En medio de meses de protestas y descontento con un Gobierno considerado prorruso, las autoridades de Georgia cambiaron el mecanismo de elección del presidente, que ahora no se llevará a cabo por sufragio universal, sino a través de una votación de 150 diputados y 150 delegados municipales. La mandataria Salomé Zurabishvili reiteró este viernes 13 de diciembre que no abandonará su cargo.

La elección de un nuevo presidente en Georgia, marcada por el boicot de la oposición y la resistencia de la actual mandataria, Salomé Zurabishvili, amenaza con profundizar la tensión política en el país. Este sábado, la controvertida votación se presenta como un nuevo capítulo en el pulso por el poder que ha sacudido a la nación en los últimos meses. 

Zurabishvili, quien se niega a dejar el cargo, desestimó la legitimidad del Parlamento y aunnció su intención de permanecer en la Presidencia. "Seguiré siendo su presidenta, ya que no hay un Parlamento legítimo. Por consiguiente, un Parlamento ilegítimo no puede elegir a un nuevo presidente. No habrá investidura", declaró en un reciente mensaje a la nación.

Mientras tanto, el partido oficialista Sueño Georgian (SG) elevó el tono de sus críticas contra Zurabishvili, acusándola de agravar la crisis institucional.

Según Mamuka Mdinaradze, secretario ejecutivo de SG, la mandataria podría estar considerando acciones más drásticas en su enfrentamiento con las autoridades. "Zurabishvili ya está agonizando políticamente y podría optar por esa locura. Eso sería un crimen", afirmó, aludiendo a la posibilidad de que la presidenta busque apoyo del Ejército y la Policía.

La situación genera incertidumbre en un país donde los conflictos entre poderes han sido recurrentes en la última década. La jornada del sábado podría definir el rumbo inmediato de la política georgiana en un contexto de desconfianza institucional y polarización.

Aunque el cargo de presidente en Georgia es mayormente representativo dentro de su sistema parlamentario, el partido gobernante, SG, parece decidido a deshacerse de lo que considera su mayor obstáculo político: la actual mandataria, Salomé Zurabishvili.

En un contexto de protestas diarias generadas por la suspensión de las negociaciones de ingreso en la Unión Europea (UE), el Gobierno enfrenta acusaciones de alinearse con el Kremlin. Sin embargo, las protestas no han disuadido al oficialismo de avanzar con el proceso electoral. 

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Mikheïl Kavelachvili, el exfutbolista “sacado del sombrero” para presidir Georgia

El único candidato a la Presidencia es Mijaíl Kavelashvili, diputado de SG desde 2016 y antiguo futbolista del Manchester City, una figura que goza de gran respeto en un país apasionado por el fútbol. Su elección se da bajo un sistema modificado recientemente, que ya no depende del sufragio universal, sino de una votación colegial que involucra a 150 diputados nacionales y 150 delegados municipales.

El proceso también incluye la participación de 21 miembros del Parlamento de la Autonomía de Adzharia, 20 representantes del Consejo Supremo de Abjasia en el exilio y 109 delegados municipales. Con una mayoría en el Parlamento y las asambleas locales, SG tiene prácticamente garantizada la victoria de Kavelashvili, quien necesitaría 200 votos en la primera vuelta o una mayoría simple en la segunda para asegurar el puesto.

Nacido en la pequeña ciudad de Bolnisi en 1971, Mikheïl Kavelachvili, de 53 años y padre de cuatro hijos, es una figura bien conocida en el ámbito deportivo de Georgia. Delantero centro de profesión, desarrolló una exitosa carrera futbolística que incluyó un paso por el Dinamo de Tiflis y tres temporadas en el Manchester City (1996-1999). Sin embargo, fue en Suiza donde pasó la mayor parte de su trayectoria, jugando en clubes como Grasshopper Club de Zúrich, FC Zürich, FC Sion y FC Basilea. En el ámbito internacional, representó a Georgia en 46 ocasiones, marcando nueve goles.

A pesar de su notoriedad como deportista, su incursión en la política generó opiniones encontradas. “Es una figura bastante conocida en el mundo del deporte, pero no en el de la política. Fue sacado de la chistera para ser presidente de Georgia”, sostiene Cécile Vaissié, profesora de estudios rusos y soviéticos en la Universidad Rennes 2.

Régis Genté, corresponsal de France 24 y RFI en Georgia, coincide: “Ha tenido una carrera deportiva muy decente en el extranjero, pero políticamente no es nadie en Georgia”.

Desde que dejó los campos de juego en 2011, Kavelachvili mantiene un perfil discreto en su faceta política. Diputado por el partido Sueño Georgiano desde 2016, no ha destacado por su actividad legislativa, según Charles Urjewicz, historiador especializado en Georgia. Urjewicz lo compara con otro deportista convertido en político, Kakha Kaladze, exalcalde de Tiflis, quien, según él, tuvo un impacto mucho mayor en el país.

La candidatura de Kavelachvili para la Presidencia, respaldada por el partido gobernante, ha suscitado dudas sobre su preparación para liderar en un momento de alta tensión política y social en Georgia.

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Un poderoso respaldo

Mikheïl Kavelachvili cuenta con el respaldo clave de Bidzina Ivanishvili, considerado el hombre más influyente del país. Ivanishvili, ex primer ministro y figura central del partido gobernante Sueño Georgiano, lo describió como "un patriota" y aseguró que defenderá los intereses de Georgia y su pueblo, sin servir a "fuerzas extranjeras", una aparente crítica a las potencias occidentales.

En sus declaraciones, Ivanishvili también arremetió contra la actual presidenta, Salomé Zurabishvili, acusándola de "violación de la Constitución y traición al país" por realizar viajes al extranjero sin autorización del Gobierno.

Kavelachvili también pertenece al movimiento conservador La Fuerza del Pueblo, conocido por su postura crítica hacia la influencia occidental en los asuntos internos de Georgia. Este grupo fue el promotor de leyes controvertidas, como la de agentes extranjeros y otra contra la propaganda homosexual. Ambas normativas, inspiradas en legislaciones rusas, llevaron a la Unión Europea a suspender las relaciones con Tiflis debido a preocupaciones sobre la persecución de disidentes y minorías.

La Presidencia en Georgia, por otro lado, ha sido históricamente un cargo con un legado complejo. El primer presidente, Zviad Gamsajurdia, murió por suicidio tras ser derrocado; Eduard Shevardnadze renunció en medio de la Revolución de las Rosas en 2003, liderada por su entonces ministro de Justicia, Mijaíl Saakashvili, quien hoy cumple una condena de seis años de prisión. En este contexto, la Presidencia sigue siendo vista por muchos como un puesto “maldito” dentro de la política del país.

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Con EFE