Un despido fulminante. Un divorcio anunciado. Una crisis política. Nuestro corresponsal en Berlín, Thomas Sparrow, explica qué generó el fin de la coalición de gobierno en Alemania y qué sigue a nivel doméstico para la potencia europea. 

El canciller alemán Olaf Scholz no tiene la reputación de ser el político más efusivo. Tiende a cuidar sus palabras y prefiere ser en exceso diplomático –aburrido, dirían algunos– antes de salirse de sus casillas o comprometerse demasiado.

Pero en la noche del miércoles 6 de noviembre su tono fue distinto. Scholz salió en la Cancillería, en Berlín, a explicar por qué había decidido despedir fulminantemente a su ministro de Finanzas, Christian Lindner.

El canciller acusó a Lindner, líder del partido FDP, socio minoritario en la hasta ayer coalición de gobierno, de actuar con “egoísmo” y de manera irresponsable.

A Lindner, según Scholz, “le preocupa su propia clientela, le preocupa la supervivencia a corto plazo de su propio partido”.

El canciller agregó: “Especialmente hoy, un día después de un acontecimiento tan importante como las elecciones en Estados Unidos, semejante egoísmo es totalmente incomprensible”.

Lindner, por su parte, criticó al canciller por presentar, en su opinión, propuestas “débiles” y “poco ambiciosas” para afrontar los desafíos del país, especialmente en materia económica.

“Olaf Scholz ha demostrado que no tiene la fuerza necesaria para permitir a nuestro país empezar de nuevo,” dijo Lindner.

De esta manera, con estas declaraciones, terminó un experimento político inusual a nivel federal en Alemania: una coalición de gobierno de tres partidos que, en sus posturas fundamentales, no podrían ser más disímiles.

Por un lado, los socialdemócratas de Scholz (SPD) y el partido verde, ambos con posiciones que defienden un rol fuerte del Estado con suficientes fondos para política social y climática. Por el otro, el partido de Lindner, el neoliberal FDP, que esencialmente prioriza el libre mercado y un planteamiento fiscalmente conservador. En otras palabras, un bloque que aboga por más Estado y otro que aboga por menos.

Leer tambiénDesintegración de la coalición Scholz en Alemania, la oposición pide un voto de confianza

Fue un experimento que comenzó tras las elecciones federales de 2021, que pusieron fin a la época de Angela Merkel al frente de Alemania, y que estuvo marcado por las disputas no solo a nivel privado, sino en repetidas ocasiones también en la prensa y en los debates públicos.

Así, para quienes observan la política alemana de cerca, la pregunta no era tanto si la coalición iba a sobrevivir hasta las elecciones originalmente previstas para septiembre del año entrante, sino más bien cómo y cuándo iba a colapsar.

La gota que derramó la copa

El tema que finalmente terminó generando ese colapso fue la política fiscal. Alemania está en una situación económica muy compleja, causada en particular por los impactos de la pandemia del coronavirus y de la guerra en Ucrania.

En momentos de poco dinero disponible para el presupuesto público, los tres partidos de la coalición no pudieron ponerse de acuerdo sobre cuáles deberían ser los siguientes pasos y dónde deberían estar las prioridades.

Lindner, por ejemplo, pidió en un documento que se filtró a la prensa hace unos días un “giro económico” que, entre otros puntos, abogaba por ahorrar en subvenciones climáticas y reducir ciertos beneficios sociales. En su momento, ese documento fue descrito por la prensa alemana como los “papeles de divorcio” de la coalición.

Y no es para menos: esas son propuestas incompatibles políticamente para Scholz y los verdes. Tan difíciles de aceptar como la idea, rechazada por Lindner, de declarar una emergencia fiscal para liberar fondos extras.

En opinión de Lindner, el canciller Scholz lo estaba forzando a suspender el freno de la deuda, que limita el endeudamiento y está anclado en las leyes fundamentales alemanas. Una excepción, como las que ha habido en años anteriores, permitiría un mayor endeudamiento en tiempos excepcionales. Pero para Lindner eso equivaldría a una “violación de su juramento al cargo”.

Así las cosas, Alemania no solo sigue sin una visión económica clara, sino ahora también sin un Gobierno estable.

¿Qué sigue? 

Scholz, su partido SPD, y los verdes, formarán a corto plazo un Gobierno de minoría sin los representantes del FDP. Esto básicamente significa que el canciller tendrá que buscar acuerdos con la oposición para aprobar leyes en el futuro cercano. Nada fácil en momentos en que todos los partidos se posicionan -y buscan diferenciarse- de cara a las próximas elecciones.

El canciller explicó que pedirá el voto de confianza en el Parlamento en enero. Dado que es probable que lo pierda, el siguiente paso sería una petición formal para que el presidente Frank-Walter Steinmeier (el jefe de estado) disuelva el Parlamento y se realicen nuevas elecciones en los siguientes 60 días.

En la historia reciente de Alemania solo ha habido elecciones anticipadas en tres ocasiones: en 1972, 1983 y 2005. Este último voto marcó el comienzo de los 16 años de Merkel en el poder.

En la postura del actual Gobierno, este plan ayudaría a permitir que se discutan y posiblemente aprueben leyes que ya están en curso en los próximos meses. Algunos de esos proyectos de ley abordan temas importantes para el país como el sistema europeo de asilo, las pensiones o ayudas económicas.

La oposición, en cambio, está exigiendo que ese voto de confianza se realice lo más pronto posible para evitar más incertidumbre. Y algunos analistas están preocupados de que ese proceso deje a Alemania sumido en muchos meses de inestabilidad.

Jana Puglierin, la directora en Berlín del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés) se preguntó en X lo siguiente: “Para entenderlo bien: si el voto de confianza es en enero y las elecciones en marzo, seguidas de conversaciones exploratorias y negociaciones de coalición, ¿entonces no tendremos un nuevo Gobierno en funciones hasta finales de mayo o, más probablemente, en junio de 2025?”.

Esa pregunta todavía no está resuelta y depende, esencialmente, de las discusiones políticas que lidere Scholz en los próximos días.

Lo que sí está claro es que Alemania, un país que antes podía ser considerado un ancla de estabilidad, está sumido en una grave crisis sin una hoja de ruta clara a la vista.