La caída de Bashar al-Assad reorganiza las cartas en Medio Oriente porque con el desmantelamiento del 'Eje de la resistencia', Irán se encuentra más aislado que nunca. La República Islámica podría verse obligada a redefinir su política de seguridad y su injerencia en Medio Oriente.
Las imágenes de la Embajada iraní saqueada el domingo 8 de diciembre en Damasco por un grupo de rebeldes sirios tras su ofensiva sobre la capital marcan un punto de inflexión. Retratos del líder supremo Alí Jamenei y del ayatolá Jomeini cubrían el suelo. Se rompieron carteles que glorificaban a Hassan Nasrallah, el líder del Hezbolá en Líbano, asesinado en septiembre durante un ataque israelí en los suburbios del sur de Beirut, y al general iraní Qassem Soleimani, que murió en un ataque estadounidense en Irak en 2020. Teherán, el principal aliado de Bashar al-Assad, ya no tiene el control.
El día anterior, los diplomáticos iraníes habían evacuado las instalaciones, los comandantes militares –incluidos altos oficiales de la Fuerza Al-Quds, rama externa de la Guardia Revolucionaria– y todo el personal iraní en Siria habían abandonado el país con urgencia, una señal de la incapacidad de Irán para mantener en el poder al régimen de Bashar al-Assad frente a la ofensiva relámpago de los rebeldes.
El tono dictado por Teherán también había cambiado pocas horas antes de la rendición de Damasco. La diplomacia iraní pidió el sábado al “Gobierno sirio y a los grupos legítimos de oposición” que inicien negociaciones. Un cambio de nombre respecto a los futuros amos de Siria. Hasta ahora, Teherán nunca había mencionado una “oposición” siria, sino “terroristas”.
El domingo, el Ministerio de Asuntos Exteriores iraní dio un paso más. Irán dijo que quería adoptar "un enfoque y posiciones apropiadas" basadas en "los acontecimientos en Siria y en la región, así como el comportamiento de los actores" en el terreno, y pidió la continuación de las relaciones "amistosas" con Siria.
La familia Assad es el principal aliado de Irán desde la Revolución Islámica de 1979. "Siria fue el único país árabe de la región que apoyó a Irán durante la guerra Irán-Irak, mientras que todos los demás países árabes apoyaron a Irak", recuerda el corresponsal de France 24 en Teherán, Siavosh Ghazi. "Luego, desde 2011, Irán ha apoyado al régimen del presidente Assad a pesar de la oposición de todos los demás países árabes de la región".
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"El eje de resistencia tal como lo conocíamos ya no existe"
Para Irán, Siria sirvió durante años sobre todo de corredor para transportar su apoyo logístico en armas a Hezbolá en Líbano y a Hamás en Gaza, garantizando así la seguridad del 'Eje de la resistencia' y ejerciendo la disuasión lejos de sus propias fronteras. “La plataforma que representaba Siria para la proyección del régimen iraní en el Mediterráneo ha desaparecido”, señala Jonathan Piron, historiador especializado en Irán del centro de investigación Etopia de Bruselas.
“El 'Eje de resistencia' tal como lo conocíamos ya no existe”, concluye. "Con la intervención israelí en Líbano, Hezbolá ya no existe. En cualquier caso, su capacidad de acción ha disminuido enormemente. A partir de ahora, la Siria de Assad tampoco existe. Los principales pilares del 'Eje de la resistencia' han desaparecido. ¿Qué queda todavía hoy? Los hutíes (en Yemen), pero tienen su propia agenda y están lejos de Teherán y de las milicias iraquíes, que se han negado a intervenir en los últimos días en suelo sirio para ayudar a Bashar al-Assad".
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Un colapso predicho por Benjamin Netanyahu
Para David Rigoulet-Roze, redactor jefe de la revista 'Orients Stratégies' e investigador adscrito a Ifas y asociado a Iris, esta explosión del eje de la "resistencia" es una de las consecuencias directas del 7 de octubre y el resultado de la estrategia israelí.
"La primera réplica fue la guerra en Gaza contra Hamás, en respuesta inmediata a la tragedia del 7 de octubre. Esta fue sin duda la primera secuencia de un escenario más amplio. La segunda fue la guerra de desgaste llevada a cabo contra Hezbolá en el Líbano, el primer representante iraní que intervino atacando a Israel con disparos desde el 8 de octubre en solidaridad con Hamás. La caída de Bashar al-Assad podría aparecer como una tercera etapa inducida por las dos anteriores", explica. El investigador, que recuerda una declaración del primer ministro israelí del 9 de octubre de 2023: “Lo que Hamás va a vivir será difícil y terrible (…), vamos a cambiar Medio Oriente”, dijo entonces Netanyahu.
Si Bashar al-Assad cayó, explica David Rigoulet-Roze, también se debe sin duda a que Irán está en gran medida debilitado por la devaluación estratégica de sus representantes, en primer lugar, Hezbolá. "Normalmente es Hezbolá quien lucha para defender los intereses iraníes protegiendo a Bashar al-Assad, pero Hezbolá tuvo que repatriar muchas de sus tropas a Líbano en su confrontación con Israel. Así que Assad se encontró un poco como un 'rey desnudo', especialmente desde que los rusos ya no pudieron salvar al régimen sirio debido a su compromiso masivo en Ucrania".
"El régimen iraní tendrá que repensar su seguridad"
Sin embargo, durante años, la República Islámica de Irán ha basado su disuasión en esta alianza que se extiende desde Teherán hasta Beirut, haciendo retroceder aún más sus fronteras y planteando la amenaza de una intervención de Hezbolá, o las milicias chiitas iraquíes, contra sus enemigos, entre los que se encuentra Israel en primer lugar.
"Irán se encuentra en una situación de debilidad sin precedentes. Su perímetro de seguridad se limita actualmente a sus fronteras. El régimen iraní tendrá que repensar su seguridad", subraya Jonathan Piron. En estas circunstancias, Irán podría querer acelerar la adquisición de armas nucleares para proteger su territorio y garantizar la supervivencia de su régimen, apunta.
Adaptado de su original en francés