticas y aliviar la presión de las condiciones a las que han sido sometidos por la guerra y el estrés de estar desplazados. Estas condiciones también afectan a los padres, ya que no tienen la energía y la paciencia con sus hijos”, señala Bahía Zayad, pedagoga y voluntaria de las clases de arteterapia que dirige Kassem Istanbouli, de la Asociación Tiro por las Artes.

A través de la iniciativa del “Autobús del Arte por la Paz”, que coordina Kassem Istanbouli, los niños desplazados de las escuelas de Tiro asisten un par de veces al mes a estas actividades artísticas que les ayudan a afrontar las dificultades. 

“Cuando los niños vienen aquí, pueden expresarse a través del arte. Tenemos tres clases diferentes de fotografía, teatro y dibujo a las que pueden asistir libremente, de modo que cuando regresan al refugio con sus padres se sienten un poco mejor”, subraya Zayad. 

Más de 70 centros educativos en el sur del Líbano han tenido que cerrar sus puertas, según datos del Ministerio de Educación, generando un impacto directo en la educación de unos 30.000 niños.

Los desplazamientos forzados por las hostilidades en curso entre Hezbolá e Israel han privado a más de 90.000 desplazados de todos los servicios esenciales. Teniendo en cuenta que el Líbano sufre una profunda crisis económica desde 2019, con los servicios públicos al borde del colapso, ahora el conflicto en la frontera ha agravado aún más la situación y el Gobierno no es capaz de satisfacer las demandas de asistencia de los desplazados.   

“El mayor problema es que nunca imaginamos que el conflicto fuera a durar tanto. Estamos trabajando por encima de nuestras capacidades, tanto a nivel humano como de distribución de la ayuda”, explica Mortada Muhna, coordinador de gestión de desastres en la municipalidad de Tiro.  

“La guerra en el sur del Líbano ha impactado en todos los aspectos de la vida de los niños” manifiesta a France 24 en Español Ettie Higgins, representante adjunta de Unicef en el Líbano.  

“Estamos viendo su educación interrumpida. Estamos viendo a sus familias destrozadas. Estamos viendo a niños que han tenido que desplazarse de sus hogares, en muchos casos desde el comienzo de la guerra. Por lo tanto, su bienestar psicológico y psicosocial se ha visto muy afectado.”, advierte la responsable de Unicef.

Higgins abunda sobre los problemas psicológicos que arrastrarán los niños que han perdido amigos o, en algunos casos, hermanos:

“Estamos viendo un impacto profundo en los niños que hace aumentar los niveles de ansiedad. Incluso si solo hay aviones sobrevolando o si oyen ruidos fuertes, eso hace que no duerman por la noche”.  

“Son signos de trauma emocional duraderos”, insiste la responsable de Unicef antes de agregar que, incluso cuando los niños logran regresar a la escuela, “a veces no pueden concentrarse en su estudio y son muy apáticos y no quieren estudiar”.  

Las actividades solidarias y artísticas han contribuido a que los niños desplazados recuperen un poco de normalidad, pero nada podrá devolverles lo que han perdido, excepto el fin de la guerra y el regreso a sus hogares.