Tras debatirse un mes entre la vida y la muerte, el 12 de enero falleció en Río de Janeiro Gastón Fernando Burlón, exsecretario de Turismo de Bariloche. El argentino, de 51 años, estaba visitando Brasil con su familia y se dirigía al Cristo Redentor, cuando el GPS lo guio hasta la favela Escondidinho. Allí su auto fue atacado por narcotraficantes armados y recibió un disparo en la cabeza. 

Tras ser atacado a tiros, el 12 de diciembre, Gastón Fernando Burlón, exsecretario de Turismo de Bariloche (Argentina), pasó un mes en el hospital y, tras registrar una cierta mejoría, sucumbió a las heridas. 

Este suceso podría ser considerado un hecho aislado. Pero, solo el año pasado al menos 18 personas fueron baleadas después de entrar en una favela carioca siguiendo las indicaciones del GPS.

Una de las últimas víctimas fue Dielly da Silva, una joven originaria del estado brasileño de Bahía, que viajó a Río de Janeiro para pasar la Nochevieja. Diely iba a una fiesta con una amiga en un vehículo de aplicativo. Por el camino, el conductor entró por error en la favela Fontela y, de nuevo, fueron recibidos a tiros por los narcotraficantes. La joven fue baleada en la cabeza y murió en el acto. Su amiga resultó herida. El conductor logró manejar un kilómetro para pedir ayuda a la Policía Militar. 

El riesgo de recibir un tiro en una favela no es el único al que están expuestos tanto los habitantes de la llamada ‘Ciudad Maravillosa’, como los turistas que la visitan.

"En Río, una tragedia anula la anterior"

En 2024 las balas perdidas impactaron a 104 personas, 22 fallecieron, entre ellas Gisele Mendes de Souza e Mello, una médica de la Armada que estaba dando una conferencia en un hospital militar rodeado de favelas. La médica fue auxiliada rápidamente, pero murió horas después. Este caso suscitó una breve conmoción en la sociedad civil, anestesiada ante la ola de violencia que sacude el país. 

France 24 preguntó a Octavio Guedes, un periodista de la cadena Globo con tres décadas de experiencia, por qué cree la reacción ante este tipo de ataques es cada vez más tibia.

“Porque en Río de Janeiro una tragedia anula la anterior. Entonces, en el pasado había más revuelo por delitos que afectaban principalmente a la clase media y la repercusión en los medios de comunicación duraba uno o dos meses. Hoy eso ya no existe, porque el lunes hay una tragedia, el martes otra y el miércoles otra: una tragedia anula otra y la sociedad está absolutamente desesperada”, señala. 

No solo las más de 1.700 favelas de Río de Janeiro entrañan el peligro. En la noche de Navidad, una joven de 26 años recibió un disparo en la cabeza en un puesto de control de la Policía Federal de Caminos.

Sin lugar seguro

Juliana Leite Rangel se dirigía con su familia a la ciudad de Niterói, localizada al otro lado de la Bahía de Guanabara, donde pasaría las fiestas junto a otros familiares, cuando su vehículo fue alcanzado por disparos en una carretera que atraviesa una localidad suburbana conocida como Baixada Fluminense. 

El padre, que conducía el vehículo, afirmó a la prensa local que encendió inmediatamente el sistema seta, cuando escuchó la sirena de la patrulla, para indicar que se iba a detener. Pero, asegura, los agentes se bajaron del vehículo disparando. Tres semanas después, la joven sigue hospitalizada y no consigue hablar, pero pide justicia por escrito, en un billete que entregó a su madre. 

La galería de horrores cotidianos pasados y recientes es amplia.

En octubre de 2023, tres médicos fueron ejecutados cuando conversaban en un quiosco de playa en un área residencial de Río llamada Barra de Tijuca. Los asesinos a sueldo los confundieron con milicianos, es decir miembros de una mafia local integrada por expolicías y exmilitares. Y ese modus operandi se ha ido repitiendo a lo largo de los meses.

El 14 de diciembre, cuatro hombres reunidos en un bar en Nova Iguaçu, una ciudad de la Baixada Fluminense, fueron baleados porque, de nuevo, fueron confundidos con milicianos de la región. Y el 10 de enero, otro hombre de 40 años fue asesinado en una favela del barrio carioca de Bangu. Según testigos, los narcotraficantes lo confundieron con un miliciano solo porque vestía de negro. 

La aceptación de las "áreas de guerra"

Para Daniel Cerqueira, miembro del Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas (Ipea) y también creador y coordinador del Atlas de la Violencia, esta indiferencia de la sociedad ante la escalada de la violencia está ligada al racismo estructural.

“Muchas de estas personas fueron asesinadas en áreas que la sociedad acepta como áreas de guerra. ¿Y por qué se tolera esta guerra? Porque allí viven negros, pobres, habitantes de favelas”, explica Cerqueira a France 24.

“Ante la pregunta ‘¿por qué estos extranjeros fueron a parar en una favela?', la respuesta es que se equivocaron, pobrecitos. Pero en realidad es un efecto secundario de esta guerra que todo el mundo tolera. Estas personas no fueron asesinadas en la zona noble de las playas turísticas. Fueron asesinados en una zona de guerra. Es como si un extranjero entrase en la Franja de Gaza y lo matasen. La gente diría: ¡vaya, ese tipo estaba en Gaza, ¿verdad? Los cariocas admiten esta guerra”, agrega. 

Los indicadores de la violencia son contradictorios. Por un lado, en los primeros 15 días de 2025, al menos 135 tiroteos ocurrieron en la región metropolitana de Río de Janeiro, lo que representa un aumento del 36% con respecto a la primera quincena de 2024, cuando hubo 99 tiroteos. Son datos del Instituto Fogo Cruzado.

Muchos de estos embates armados son consecuencia de la guerra librada por la principal facción del narcotráfico, el Comando Vermelho (Comando Rojo), contra las milicias por el control de territorios y actividades ilícitas.

Al mismo tiempo, el Atlas de la Violencia revela que la tasa de homicidios en Río de Janeiro cayó un 26% en 11 años. En el primer año de la serie, esta tasa fue de 28,9 asesinatos por cada 100.000 habitantes. En 2022, alcanzó las 21,4 muertes. El pico de violencia letal en el estado de Río se produjo en 2017 y 2018, cuando la tasa alcanzó 37,6 homicidios por cada 100.000 habitantes. 

“Si Brasil fuera un país desarrollado, estos datos serían el fin del mundo: implicarían la destitución del gobernador y del secretario de Seguridad, porque serían inaceptables. Pero aquí se admite. De hecho, el único elemento de denuncia que tenemos es la prensa que informa. Cada noticia permanece durante un tiempo y luego muere porque enseguida aparece otra más cruenta. Y nadie toma ninguna medida y sigue el juego de la vida y de la muerte”, afirma Cerqueira. 

“Si Brasil fuera un país desarrollado, estos datos serían el fin del mundo: implicarían la destitución del gobernador y del secretario de Seguridad, porque serían inaceptables. Pero aquí se admite.

"Colocar todo el peso sobre la prensa es una exageración"

La cuestión es si los medios de comunicación podrían o deberían intentar despertar una reacción en la sociedad civil para contrarrestar la indiferencia.

“Creo que colocar todo el peso sobre los hombros de la prensa es una exageración. No creo que sea el papel de la prensa. Dudo de su eficacia, porque ya se ha hecho en la época en que organizaciones sociales como ‘Viva Río’ luchaba activamente contra la violencia y contaban con el apoyo de todos los periódicos. Nosotros también estamos cansados ​​de estas soluciones. De nada sirve si no hay, por ejemplo, una purga policial a través de un órgano de control externo. Así que en este debate no tiene sentido que solo se unan los periódicos”, señala Octavio Guedes. 

“Yo creo que ese es el papel de toda la sociedad, incluidos los medios de comunicación. Claro que cada uno tiene su parcela de poder, pero la prensa claramente tiene un papel central en este proceso, especialmente la prensa crítica capaz de mostrar las causas de la violencia: qué hicieron las autoridades, cuáles fueron las políticas implementadas, qué control tiene el Gobierno sobre las malas conductas de la Policía”, afirma el investigador Daniel Cerqueira.

Esto es "fundamental cuando, por ejemplo, hay una fuerza policial como la de São Paulo, donde estaba bajando el número de muertes a manos de los agentes y de repente, tras la llegada de otro gobernador, comienzan a aumentar”, añade. 

Se refiere a Tarcísio de Freitas, el político de derecha considerado un posible sucesor del exmandatario de extrema derecha Jair Bolsonaro, inhabilitado políticamente por el Tribunal Superior Electoral hasta 2030.

Entre el apoyo a la línea dura y el miedo

Hoy, más del 50% de los brasileños aprueba la línea dura de la Policía Militar de São Paulo, inaugurada por Tarcísio de Freitas. Aunque en los primeros dos años de su mandato, las muertes provocadas por policías aumentaron un 65%. 

Al mismo tiempo, una encuesta revela que el 51% de los brasileños afirma tener más miedo que confianza en la Policía. Esta sensación empeora a raíz de operativos policiales agresivos, como el que a principios de enero causó la muerte de cuatro personas en el campus de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), una de las principales instituciones de investigación científicas de Brasil.

Los agentes estaban investigando a un grupo de narcos y entraron en el centro disparando. Cuatro sospechosos fallecieron y una empleada de la unidad responsable por la producción de vacunas resultó herida tras ser alcanzada por fragmentos de proyectil que rompieron el cristal de una sala. El episodio fue registrado por los principales canales de televisión, pero acabó diluido en el maremágnum de sucesos que a diario contribuyen a alimentar la indiferencia de los telespectadores.