Tras la pandemia, México vivió un 'boom' turístico que lo ha colocado como uno de los destinos predilectos de los viajeros internacionales y nómadas digitales, quienes son la cara visible de una crisis inmobiliaria, en la que cada día es más complicado acceder a una vivienda.
Acceder a una vivienda digna en la Ciudad de México es una misión casi imposible, a pesar de que se trata de un derecho constitucional. Al igual que otras grandes urbes mexicanas, como Guadalajara o Monterrey, las mejores zonas de la capital atraviesan un proceso de gentrificación, que ha elevado el costo del alquiler a niveles poco accesibles para el grueso de la población.
En zonas icónicas de la Ciudad de México, como la Condesa o la Roma, los precios de las rentas por un departamento alcanzan los 2.500 dólares mensuales o más. De tal forma que solo un sector privilegiado de personas puede pagarlos, teniendo en cuenta que el salario mínimo general en México apenas alcanza los 373 dólares al mes.
Esto ha impulsado la gentrificación, que implica, básicamente, el desplazamiento de la población originaria de un área por parte de otra con un mayor poder adquisitivo.
Quienes pueden pagar sin problema son, usualmente, extranjeros con trabajo remoto que cobran en dólares estadounidenses y gastan en pesos mexicanos. Se trata de los llamados nómadas digitales, que llegaron en masa durante la pandemia, en medio de una migración privilegiada, y aprovecharon la vorágine por la vivienda para instalarse en estas zonas, pagando meses por adelantado.
Su presencia ha generado polémica y son vistos como responsables de la gentrificación, pero, según especialistas consultados por France 24, ellos solo son una parte del problema ya que de fondo hay una enorme crisis de acceso a la vivienda y una falta de regulación en los precios de las rentas por parte de autoridades.
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Precios de los alquileres sin control
En los últimos 16 años, los precios del alquiler de vivienda en la Ciudad de México han tenido aumentos ocho veces mayores al salario mínimo general y no va a la par de la inflación, según cifras del Gobierno capitalino.
Cifras de la plataforma inmobiliaria Houm muestran que las rentas en la capital mexicana van de los 300 hasta los 2,500 dólares en zonas como Cuauhtémoc o Álvaro Obregón. El área de Miguel Hidalgo fue la que registró el mayor aumento en la capital en el último año, ya que los precios subieron 15% entre 2023 y 2024.
De hecho la Ciudad de México es la más cara para arrendar departamentos de clase media entre 17 ciudades latinoamericanas, según un informe elaborado por sitios especializados como Lamudi México, Properati y Trovit donde también aparecen Guadalajara y Monterrey en tercer y cuarto lugar, respectivamente.
Rosalba González Lloyde, maestra en Desarrollo Urbano por la Pontificia Universidad Católica de Chile, explicó a France 24 que la gentrificación vivida en la capital de México se remonta a principios de la década de los 2000, cuando zonas centrales de Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo y Benito Juárez experimentaron una renovación urbana, que permitió el mejoramiento de las viviendas y los servicios públicos. Esto gracias a programas sociales impulsados por los Gobiernos de Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, con lo cual el valor del uso de suelo aumentó.
Estas medidas permitieron la renovación de viejos edificios habitacionales en los barrios más famosos, la creación de nuevos departamentos y la llegada de comercios novedosos. La rehabilitación estuvo acompañada del saneamiento de las calles, aumento en las redes de transporte, mejoras en los servicios públicos, como el alumbrado público, la seguridad, suministro de agua y recolección de basura.
La nueva cara de cada localidad capitalina sumada a su ubicación estratégica, el acceso a áreas verdes y capital cultural provocaron un aumento en el costo de las viviendas y, en los peores casos, la salida de los habitantes originales por falta de recursos para costear el aumento de los precios y así dar paso a personas con una mayor capacidad financiera. Es decir, la gentrificación.
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Desplazamiento de inquilinos por la gentrificación
A diferencia de barrios, conocidos como colonias, como la Condesa, donde la población siempre ha estado dentro del espectro de la clase media, en vecindarios populares, donde el perfil de sus habitantes es obrero y trabajador, los procesos de la gentrificación son más visibles.
Un ejemplo es la de Doctores, vecina de la Roma y donde las viejas vecindades son compradas por desarrolladores inmobiliarios que las transforman en conjuntos habitacionales dirigidos a otro perfil de habitantes.
“En la (colonia) Doctores es muy claro, sobre todo para la población obrera con estudios de bachillerato en promedio (…) Ya tenemos desarrollos inmobiliarios de departamentos de 50 metros cuadrados en 2,5 millones y medio de pesos (unos 120.000 dólares)”, comentó González Lloyde, quien se pregunta por el destino de los habitantes originales que se fueron para dar paso al nuevo perfil de vecino, que busca un espacio y tiene un poder adquisitivo para quedarse.
La también profesora en la Universidad Nacional Autónoma de México precisó que los desplazamientos de habitantes también pueden ser producto de otros factores como una mejor oferta laboral por lo que no se puede hablar de gentrificación en esos casos. “Tal vez accedieron a un crédito de vivienda pero, por sus ingresos los asignaron en la periferia, y lo que provocan son fenómenos que vemos todos los días de personas que van hacia el centro de la ciudad y viceversa, que pasan tres o cuatro horas de su jornada en el transporte público”, indica González.
Renovación generacional de los habitantes
Otro factor ligado al aumento en el precio de las viviendas en barrios como Roma y Condesa es la renovación de los habitantes por un cambio generacional, que no está relacionado con la gentrificación.
González Lloyde explica a France 24 que estos dueños tienen un perfil particular, al ser herederos de los inmuebles, hijos de padres que les dieron estudios profesionales y la posibilidad de acceder a una mejor posición socioeconómica, con nuevas costumbres que permean la convivencia del barrio.
Hay también dueños de inmuebles que optan por renovar los espacios para rentarlos a precios elevados, ya que el mercado inmobiliario participa en la producción de vivienda ante la falta de sistemas oficiales para regular el suelo.
“Si tú eres dueño de un predio bien ubicado y el mercado te permite venderlo o desarrollarlo para un mercado privado, vas a tratar de obtener el mayor beneficio. Esa es la propiedad privada y las reglas del mercado cuando este no está regulado”, precisó la especialista.
La gentrificación no es exclusiva de las grandes urbes
La gentrificación, sin embargo, no es exclusiva de las grandes urbes mexicanas. Tras la pandemia, en el municipio de Tepoztlán, en Morelos, a dos horas de viaje al sur de la capital mexicana, se vive un fenómeno de migración privilegiada que ha provocado cambios en las dinámicas sociales y una huella ambiental importante debido a la presencia de nuevos habitantes.
Alejandro Ikingari Vargas Guzmán, investigador por la Universidad Autónoma Metropolitana especializado en migración privilegiada, narró a France 24 que una red de contactos bien establecida en Ciudad de México permitió la llegada de migrantes argentinos, franceses y chilenos dedicados al arte, la academia y un alto nivel económico a esta región.
“A raíz de la pandemia en la Ciudad de México empiezan a llegar la clase media-alta del extranjero y la clase alta de la CDMX sale a pueblos como Tepoztlán a establecerse y hacer su propio proceso de gentrificación”, dijo el especialista en proyectos de ordenamiento territorial.
Vargas ha podido observar cómo la migración privilegiada en esta zona guarda relación con procesos que él describe como neocolonialismo, donde la población local se beneficia del poder adquisitivo de los nuevos habitantes, pero luego se vuelven dependientes de ellos y están sujetos a que les impongan su jurisdicción o creencias.
El investigador denunció que la presencia de estas nuevas comunidades con un perfil extractivista ha provocado escasez de agua y un desorden ecológico ya que “traen plantas que ellos identifican como bonitas o beneficiosas que pueden generar un daño ecológico en la zona ya que podrían ser especies invasoras"
"Otro problema muy importante son los perros de raza, la gente los compra o los adopta y cuando crecen los abandonan entonces se genera una jauría que empieza a depredar las especies locales”, ejemplifica.
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Gentrificación y vivienda en el ojo de autoridades
Para contrarrestar la gentrificación y sus efectos, el Congreso de la Ciudad de México aprobó una serie de reformas a las leyes de Turismo, Vivienda y Reconstrucción impulsadas por el jefe de Gobierno interino, Martí Batres.
Entre las medidas, publicadas en el Diario Oficial de la Federal el pasado 3 de octubre, está el tope a los aumentos anuales de los precios de las rentas, que ahora no podrán superar la inflación registrada por el Banco de México.
Las modificaciones a la Ley de Vivienda contemplan también la creación de una plataforma electrónica para que los arrendadores registren de forma obligatoria los contratos de autorización inmediata en los primeros 30 días tras la firma.
Una de las mayores novedades está en el artículo 1 de la Ley de Reconstrucción Integral, donde se garantiza la construcción de vivienda pública que será ofrecida con precios accesibles a personas con bajos ingresos, como aquellos que se encuentren en situación de pobreza, madres solteras, obreros y jóvenes de entre 18 y 35 años.
En cuanto a la Ley de Turismo, la reforma busca reducir el acaparamiento de las viviendas en plataformas de alojamiento temporal como Airbnb al establecer que una propiedad no puede ser rentada en más del 50% de las noches anuales. De igual forma, tampoco pueden ser alquilados aquellos inmuebles con fines sociales ni las viviendas reconstruidas.
Aunque estas medidas ya entraron en vigor, queda por ver si resultan efectivas para quienes buscan un espacio digno para vivir, en medio de una crisis inmobiliaria donde cada año cerca de 100.000 personas son desplazadas de la capital por no poder pagar el costo de una vivienda.