’Siempre Efímeros, Nunca Sin Memoria' es la exposición que recoge 40 años de producción de más de 30 artistas urbanos ecuatorianos. Bajo la curaduría de María Fernanda López, la muestra es un hito porque se constituye como la primera de arte urbano en el país andino que se plantea para las salas principales de un espacio institucional especializado en arte contemporáneo. Las más de 60 obras e intervenciones reflexionan sobre lo efímero de este arte y su conexión con la memoria de todo un país. 

Las paredes de las salas del Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito fueron grafiteadas. Se pegaron posters, se pintaron murales. 

El olor a spray, los trazos superpuestos y las intervenciones en las paredes blancas simularon un cruce de calles que podría encontrarse en cualquier ciudad de Ecuador. La exposición 'Siempre efímeros, Nunca Sin Memoria', recoge cuatro décadas de arte de calle del país.

“Las nuevas generaciones tienen derecho de abrir un libro de historia de arte y encontrar a Miguel Varea, pero también a Los Fenómenos, a la Ratona, a la gente que está haciendo arte urbano”, dijo María Fernanda López, curadora y gestora del proyecto, que vio la necesidad de articular los hallazgos de esta expresión artística durante sus 17 años de trabajo en esta rama.

En entrevista con France 24 en español, subrayó la necesidad de visibilizar el arte urbano, de darle el lugar que se merece en la historia del arte ecuatoriano. “Hay que reflexionar sobre esas otras memorias y sobre esa otra historia del arte ecuatoriano porque son movimientos que, si bien no vienen de un pronunciamiento estético, son formas de habitar la ciudad y deben ser revisadas”, cuestionó López, al preguntarse: “¿Por qué se intenta invisibilizarlo de esa forma?, ¿porque no es arte?, no lo creo”.

La gestión de López ha sido llevar el arte urbano a los museos del sistema cultural ecuatoriano. “Ahí también deben estar para que se diversifique la escena. Aparte, no debemos consumir el mismo tipo de arte todos”, mencionó.

La muestra contiene obras de más de 30 artistas de todo el país. Con producciones que van desde la década de 1980, 1990, 2000, 2010, llegando al muralismo contemporáneo y al postgrafiti. Con narrativas urbanas diversas, estilos y líneas de trabajo que han marcado las calles del país. 

¿Qué memorias han guardado las calles? Es otra pregunta que intenta responder la muestra. Para López, siguen siendo los mismos sentimientos de insatisfacción, inseguridad “de absoluto abandono de parte de los gobiernos de turno que nos atraviesan desde 1980 hasta estos días”.

“Nos habla de la migración, de la pérdida de nuestra moneda (el sucre), del inconformismo político en el que vivimos. Invitamos al artista Alex Ron, protagonista del grafiti que tenía el acróstico en contra de Álvaro Noboa, el padre, no de (Daniel) Noboa, hijo (actual presidente)”, acotó. También están las luchas medioambientales, también la mirada y reflexión de los movimientos sociales. 

’Altares'

Paúl Guañuna murió en 2007. El joven estudiante fue detenido, junto a unos amigos, por escribir con un marcador en una pared al norte de Quito, capital de Ecuador. Sus dos amigos fueron liberados y vieron, por última vez, a Paúl a bordo del patrullero de la policía. Al día siguiente, su cuerpo fue encontrado en una quebrada. 

¿Por qué dibujar a Paúl?, se pregunta el artista quiteño conocido como Apxel, de 27 años.

“Relacioné su caso con la violencia directa (de la policía) con los jóvenes. Además, lo que lo hace más personal es que uno como artista urbano se enfrenta a las reacciones más radicales de la gente”, relató.

El trabajo de Apxel se ha enfocado en plasmar los rostros de víctimas de abusos policiales y militares, de injusticias sociales y casos de personas desaparecidas. “Mi línea de trabajo con estos retratos es crear una especie de altares, que pueda mover los afectos de personas ajenas a estos casos y apoyen su lucha. Incluso, el hablar de Paúl en este momento es un aporte a su memoria”, señaló.

Apxel espera que la gente vea el rostro de Paúl, lea su nombre y busque sobre su caso. “Es llevar un proceso de memoria y derechos humanos a través de esta expresión artística”.

Cuando la geometría se encuentra con el grafiti

La precisión matemática y la creatividad callejera se encuentran en el arte de Empliez, como se presenta en el mundo artístico Danny Tambaco. Para él, la matemática, su carrera, no es solo una disciplina abstracta, sino una herramienta que estructura sus intervenciones.

El joven artista de 29 años lleva más de 10 años interviniendo diferentes espacios de Quito con la técnica de graffiti lettering, que consiste en crear composiciones a partir de una palabra. 

“Las letras son un elemento muy fácil de deformar y se adapta a lo que queremos mostrar. El juego es buscar un estilo, combinar colores, utilizar distintas composiciones y materiales”, relató.

Su trabajo, como el de muchos artistas urbanos, emerge desde una convivencia con otros. “Es un acto social”, dijo Empliez, al mencionar que también busca la participación de la ciudadanía o de los residentes alrededor del muro que van a intervenir para que aporten con sus ideas.

En lo gris que puede ser una ciudad, su intención, contó el artista, también es devolver el color y la vida a estructuras olvidadas. “Que se dé cuenta que no es un delito intervenir un muro”, subrayó el artista. La propuesta, dijo, es transformar los espacios y reinterpretar el paisaje urbano. 

Cada intervención inicia con su tag (firma de artista). “Tiene un trazo muy fluido, como una firma común. Luego, mezclo los elementos de geometría, juego con las composiciones, utilizo la doble línea, deformo letras y voy buscando un estilo”, narró. “Esta línea se enfoca justo en la libertad que tienes para mezclar todo esto”.

Cuando no firma como Empliez, Danny Tambaco se especializa en matemáticas y geometría. Su carrera se nutre del grafiti y viceversa. “Ha sido un puntal muy importante en mi vida”. Espera algún momento dedicarse completamente al arte urbano, utilizando las nuevas tecnologías, la geometría y su creatividad con las letras.

Santiago Ávila, responsable de las exposiciones en el CAC, señaló que la apuesta de esta exposición fue como una toma de las salas para visibilizar las narrativas urbanas e incluirlas como parte de las prácticas artísticas. “Sobre todo, soñar en que se puede pensar como un espacio que pueda recoger 40 años de arte de calle en Ecuador. De ahí, la oportunidad de desmenuzar, entender y reconocer quiénes son los artistas y cómo se vinculan con la ciudad”, afirmó.

Destacó que las intervenciones de la exposición "rompen con la noción tradicional de obra de arte". El arte callejero, dijo, crea espacios que, en lugar de reemplazar la calle, ofrecen un ejercicio de resignificación. “La propuesta también fue hacer conexiones entre propuestas de los artistas y los ejes temporales, así como los lenguajes”, agregó.

Santiago explicó que hablar de arte urbano abre discusiones sobre la movilidad humana, el contexto económico, político y social por la carga de las intervenciones. “Como institución, el objetivo es generar diálogos y compartir experiencias y saberes”, afirmó Ávila, al mencionar que el componente educativo apunta también a romper con los estigmas y mostrar a los artistas que están detrás de cada obra.

’De lo digital al concreto'

La creatividad de Pamela Pinto, de 38 años, dio un salto de lo digital a lo plástico. La técnica que utiliza es collage digital y, desde hace algunos años, decidió entrar a lo urbano con el Paste up, que consiste en pegar sus obras en papel en las paredes o cualquier tipo de superficies. 

Para esta exposición, decidió plantear un collage con tres imágenes que juega con la luz y que tiene como escena principal la Última Cena, de Leonardo da Vinci. “En esta obra se conjuga la comida, el hambre, cómo muchas personas con poder les es indiferente estos temas”.

Su trabajo es sumamente diverso, abarcando desde imágenes en blanco y negro hasta la exploración de símbolos culturales y religiosos, integrando también elementos de la naturaleza en su obra.

Como diseñadora gráfica se interesó en un primer momento por el collage digital, pero en 2017 decidió lanzarse al mundo del arte urbano con el Paste up. “Hagamos el amor”, dice la frase acompañada por un solo ojo y flores color pastel sobre un fondo negro. Este fue el primer póster de Pinto, que ha llenado espacios en cientos de paredes de Quito.

“Fue mi primera obra de Paste Up y tuvo muchas reacciones. Un día pegué un poster, me di la vuelta y regresé a los 20 minutos y ya no estaba. Lo habían rasgado. Eso es lo loco del arte urbano. Mientras exista en ese espacio va a interactuar con su entorno, con las personas”, relató Pinto. 

A Pinto le provoca satisfacción que una obra pueda causar todo tipo de emociones, entre positivas y negativas. “Cuando creaba esta obra (el poster) sabía que iba a tener estas reacciones y con eso viene esa parte de atreverte a hacerlo”, acotó.

La muestra se convierte en un hito porque se constituye como la primera de arte urbano en Ecuador que se plantea para las salas principales de un espacio institucional especializado en arte contemporáneo. 

Porque la regla, lamentó López, ha sido un desmerecimiento de la escena del arte urbano. “Las instituciones no dan un tratamiento igual cuando se trata de arte urbano, así estemos en los mismos espacios. Los artistas no son tratados al mismo nivel como sus pares que hacen otro tipo de arte. Y no solo les pasa a los artistas que están en la calle pintando, sino a todos los que estamos en esta escena”, reprochó.

Pero es aún más crítica con el sistema cultural y lo busca destacar. “El arte urbano que le interesa al sistema nacional de cultura es el complaciente, el callado y el que es cómplice de maquillar problemáticas sociales”, cuestionó. 

Con reducidos espacios en lo académico e institucional, los artistas urbanos batallan contra los estigmas a su alrededor, las miradas, el acoso policial y la falta de una política pública que permita un desarrollo sostenido de esta rama del arte, así como sucede con el resto de expresiones artísticas.

“Cree que es vital una política pública para poder lograr una convivencia y que no existan casos de agresiones o asesinatos de artistas urbanos. Tener lineamientos claros y que los creadores tengan un adecuado beneficio, que no exista precarización laboral”, señaló Empliez. Por eso, dijo, esta muestra “es vital para poner énfasis en este tipo de discusiones”.

Para Apxel, lo sucedido con Paúl Guañuna es un reflejo no solo de la violencia hacia los artistas urbanos, también hacia los movimiento estudiantiles. “Hay distintas formas en cómo abordan a quienes estamos interviniendo el espacio público. Independientemente de tener o no permisos (para intervenir una superficie). La gente piensa que si tenemos permiso nos van a tratar mejor, pero no es así”, agregó. 

Jóvenes artistas comparten espacio con grandes referentes del arte urbano ecuatoriano. La recopilación de todas estas piezas, dijo López, pudo ser posible por el trabajo colaborativo de varios artistas. “’Siempre Efímeros' es el acopio de muchas voluntades, recuerdos y archivos, como el de Quito Mafia o el de Marmota. Está atravesado por mucho afecto y confianza en esta labor de visibilizar el arte urbano”, mencionó.