Ante el reto del almacenamiento de toneladas de residuos de sus plantas nucleares, Francia optó por enterrararlos en el subsuelos de un pequeño pueblo del este del país. Pero los habitantes de la zona no ven con buenos ojos este faraónico proyecto. RFI visitó el laboratorio subterráneo donde científicos estudian la posibilidad de crear este cementerio nuclear.
Con su iglesia, su monumento en memoria a los antiguos combatientes y sus tractores que circulan entre los cultivos, Bure se parece a muchos pequeños pueblos franceses. Con la diferencia de que, en 2035, su subsuelo podría convertirse en un cementerio con miles de toneladas de residuos de combustibles radiactivos. Aquí, debajo de esta tierra cubierta por una delgada capa de nieve, se planea un proyecto faraónico de 270 km de galerías para confinar residuos radiactivos en barriles de acero.
Con sus 56 reactores nucleares que producen electricidad, Francia tiene la segunda red mundial más importante de plantas nucleares y produce desde los años 70, residuos de uranio gastado que no se pueden reciclar. Estas sustancias altamente radiactivas por miles de años almacenado por el momento en las plantas nucleares. Pero el estado francés, en busca de una solución a muy largo plazo, optó por enterrarlos.
Bure cumple con varios criterios: su población es de solo 80 habitantes, es una zona con poca actividad económica, no es sísmica y sobre todo cuenta con una espesa capa de arcilla, particularmente adaptada para evitar filtraciones, según los ingenieros. “Es una roca muy poco permeable. La circulación del agua es extremadamente lenta en sus poros. Además, la arcilla tiene propiedades de retención. Es capaz de secuestrar la mayoría de los elementos radiactivos de los residuos y desacelera la migración de estos elementos, de tal forma que cuando salga de la capa de arcilla, ya no serán peligrosos para el ser humano y el medioambiente”, comenta a RFI Audrey Guillemet, geóloga y encargada de comunicaciones de la autoridad estatal francesa de gestión de los residuos radiactivos, Andra.
En medio del austero paisaje de cultivos de cereales, surge el laboratorio subterráneo donde desde hace dos décadas, ingenieros estudian la resistencia de la roca en el marco del proyecto Cigeo, acrónimo que designa el faraónico proyecto de almacenamiento geológico de residuos radiactivos: más de 200 kilómetros de galerías, decenas de miles de toneladas de residuos que permanecerán radiactivos durante miles de años y cerca de 30.000 millones de euros de presupuesto.
Audrey Guillemet, geóloga y encargada de comunicaciones de Andra nos acompaña para visitar el laboratorio subterráneo.
Provistos de un casco, de un dispositivo de oxígeno en caso de incendio, y de zapatos de protección, cerramos la puerta del pequeño elevador de metal que nos conducirá a 500m bajo tierra para alcanzar una capa de arcilla.
En esta red de galerías subterráneas, y en medio del ruido intenso de las tuberías de ventilación, obreros y científicos observan las características de la roca y concluyeron que podría resistir a las temperaturas de 70 grados de los residuos radiactivos e impedir la radiación que emiten.
Una alarma anti incendio interrumpe nuestra visita y nos obliga a refugiarnos sin tardar en el cuarto de confinamiento anti incendio en medio de la red de galerías. Un incendio en esta red subterránea como el que ocurrió en el centro de almacenamiento de residuos radiactivos en Estados Unidos en 2014 sería catastrófico. Y es uno de los retos que tienen que enfrentar los ingenieros. Aseguran que, en el futuro centro de almacenamiento, los vehículos serán eléctricos y no dotados de motores térmicos.
Los jefes pasan lista: el equipo completo está reunida en el cuarto de confinamiento. Diez minutos después, los encargados de seguridad en la superficie nos informan que un sensor anti-incendio se activó sin razón y el alivio cunde entre los obreros
Nos dirigimos a uno de los alveolos en las que los robots insertarán los contenedores de residuos nucleares a 70 grados de temperatura.
"Aquí en este laboratorio subterráneo, realizamos micro túneles como éste donde se almacenarán los residuos de alta intensidad radiactiva. El tubo aquí mide 80 cm de diámetro y 40 metros de largo y estos captores nos permiten medir la deformación del tubo de acero con el tiempo, dado que tenemos que garantizar la recuperabilidad de los barriles de residuos durante 100 años”, detalla Audrey Guillemet.
“Simulamos también el calor que emana de estos residuos para ver su impacto en el acero y en la roca. Hemos determinado que la roca aguantará una temperatura máxima de 80 grados", agrega la geóloga.
En otra galería, se realiza una cobertura de concreto, así como estudios de resistencia. El proyecto Cigeo ya está en camino, fue declarado de utilidad pública y la agencia estatal que lo maneja pidió oficialmente un permiso de creación a las autoridades franceses. Los científicos afirman que todo está listo para construir los alveolos que cobijaran 83.000 metros cúbicos de residuos radiactivos para la eternidad. Sin embargo, el proyecto suscita importantes controversias.
A pocos kilómetros, del laboratorio piloto, el alcalde de Mandres en Barrois nos recibe en la sede de la alcaldía. El proyecto cubriría el 20% de la superficie del municipio.
Julien Robert fue elegido alcalde en 2020 con otros habitantes de Mandres muy escépticos sobre este proyecto. Robert se dedica a la agricultura y para él, el megaproyecto de almacenamiento profundo del material radiactivo en el subsuelo del municipio es incompatible con su actividad profesional.
El alcalde hojea el espeso informe explicativo que detalla el alcance de proyecto. Miles de páginas de mapas, graficas que no lo convencen.
"Nuestra junta municipal emitió una opinión desfavorable al proyecto Cigeo. Nos preocupa por ejemplo el agua potable, la calidad de vida de los habitantes, el desmonte. Tememos que se nos agote el agua potable. ¡Hay que realizar estudios! Aquí las sequías son cada vez más frecuentes. Y en el municipio tenemos cerca de 1500 bovinos que requieren grandes volúmenes de agua. Y la construcción del subterráneo requerirá 500 metros cúbicos diarios. Queremos garantizar que tendremos agua en los próximos 60 años”, comenta a RFI.
“Lo que me preocupa también es la extracción de aire viciado del subterráneo. Habrá grandes extractores de aire que sacaran cientos de miles de metros cúbicos de aire por hora. Pero imagínense, si hay un problema algún día en el subterráneo, ¿qué pasara para las poblaciones alrededor? Hablamos de los próximos 40 años. Esto concernirá a nuestros hijos”, insiste el alcalde.
“Quisiera encontrar elementos positivos, pero no los hay. Somos agricultores, queremos vivir aquí, y este proyecto nos lleva a un futuro incierto. Tan solo con la fase de las obras…será el proyecto de construcción más grande jamás realizado en Francia y quizás en Europa con 30 mil millones de euros durante 120 años y 2500 personas movilizadas. Y seguro habrá conflictos entre los opositores al proyecto y los gendarmes, vivimos con esto. Entonces si el proyecto se realiza, será muy duro para nosotros”, advierte Robert.
Para vencer la desconfianza de los habitantes, la poderosa industria nuclear estatal francesa entrega subsidios a los municipios aledaños. La agencia de los residuos radiactivos pagó la remodelación de la iglesia. Y los habitantes reciben ayudas financieras para sus gastos energéticos.
En entrevista con RFI, Patrice Torres, director técnico de la empresa estatal Andra asegura que la zona seguirá siendo habitable. Y que las chimeneas de escape de las emanaciones radiactivas del subsuelo no amenazan la salud de los vecinos.
"No hay ninguna ambigüedad, los residuos radiactivos que queremos almacenar aquí son peligrosos. Si no lo fueran, no tendríamos que protegernos de esta forma”, admite Torres.
“Pero hemos probado que la instalación será robusta y estamos preparados a los diferentes riesgos. Se habla de las emanaciones de las chimeneas…Por supuesto que la zona seguirá siendo habitable. No habrá que evacuar a nadie”, asegura a RFI.
El proyecto de Bure ha suscitado movilizaciones importantes. En 2018 la policía expulsó a decenas de activistas antinuclear que se habían instalado en el bosque donde serán enterrados los residuos peligrosos.
Otros países también han optado por enterrar sus desechos radiactivos. Es el caso de Finlandia que está a punto de encapsular sus residuos nucleares en el pozo de concreto de la isla Olkiluoto. Se prevé luego en 2120 sellar totalmente el sitio para impedir su acceso. ¿Existen alternativas? Francisco Castejón, ingeniero físico y Consejero del Consejo de Seguridad Nuclear en Consejo de Seguridad Nuclear de España, estima que de momento, la solución de enterrar los desechos radiactivos es la que crea consenso a nivel internacional (Escuchar la entrevista completa al final del artículo).
Sin embargo, los detractores de la energía nuclear confían en que el progreso científico permitirá reciclar los residuos nucleares y que por consecuencia, hay que evitar a toda costa sacrificar ciertas zonas del territorio.
En Francia donde el proyecto de cementerio nuclear avanza, los activistas no bajan la guardia y prevén otras movilizaciones.
Escuche el audioreportaje:
Entrevistas:
Patrice Torres, director de asuntos industriales de Andra.
Audrey Guillemet, encargada de comunicaciones de Andra.
Julien Robert, alcalde de Mandres en Barrois.
Jacques Leray, portavoz del Cedra.
Francisco Castejón, ingeniero físico y Consejero del Consejo de Seguridad Nuclear en Consejo de Seguridad Nuclear de España.