La anunciada investidura de Nicolás Maduro puede marcar un punto de inflexión en las relaciones entre Brasil y Venezuela, que no pasan por su mejor momento. El presidente del país más grande de América Latina, Luiz Inácio Lula da Silva, no viajará a Caracas para participar en la ceremonia oficial. Mandatarios de países vecinos, como Colombia o México, tampoco asistirán.
El Gobierno de Brasil, que no ha reconocido la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones del pasado 28 julio, planea enviar a su embajadora en Caracas, Glivânia Maria de Oliveira, a la investidura presidencial en Venezuela.
El viernes 10 de enero, el próximo presidente de Venezuela tomará posesión de su cargo. Esto, en medio de una pugna entre el actual mandatario, el chavista Nicolás Maduro, y el líder opositor venezolano, Edmundo González Urrutia, ya que los dos aseguran que juramentarán como jefe de Estado de la nación latinoamericana.
El gobernante brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, que ha intentado mediar en el conflicto tras las denuncias de fraude en las elecciones, no asistirá a la ceremonia programada por el oficialismo. Además, Lula ni siquiera recibió una invitación directa. El Gobierno venezolano se limitó a enviar un llamado formal al cuerpo diplomático brasileño.
La frialdad entre ambos mandatarios, que en un pasado reciente fueron cercanos, no es ninguna sorpresa. El progresivo distanciamiento se ha intensificado en los últimos meses, tras la negativa de Maduro a presentar las actas para demostrar que no hubo fraude durante las últimas elecciones presidenciales.
La relación se venía desgastando desde marzo de 2024, cuando Lula expresó públicamente su preocupación tras la decisión de la Corte Suprema de Venezuela de bloquear la candidatura de la líder de la oposición, María Corina Machado.
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"La decisión de no ir es correcta"
Después de las elecciones, Lula siguió insistiendo en la necesidad de publicar las actas, en línea con otros presidentes de la región como el colombiano Gustavo Petro y la mexicana Claudia Sheinbaum, quien asumió el cargo en octubre.
“Creo que el comportamiento de Maduro es decepcionante”, declaró Lula a principios de septiembre en una entrevista con una radio brasileña. En el mismo mes, el asesor especial de la Presidencia, Celso Amorim, descartó la posibilidad de que el presidente Lula asistiera a la toma de posesión de Nicolás Maduro.
“Creo que la decisión de no ir es correcta. Y la opción de enviar a la embajadora en su representación, que ya se encuentra allí, es una señal muy fuerte”, señaló a France 24 Leonardo Paz Neves, politólogo y analista del Núcleo de Prospección e Inteligencia Internacional de la Fundación Getúlio Vargas (FGV).
“Gilvânia de Oliveira representa el nivel más bajo de representación institucional que Brasil puede enviar. Entonces es un mensaje bastante claro de que la relación está tensa”, agrega.
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Una relación necesaria
Oficialmente, Brasil no ha reconocido la victoria de Maduro, ni la del aspirante Edmundo González. En el lenguaje diplomático, esto significa que el gigante latinoamericano percibe con incertidumbre el resultado de las elecciones.
Aun así, Lula decidió no cerrar la embajada en Caracas, ni convocar al embajador en el país de vuelta, porque entiende que es conveniente mantener abiertos los canales diplomáticos.
Ambos países comparten 2.200 kilómetros de fronteras terrestres y tienen muchos intereses en común: cerca de 25.000 brasileños viven en Venezuela; además, entre 2003 y 2022 Brasil exportó a Venezuela productos y servicios por un valor de 52.900 millones de dólares e importó por 10.500 millones de dólares, lo que arroja un saldo positivo de 42.400 millones de dólares.
Este flujo comercial fue más intenso durante los años en que Brasil estuvo gobernado por la formación de Lula, el izquierdista Partido de los Trabajadores, entre 2003 y 2016.
Pero, los dos países empezaron a distanciarse en 2016, tras el 'impeachment' (destitución) de Dilma Rousseff, correligionaria de Lula, algo que el presidente venezolano calificó de golpe de Estado.
Con la llegada al poder del líder de extrema derecha Jair Bolsonaro se produjo una ruptura total. En 2019, cuando asumió el poder, Bolsonaro dejó de reconocer a Maduro como presidente venezolano y aceptó al opositor Juan Guaidó como mandatario interino.
Sin embargo, en enero de 2023, solo 19 días después de asumir nuevamente la Presidencia, Lula restableció la embajada brasileña en Caracas y declaró su apoyo al Gobierno de Maduro.
“Brasil necesita mantener una relación con Venezuela. No tiene por qué ser necesariamente una relación política, con Lula amigo de Maduro, sino una relación cordial. Hay muchos venezolanos en Brasil y muchos brasileños en Venezuela. Hay capital privado en ambos países. Entonces, los canales institucionales precisan estar operativos para que estas cosas funcionen”, señala Paz Neves.
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Brasil, en medio de la tensión regional con Maduro
Desde que Maduro llegó al Palacio de Miraflores, en 2013, Venezuela ha enfrentado diversas crisis políticas, sociales y económicas.
Brasil siempre ha condenado las sanciones económicas impuestas al país vecino, pero comenzó a exigir transparencia al Gobierno de Maduro en el proceso electoral.
Mirando al resto de la región, el presidente de Chile, el progresista Gabriel Boric, ha sido quizás la figura más crítica con el líder venezolano. Incluso, a principios de este mes, Boric retiró a su embajador en Venezuela por el que considera un “fraude electoral perpetrado por el régimen” de Maduro. Analistas políticos consultados por France 24 no creen que esta postura pueda haber sido influenciada por la actitud de Lula.
“En mi opinión, Brasil no está encabezando ninguna reacción porque hasta hace poco tenía una postura dudosa hacia Venezuela. Y eso se debe precisamente a que el Gobierno de Maduro, de alguna manera, tiene una visión de la economía política internacional más cercana a Lula”, afirma José Luiz Niemeyer, politólogo y profesor de Relaciones Internacionales del Instituto Brasileño de Mercado de Capitales de Río de Janeiro (IBMEC).
“Veo que Brasil, como Colombia y México, está asumiendo una postura crítica con relación a lo que viene sucediendo en Venezuela, pero no está liderando”, completa Niemeyer.
Por su parte, Paz Neves considera que, por un lado, “México tiene su propia agenda. Por otra parte, no hay otro país con una situación tan compleja en la frontera con Venezuela como Colombia. Este país tiene que mantener una relación institucional con Venezuela. Entonces, hay una dinámica que va mucho más allá de las decisiones de Brasil”.
“Creo que si hay un país que está influyendo en este escenario es Estados Unidos. No podemos olvidar que Donald Trump va a asumir el poder 10 días después de Maduro. Y ya hay algunos líderes que se están alejando de Venezuela en este momento, intentando medir una posible reacción de Trump contra los amigos de Venezuela”, añade.
Mientras tanto, desde Panamá el líder de la oposición venezolana, Edmundo González Urrutia, ha asegurado que continuará la “lucha hasta lograr hacer respetar la voluntad del pueblo venezolano”.
Sus declaraciones se producen en medio de la denuncia de una ola de detenciones en Venezuela, con el fin, dicen los críticos del chavismo, de desmoralizar las protestas planeadas contra la investidura de Maduro para su tercer mandato de seis años.
González Urrutia está recorriendo América Latina y Estados Unidos en busca de respaldos internacionales antes del 10 de enero, fecha en la que asegura que asumirá la Presidencia de Venezuela. En su gira se ha reunido con Javier Milei en Argentina, con Luis Lacalle Pou en Uruguay, con Joe Biden en la Casa Blanca y, tras su visita a Panamá, tiene previsto ir a República Dominicana.
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La tensión en Venezuela es máxima y la sociedad está en vilo.
“No sé si Edmundo González tiene algún tipo de nexo con los militares y con la élite política o si tiene apoyos para intentar provocar un levantamiento en el país. Si realmente el pueblo se levanta contra el Gobierno de Maduro y toma las armas, entonces habrá mucha gente huyendo. Y Brasil claramente volverá a ser el destino de muchos refugiados de esta eventual crisis”, conjetura Leonardo Paz Neves.
En este escenario hipotético, Lula podría postularse como mediador político.
“Si Maduro capitulase, creo que sería muy importante para Lula, en el sentido diplomático, lograr una transición que beneficie, de cierta manera, al pueblo venezolano", añade el analista.
"Entonces, si Maduro pidiese ayuda, creo que Lula terminaría interviniendo, porque ve capital político en esto”, concluye.
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