La polémica desencadenada por el canto de los jugadores de la selección argentina de fútbol contra Francia ha puesto sobre la mesa una cuestión de la que pocos hablan, pero que muchos sufren en el país sudamericano: el racismo. La narrativa oficial argentina se jacta de su herencia europea y omite su pasado como tierra de esclavos y afrodescendientes. Incluso, desde el poder, se ha insistido en mostrarle al mundo que los argentinos llegaron en barcos provenientes del Viejo Continente. ¿Cómo es ser negro en un país donde la población afro apenas alcanza el 0,7%? ¿De qué forma se manifiesta el racismo y cuál es la responsabilidad del Estado en la construcción de esta historia de negación? Lo analizamos.
El canto racista, que hacía referencia al origen africano de jugadores de la selección francesa y que inició el futbolista Enzo Fernández en los festejos de la selección argentina de fútbol tras la obtención de la Copa América 2024 el pasado 14 de julio, puso sobre la mesa un tema que en el país sudamericano se suele esquivar: un imaginario que concibe a Argentina como un país no racista por ser una nación con una larga historia de inmigración. Imaginario que se manifiesta con frecuencia en los medios de comunicación y en las redes sociales.
“Llegué a la Argentina en 1983, con 25 años. Recorrí bastante el mundo y puedo afirmar sin dudarlo que no conozco un pueblo menos racista que el argentino. Es el único país en el mundo en el que las tres grandes religiones monoteístas conviven en paz, así como hacen pueblos que en otros lados se odian y se matan, como turcos y armenios o árabes y hebreos. Ser extranjero en Argentina no solo no es un obstáculo, por lo contrario, es una ventaja”, escribió en su cuenta de X el periodista deportivo italiano Vito De Palma luego de que la Federación Francesa de Fútbol denunciara ante la FIFA a la selección argentina a mediados del mes pasado por el canto racista, que ya se había popularizado entre los hinchas albicelestes en el Mundial de Qatar 2022.
Sin embargo, varios usuarios señalaron a De Palma de hablar desde una posición de "blanco privilegiado europeo". "Un italiano en Argentina no es una voz autorizada para hablar de racismo", comentaba uno de ellos frente a la publicación del periodista.
Desde el Gobierno del presidente Javier Milei, quien desde hace mucho tiempo ansía una foto con Lionel Messi, defendieron a la selección y decidieron despedir a Julio Garro de su cargo como subsecretario de Deportes, luego de que este exigiera que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y el capitán argentino pidieran disculpas públicas por el canto racista contra los jugadores de Francia.
La situación escaló al punto de quedar a las puertas de un conflicto diplomático después de que la vicepresidenta de Argentina, Victoria Villarruel, defendiera a Enzo Fernández y tildara a Francia de “país colonialista”.
“Ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de cancha ni por decir las verdades que no se quieren admitir. Basta de simular indignación, hipócritas. Enzo yo te banco, Messi gracias por todo!”, escribió Villarruel el pasado 17 de julio en una publicación que aún mantiene fijada en su cuenta de X.
Para evitar una crisis con el gobierno de Emmanuel Macron, pocos días antes de la reunión bilateral que mantuvieron el pasado 26 de julio en París el líder europeo y Javier Milei, la secretaria de la Presidencia y hermana del presidente, Karina Milei, se presentó en la Embajada de Francia en Buenos Aires para pedir disculpas en nombre de Argentina y desactivar el conflicto.
La polémica abrió una grieta dentro del Gobierno, que acusó a Villarruel de hablar a título personal.
Ser negro en Argentina
Lógicamente, todo lo sucedido sacó a la luz una cuestión de la que pocos hablan y muchos sufren en Argentina: el racismo.
Alejandra Pretel es una joven colombiana afrodescendiente radicada en Argentina desde hace siete años. Vino para estudiar y denuncia que, paradójicamente, el ambiente más hostil lo encuentra en la universidad.
“Es un ámbito en el que tu presencia es bastante incómoda. Además, está el discurso de muchas personas de que los migrantes venimos a aprovecharnos de los servicios universales que tiene Argentina, como la salud y la educación. Entonces, al habitar esos espacios como una persona negra, ya está esa idea preconcebida y es complicado”, cuenta a France 24 la cofundadora del medio de comunicación y deconstrucción afrofeminista, antirracista y panafricanista ‘Afrocolectiva’.
En Colombia, por ejemplo, se puede sufrir mucho racismo, pero nadie te va a decir que no eres colombiano por ser negro
La estudiante de filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) afirma que el tipo de racismo que hay en Argentina es “bastante particular y ocurre en muy pocos países de América Latina y el Caribe”.
“En Colombia, por ejemplo, se puede sufrir mucho racismo, pero nadie te va a decir que no eres colombiano por ser negro. Y eso es algo que acá está súper presente y que las personas migrantes lo experimentamos. Yo no tengo que hablar o mostrar mi documento porque apenas me ven ya deducen que soy extranjera”.
Alejandra lo atribuye a una “falta de reconocimiento histórico de las personas afroargentinas y a la construcción de una identidad pensada desde la blanquitud”.
La también coordinadora de la ONG ‘Dale Más Afro’ lamenta haber tenido que cambiar su peinado y dejar de vestir cierta ropa para pasar más desapercibida.
“Dejas de lado algunas cosas de tu expresión que podrían incomodar. Hay acciones que uno hace para cuidarse, que no debería, pero son maneras de ser menos visible”, comenta.
En cuanto al mercado laboral, considera que la población afrodescendiente tiene menos oportunidades en Argentina y que, para muchas personas, solo pueden hablar de racismo.
“Más allá de lo étnico-racial, me interesa trabajar en todo lo relacionado con género y sexualidad, especialmente en Educación Sexual Integral (ESI). Pero sé que no voy a poder ocupar esos espacios porque las personas que están ahí no son afrodescendientes. Entonces, si nos llaman, es solo para hablar como sujetos activos que resisten”.
Una historia de negación e invisibilización
La frase "en Argentina no hay negros" suele escucharse a menudo en el país. Se trata, en realidad, de una negación enmarcada dentro del imaginario de la ‘Argentina blanca y europea’ que las élites han intentado imponer a lo largo de los años y que ha calado hondo en la sociedad. Busca, principalmente, construir una identidad nacional basada en la herencia europea.
Incluso desde el poder se ha sostenido este mito. Alberto Fernández, cuando aún se desempeñaba como presidente de Argentina, lanzó una desafortunada y errónea cita del poeta y diplomático mexicano Octavio Paz que causó gran revuelo en América Latina y por la que luego tuvo que disculparse.
“Los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos, llegamos en los barcos de Europa. Así construimos nuestra sociedad”, dijo Fernández en junio de 2021 en una conferencia de prensa junto al presidente español, Pedro Sánchez.
De forma irónica, la frase original del Premio Nobel de Literatura 1990 dice: “Los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos, de los barcos”.
Este mito de la ‘Argentina blanca’ ha sido objeto de estudios y críticas por parte de historiadores y académicos que cuestionan la minimización de la presencia africana y la historia de la esclavitud en Argentina, así como a las poblaciones indígenas locales.
En su libro 'Una historia de la emancipación negra', la historiadora Magdalena Candioti resalta la importancia de reconocer y recuperar estas historias para obtener una visión más completa y precisa de la identidad nacional argentina.
Candioti explica que los primeros esclavos africanos fueron traídos a Argentina como trabajadores cautivos durante el período colonial español en el siglo XVI para complementar la mano de obra indígena. Sin embargo, el mayor auge ocurrió a partir de la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776. Desde ese momento, unos 2.000 africanos ingresaron anualmente por los puertos de Buenos Aires y Montevideo, hasta 1812, cuando el tráfico fue prohibido.
Se estima que, en la capital argentina, alrededor del 30% de la población era afrodescendiente en esa época, mientras que en otras regiones del país, el porcentaje llegó a ser de hasta el 40% o 50% cuando se incluían mezclas de indígenas, mestizos, mulatos, negros y pardos.
En diálogo con France 24, Candioti, doctora en Historia e investigadora del Conicet afirma que las élites argentinas de entonces construían una imagen de la esclavitud en el Río de la Plata como una “institución benigna” que pretendía “civilizar entre comillas y evangelizar” a los africanos que arribaban al continente. “Este discurso de la esclavitud como una institución civilizadora circulaba”, indica.
Por otro lado, señala que, desde el momento de la Revolución de Mayo en 1810, cuando se empezaron a adoptar algunas políticas de abolición gradual de la esclavitud, las élites se autocelebraban y se consideraban humanitarias y filantrópicas por implementar esas medidas.
“Lo que hace esa historia es negar el esfuerzo y la agencia que africanos y afrodescendientes tuvieron que desplegar para manumitirse, liberarse y, en cierto sentido, pagar por la libertad”, comenta Candioti.
Racismo estructural
La actriz María Soledad Ramos, afroargentina de ascendencia caboverdiana, considera que el racismo en el país se hace también muy presente en el lenguaje.
“Expresiones como ‘negros de mierda’, ‘negros de mente’ y ‘negros de alma’ son moneda corriente en el país”, indica a France 24.
“Choca mucho porque cuando vamos a cualquier espacio público o en la vida cotidiana, no estamos rodeados de personas blancas, europeas y burguesas, sino de personas racializadas, ya sea que lo sepan o no, o se reconozcan como tales o no”, agrega.
Según el censo realizado en Argentina en 2022, la población en viviendas particulares que se reconoce como afrodescendiente o tiene antepasados negros o africanos totaliza 302.936 personas, lo que representa el 0,7% de la población total.
Mientras tanto, 1.306.730 personas en viviendas particulares se reconocieron como indígenas o descendientes de pueblos indígenas, lo que equivale al 2,9% del total de la población.
A pesar de la discriminación sufrida en el colegio y de sentirse observada en distintos ámbitos, la actriz, también conocida como Sol Ra, no reniega de sus orígenes y se muestra orgullosa de su identidad.
“Las consecuencias del racismo persisten hasta el día de hoy, provocadas por países imperialistas. Y esto ocurre en todo el mundo”, asegura.
El ‘negro’ en Argentina
En Argentina, el término ‘negro’ tiene una connotación compleja y variada. Suele utilizarse de manera despectiva para referirse a personas de bajos recursos o con características físicas no europeas, con rasgos indígenas y afrodescendientes.
“Se asocia al negro con la villa (asentamientos de viviendas precarias), con el ladrón, el vago, el inculto y el sucio. Además, se vincula con personas de países limítrofes, ya que Argentina se jacta de ser orgullosamente producto de sus migraciones europeas, pero no de las provenientes de sus países vecinos”, opina Federico Czesli, licenciado en Comunicación y doctorando en Antropología, para France 24.
Para el investigador, la construcción narrativa de la patria argentina se sostiene sobre el vínculo con la migración europea del siglo XX.
“Al hacerlo, se niega que lo negro forme parte de lo argentino y se considera al negro como un extranjero, de afuera, que no es propio”, agrega.
La responsabilidad del Estado y los peligros del cierre del INADI
Según Czesli, el Estado tiene la obligación de generar políticas públicas que visibilicen el vínculo con los pueblos indígenas y promuevan la integración de la población afrodescendiente en la sociedad argentina.
“Es necesaria una posición institucional que aborde estas temáticas”, afirma.
Con el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) cerrado por el Gobierno de Milei, Candioti teme un aumento del racismo en Argentina.
“Todos los discursos que tienden a minimizar el racismo y su existencia contribuyen a fomentarlo. Expulsar a un ministro (Barro) que dice que hay que pedir disculpas por racismo, parece que lo incrementa”, indica.
Para la historiadora, el INADI cumplió un rol importante en combatir y penalizar la discriminación para que no se tomen a la ligera estos actos.
Además, destaca algunas de sus políticas para promover la memoria de la diáspora africana, como la creación de la Comisión para el Reconocimiento Histórico de la Comunidad Afroargentina y la declaración del Día Nacional de los Afroargentinos.
Por su parte, Pretel también lamenta el cierre del instituto, que además era un espacio que daba trabajo a muchas personas discriminadas, entre ellas afrodescendientes.
“En un contexto donde se niega nuestra presencia, es un retroceso tremendo”.