Atropellos masivos o asaltos con cuchillo han cobrado decenas de víctimas en los últimos meses en China, mientras las autoridades tratan de regular la información, como una forma de evitar incentivar este tipo de actos, y los expertos buscan una explicación a un fenómeno inusitado, que parece haber encontrado una grieta en el intenso control social que se ejerce en el país.

Cuarenta y ocho personas han muerto, y otras decenas han resultado heridas, desde que se registró en septiembre pasado el primero de los ataques, que las autoridades locales han denominado crímenes de "venganza contra la sociedad": un ejercicio de extrema violencia que busca descargar ira y frustraciones personales, por lo general contra desconocidos.

La falta de transparencia impide contar con datos suficientes para estructurar teorías sobre las causas de este fenómeno, pero los especialistas coinciden en la urgencia de tratar de identificar los disparadores de estas conductas.

Un historial con antecedentes

El primero de estos ataques recientes se produjo el 30 de septiembre, cuando un hombre de 37 apuñaló mortalmente a tres personas e hirió a otras 15 en un supermercado de Shanghái, según la policía como "vía de escape" de supuestos problemas financieros.

El 10 de octubre, un estudiante japonés de 10 años murió acuchillado cerca de su escuela en Shenzheng, cerca de la frontera con Hong Kong. Fue la única víctima mortal en un mes en el que hubo dos ataques más con arma blanca, la mayoría dirigidos contra niños.

Noviembre ha sido el mes más sangriento, con el atropello masivo de Zhuhai, en el que 35 personas murieron arrolladas cuando se ejercitaban en un centro deportivo, a manos de un hombre molesto por su reciente divorcio.

Cinco días después, un estudiante universitario de 21 años, que según la policía estaba frustrado por perder sus exámenes, apuñaló a 25 personas en un instituto vocacional de Yixing, matando a ocho y dejando heridas otras 17.

El lunes pasado, un hombre perdió la vida en Chengdu, acuchillado durante una disputa de tránsito, y el martes un sujeto de 39 años arrolló a varios peatones frente a un colegio en Hunan, aunque sin víctimas mortales.

No es del todo un fenómeno nuevo. Un día después de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, el suegro del entrenador del equipo estadounidense de voleibol, Hugh McCutcheon, fue asesinado a puñaladas y su esposa sufrió graves heridas, así como la guía de turismo que los acompañaba mientras visitaban la atracción  de la Torre del Tambor. El atacante, un hombre de 47 años que acababa de pasar por un divorcio, se suicidó lanzándose al vacío después del ataque, en un incidente sobre el que el gobierno chino se abstuvo de hacer comentarios.

El año pasado, un conductor lanzó su vehículo contra una aglomeración de transeúntes en Cantón, matando a seis de ellos y dejando 29 heridos. En 2014 una disputa entre propietarios de puestos de comida en Hunan dejó cinco personas muertas a machetazos, y en 2010 dos ataques con cuchillo en preescolares fueron explicados como "copy cats", intentos de copiar un atentado precedente como las mismas características.

Tomando previsiones para evitar episodios

El ministro de Seguridad Pública de China, Wang Xiaohong, pidió apoyo el jueves a funcionarios del Partido Comunista para encontrar formas de "mantener la estabilidad social", a través del control de las fuentes de riesgo y de la atención de conflictos y disputas "antes de que sea tarde".

Durante una visita a la provincia de Liaoning, Wang pidió "investigar exhaustivamente cada caso", mientras que la Fiscalía Popular Suprema (FPS) prometía "castigos severos, estrictos y rápidos" para "mejorar la sensación de seguridad y bienestar entre el público", pero aparte del compromiso de resolver disputas civiles "antes de que escalen", no hubo más respuesta a las peticiones de encontrar las causas de raíz.

La política de "tolerancia cero" busca un efecto disuasivo para evitar lo que la autoridad local ha denominado crímenes de "venganza contra la sociedad", sin atacar los problemas de salud mental que podrían estar detrás de estos ataques.

"La estrategia de censura del Gobierno chino está impulsada por el miedo a perder el control de la narrativa y, potencialmente, a que se dispare la inestabilidad social. Pero la efectividad de esta estrategia es discutible, y las verdaderas causas subyacentes de estos ataques siguen oscurecidas por la falta de transparencia", afirmó la investigadora Rose Luqiu, especialista en censura y propaganda consultada por la agencia de noticias EFE.

Para la experta, el retroceso económico podría ser uno de los detonadores de estas crisis, pero "la falta de información oficial dificulta vincular ambos factores de forma precisa".

El discurso oficial se basa en lecturas como la de la psicóloga Zhang Defen, citada por la prensa local, explicando que los ataques pueden deberse a la dificultad de algunas personas para "mitigar su sufrimiento", y al hecho de que "encuentran en la violencia un escape para su frustración".

Con AP y EFE