En el país sudamericano, la enfermedad transmitida por mosquitos ha causado más muertes durante los últimos cuatro meses que en cualquier otro año. Las explicaciones detrás de este dramático repunte son múltiples, y van desde lo climatológico hasta la acostumbrada deficiencia y falta de previsión estatal.

La epidemia del dengue en Perú ha alcanzado cifras nunca antes registradas. Solo en lo que va de este año, los contagios ascienden a 172.500 y las muertes ya bordean las 300. 

La mayoría de las pérdidas humanas se concentran en Piura, una región calurosa de la costa norte del país, donde los casos de infección por picaduras del mosquito aedes aegypti son más de 50 mil; es decir, cerca de la tercera parte de los reportados en todo el territorio nacional. 

Los últimos eventos climatológicos en el país, las fallas en los sistemas de alcantarillado, las limitaciones de acceso al agua potable, y la fragilidad de los servicios estatales de salud fueron una mezcla perfecta para que se materializase el desastre. Especialistas y funcionarios consultados por France 24 advierten que la nación sudamericana ha vivido –ya en pospandemia del coronavirus– otra catástrofe que nuevamente puso a prueba su capacidad sanitaria en medio de carencias estructurales. Adicionalmente, la posibilidad de fenómenos de El Niño Costero y El Niño Global para los siguientes meses hace suponer peores escenarios para el 2024. 

Un repunte insólito en solo cinco meses 

De acuerdo con el historial de cifras del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC), perteneciente al Ministerio de Salud peruano, las muertes por la enfermedad no habían superado las 89 en años anteriores. De hecho, en el 2018 y el 2019, los contagios y muertes se mantuvieron mucho más bajos. Solo el 2017, cuando Perú pasó por su peor fenómeno del Niño Costero en décadas, el dengue repuntó en poco menos de 68.300 casos de infección. Ahora, los casos amenazan con ser el triple.

 

 

El drama que vive Perú con el dengue es incluso mayor que el de algunos otros países donde la enfermedad también se ha propagado. En números comparados hasta inicios de junio, el territorio peruano alcanzaba las 6,49 muertes por millón de habitantes, una tasa de mortalidad que supera a las de Bolivia, Brasil, Argentina, Paraguay y Colombia. 

“El cambio climático tiene mucho que ver [con este fuerte brote del dengue en Perú]. En Perú, particularmente, se suma el golpe del ciclón Yaku, que en marzo nos trajo lluvias muy fuertes. Estas dos condiciones –aumento de temperaturas y fuertes inundaciones– fueron clave para la reproducción y proliferación de los vectores de la enfermedad del dengue; es decir, de los mosquitos que la transmiten a la población. Pero otro factor no menos importante es el problema estructural, con pésimos sistemas de desagüe y alcantarillado. Los cúmulos de agua solo generaron un nido más propicio para los mosquitos. Y ahora, el problema clásico peruano: malos o deficientes servicios de salud, que se saturaron ante una cantidad atroz de contagiados”, detalló Juan Celis Salinas, presidente de la Sociedad Peruana de Enfermedades Infecciosas y Tropicales (SPEIT).

Fiebre intensa y prolongada, seguida de vómitos, sangrado nasal, otras hemorragias, y shocks facilitados por comorbilidades es la línea habitual de síntomas en las víctimas de riesgo. Del total de personas fallecidas en el 2023, cerca del 30% no resistió a la infección luego de apenas uno o dos días de acudir a hospitales. De acuerdo con el CDC, esto se debió también a que los infectados –por lejanía entre sus casas y los centros de salud o por descuidos frente a los primeros signos de alarma– no llegaron a tiempo para contrarrestar desenlaces fatales. 

Los grupos en mayor riesgo frente al virus

Las regiones de Piura, Lima, Ica, Lambayeque, Loreto, Ucayali y la Libertad eran, para inicios de junio, las que más contagiados presentaban en todo el país. Pero el grado de vulnerabilidad frente al virus no es el mismo para todas las personas. Vivir en la precariedad, sin acceso a servicios básicos ni redes permanentes de agua potable, es la precondición detectada en una gran mayoría de personas que padecieron o padecen la enfermedad. Esto, sumado a otros factores, como la edad (bebés e infantes y adultos mayores), el estado de gestación y las enfermedades preexistentes o crónicas, suelen aumentar la gravedad de los síntomas.  

“Las zonas donde hay mayor cantidad de personas infectadas por el dengue son aquellas en donde faltan algunos temas condicionantes de la salud. El más importante: el agua. Estas personas, al no tener acceso como lo tienen otros, se ven obligadas a recolectar agua potable en recipientes, lo que genera el ambiente perfecto para los mosquitos. Podemos decir que los lugares más afectados son los que no cuentan con determinantes sociales para garantizar una atención integral durante esta emergencia”, precisó Liliana Bobadilla Bocanegra, comisionada de la Adjuntía para la Administración Estatal de la Defensoría del Pueblo de Perú, a France 24.

Una de las estrategias del Ministerio de Salud (Minsa) como intento de control y reducción de los mosquitos vectores es la fumigación en domicilios. No obstante, en regiones donde el desborde del virus ha sido alto, la respuesta estatal no ha sido la más adecuada. La semana anterior, la gerencia regional de salud de Lambayeque informó que el sector había enviado 130 máquinas fumigadoras, pero que 94 de ellas llegaron inoperativas. 

En una visita reciente a la región, el ministro César Vásquez Sánchez fue consultado por la prensa a propósito de este incidente: “Están usándose en otro lugar [las fumigadoras] y a veces se quema un foco o bujía. Estas cosas suceden. Para esta semana se pondrán en funcionamiento estos equipos”, dijo Vásquez, quien es titular del Minsa desde apenas el 19 de junio.

La deficiente gestión del Minsa con respecto a la epidemia del dengue ha sido notoria desde el inicio de las alertas. Para inicios de abril, la SPEIT, que preside el médico infectólogo Juan Celis, había enviado un informe al ministerio para advertir sobre un disparo insólito en los casos que se atendían en regiones. 

“Le sugerimos [al Minsa] un diagnóstico nacional sobre la situación y acciones para la detección temprana y la habilitación de camas hospitalarias. Esto en medio del ciclón Yaku, que ya nos podía hacer suponer de una epidemia bastante fuerte. Lamentablemente, la respuesta vino un mes después, pidiendo que nosotros certifiquemos dónde se está concentrando el virus, como si nosotros tuviéramos los datos que el Minsa tiene. Nosotros solo reportamos porque somos médicos que estamos viendo los casos en algunas regiones. Finalmente, se desarrolló una epidemia que ahora podemos decir que es la más grande de la historia en Perú respecto al dengue, explicó Celis.

Críticas a la respuesta del sector Salud y acciones pendientes

Este medio se comunicó con César Munayco Escate, director del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC) del Ministerio de Salud peruano. Munayco reconoció que, a este punto, la gestión frente a la epidemia ha tenido algunos errores. No obstante, señaló que sí se ha actuado para contrarrestar deficiencias como la capacidad sanitaria.

“En general, hay un número importante de personas que requieren un monitoreo cercano. Se han abierto varias unidades de monitoreo clínico, se ha ampliado la oferta en hospitales, se han incrementado las camas, se han instalado carpas para atender a la población. Pero lo más importante es hacer un buen triaje para determinar qué casos requieren atención hospitalaria y qué regiones requieren traslados de pacientes a establecimientos de salud menos saturados. Eso no se ha dejado de hacer”, dijo el funcionario.

Para mediados de junio, la entonces ministra de Salud de Perú, Rosa Gutiérrez Palomino, renunció al cargo luego de ser invitada por el Congreso a rendir explicaciones sobre las acciones contra la epidemia. Gutiérrez estuvo poco menos de 200 días como jefa del sector, y su paso breve fue blanco de críticas debido a los manejos políticos y las decisiones técnicas que se tomaron sobre la emergencia. En mayo, la ahora exfuncionaria había ofrecido públicamente que el virus estaría erradicado en un plazo de dos semanas. No obstante, en esos 15 días, el brote se intensificó y alcanzó su máximo pico de víctimas.

Liliana Bobadilla, de la Defensoría del Pueblo, indicó que existe una gran responsabilidad del Minsa por el desbordamiento de los casos de dengue. Detalló que, aun conociéndose que en el país existe una brecha de 10.000 médicos y personal especializado, el sector dispuso tardíamente, el 25 de mayo, la doble percepción o doble turno de médicos para afrontar el colapso de los hospitales.

“Ha habido una falta de oportunidad en la transferencia de recursos, en la asistencia técnica por parte del ministerio y en la provisión de mayor número de camas de hospitalización. Esto debió preverse desde marzo. No hubo acción adecuada frente a esta situación ni desde el Minsa ni desde los gobiernos regionales. Nuevamente, en el Perú, nos enfrentamos a una crisis en salud por la falta de prevención”. 

Aunque la funcionaria advirtió que sí se ha implementado hospitales de campaña y unidades especiales para evacuar y atender pacientes, existe preocupación sobre la proliferación del virus en otras áreas de los establecimientos de salud, tales como ginecología y pediatría. 

De acuerdo con César Munayco, del CDC del Minsa, Perú tiene trabajo multidisciplinario pendiente para evitar una ola más fuerte del dengue en el 2024, año en el que la OMS ha estimado un incremento de enfermedades virales por la amenaza de El Niño Global. Indicó que las labores no solo dependen del sector sanitario. Un punto esencial, sostuvo, es el del agua y el alcantarillado.

“A largo plazo, el tema del agua es clave. Eso está en el terreno del Ministerio de Vivienda y de los municipios y Gobiernos regionales. Se deben articular mejor las redes de acceso al agua para que las personas no tengan que almacenarla. También está la actividad de control vectorial, que el Minsa debe supervisar, pero que corresponde a los gobiernos locales. Tenemos, obviamente, que mejorar la capacidad de respuesta de los servicios de salud, pero las regiones también deben preverlo. Otra labor importante es la comunicación. Se debe llegar a la población de la mejor manera para que cumpla con acciones de prevención en sus casas y permita la fumigación cuando el Estado llega”, afirmó.  

Para julio, la Contraloría General de la República anunció un “megaoperativo” de control en los establecimientos de salud de Piura –la región con más de 50,400 contagios y 107 muertos a la fecha– para identificar qué fallas han existido en cuanto a personal médico, equipamiento, medicamentos e infraestructura. La viceministra de Salud, Karim Pardo, recientemente invitada al Parlamento, dijo que, si bien la situación en Piura es “complicada”, en el último mes se ha registrado una “disminución franca” de las incidencias a nivel nacional.