La regla no escrita es “tener prudencia y paciencia”. De esta forma, el Gobierno brasileño intenta contornar la crisis de los aranceles estadounidenses, que deben gravar las exportaciones de acero y aluminio hacia Estados Unidos a partir del 12 de marzo.
Después de una retahíla de amenazas, el presidente Donald Trump oficializó el pasado 10 de febrero el impuesto del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio al país y señaló que no hará exenciones, ni excepciones.
Es un mazazo para el gigante latinoamericano, que es el segundo mayor proveedor de acero y hierro para EE. UU. En 2024, los estadounidenses compraron de Brasil ambos productos por un valor de 4.677 millones de dólares.
El año pasado, Brasil alcanzó el 14,9% de la cuota de mercado y sólo fue superado por Canadá, que representó el 24,2%. Atrás de Brasil, se quedan México (10,1%), Corea del Sur (5,9%) y Alemania (4,6%).
Datos del Comex Stat, del Ministerio de Desarrollo, muestran que EE. UU. fue el destino del 47,9% de las exportaciones del grupo siderúrgico en 2024. Ningún otro cliente es tan esencial para la industria brasileña como los estadounidenses. El segundo mayor comprador de Brasil es China, pero su participación es mucho menor, representando el 10,7% de las exportaciones.
No es la primera vez que el Gobierno de Estados Unidos impone aranceles al acero brasileño. En marzo de 2018, Trump anunció una tarifa parecida del 25% a las importaciones de este material producido a partir de mineral de hierro, afectando a Brasil y otros países. Sin embargo, en mayo del mismo año, Brasil consiguió evitar la aplicación de esta política proteccionista con el argumento de que la mayoría de las exportaciones eran de acero semiacabado, esencial para la industria estadounidense. El sector siderúrgico brasileño acordó reducir sus exportaciones al mercado norteamericano y adoptar cuotas de exportación para seguir accediendo al mercado americano, sin este arancel.
Sin embargo, las tarifas fueron reintroducidas en diciembre de 2019. Trump justificó la medida con la devaluación del real y del peso argentino, afirmando que esto perjudicaba a los agricultores estadounidenses. En aquella ocasión, fue el expresidente Jair Bolsonaro quien se encargó de negociar la no aplicación de estos aranceles.
En este nuevo escenario, Brasil vuelve a buscar soluciones diplomáticas a la disputa comercial, en vista de que los nuevos impuestos podrían impactar alrededor 6.000 millones de dólares en las ventas brasileñas. En un primer momento, el Gobierno del país aseguró que no tiene intención de entrar en una guerra comercial con Estados Unidos. Al mismo tiempo, el ministro de Economía Fernando Haddad calificó los aranceles impuestos por Donald Trump a las importaciones de acero como “medidas unilaterales” y “contraproducentes”.
En los bastidores, la información es que todo está sobre la mesa en las negociaciones con Washington, más allá de la creación de cuotas que permitirían a Brasil vender determinadas cantidades de productos sin sobreprecios: la reciprocidad en relación con el acero y el aluminio estadounidenses; el aumento de los aranceles sobre una lista de artículos importados de EE. UU; y, a falta de acuerdo, acciones en la Organización Mundial del Comercio (OMC). De momento, los ministerios de Exterior, Finanzas y Desarrollo, Industria, Comercio y Servicios están desarrollando una estrategia común para enfrentar el estancamiento.
Jorge Viana, presidente de la Agencia Brasileña de Promoción de Exportaciones e Inversiones, dijo que es necesario mantener la calma. “La industria estadounidense, en algún momento, tendrá que comprarle acero a alguien, ya sea negociando cuotas o con alguien que tenga menos conflictos. La actividad comercial tiene que ser pragmática. Es importante estar muy tranquilos en este momento”, afirmó.
“La diplomacia está marcando el tono de la reacción de Brasil a los nuevos aranceles impuestos por Estados Unidos al acero y al aluminio. Después de que el presidente Lula amenazara, en diciembre, con responder con reciprocidad aumentando los aranceles contra los productos estadounidenses, el Gobierno acabó optando por la vía de la cautela y la negociación aconsejada por los embajadores”, escribió el 12 de febrero Míriam Leitão, comentarista del diario O Globo.
“Los veteranos de la diplomacia brasileña son unánimes al decir que ésta es la mejor reacción posible en este momento. El aumento de los aranceles brasileños en respuesta a la política proteccionista de Donald Trump termina siendo un tiro en el pie, porque, como sabemos, sólo aumenta la inflación interna. Lo que busca el Gobierno es una salida negociada, como ocurrió en 2018, cuando se acordaron cupos arancelarios que permiten que parte del volumen exportado se mantenga a un ritmo menor”, agrega Leitão.
Por su parte, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha vuelto a prometer esta semana una respuesta contundente, si el presidente Trump insiste en la idea de aplicar aranceles al acero brasileño.
“Escuché que van a tasar el acero brasileño. Si lo hacen, vamos a reaccionar comercialmente: o lo vamos a denunciar ante la OMC, o vamos a gravar los productos que importamos de ellos”, amenazó Lula durante una entrevista radiofónica emitida el 14 de febrero.
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El mandatario brasileño subrayó que no pretende evaluar las declaraciones y actitudes de Trump, pero señaló que sus medidas en relación con Brasil serán seguidas de una reacción. “Queremos paz y tranquilidad, no queremos guerra. Si Trump adopta alguna actitud hacia Brasil, habrá reciprocidad”, volvió a decir, reafirmando la postura expresada a finales de enero.
Confederación de la industria llama a evitar represalias
Paralelamente, la Confederación Nacional de la Industria (CNI) llamó a establecer un diálogo entre el Gobierno brasileño y la Casa Blanca, en busca de “alternativas consensuadas” para revertir el recargo de Estados Unidos sobre el acero y el aluminio.
Para la patronal del sector, la vía de las represalias comerciales es desaconsejable porque aumentaría los costos de la propia industria brasileña, al encarecer los insumos suministrados por empresas estadounidenses. El CNI rechaza la posibilidad de aumentar los aranceles brasileños a las importaciones de productos procedentes de Estados Unidos, en represalia por las acciones de Trump.
En la actualidad, más del 48% de las exportaciones estadounidenses a Brasil entran libres de aranceles, y otro 15% está sujeto a tasas máximas del 2%, según revela la Cámara Americana de Comercio para Brasil (Amcham Brasil). Aunque el arancel de importación brasileño para los otros países es del 12,4%, el impuesto promedio efectivo sobre las importaciones estadounidenses es del 2,7%. A todos los efectos, gran parte de lo que Brasil importa de EE. UU. está exento de impuestos, como aviones y repuestos, petróleo crudo y gas natural, entre otros productos.
Es posible que los aranceles estadounidenses a la compra de acero y aluminio obliguen a Brasil a diversificar su mercado exportador, especialmente con la caída de la demanda de China, según varios expertos. Las exportaciones chinas de artículos clasificados como “hierro fundido, hierro y acero” se han ido desacelerando desde 2020, cuando alcanzaron los 2.120 millones de dólares, según datos del Ministerio de Fomento, Industria, Comercio y Servicios.
Al mismo tiempo, las empresas brasileñas están adoptando estrategias para reducir el impacto de la nueva política comercial de Trump. Gerdau, la mayor compañía productora de acero de Brasil, invirtió en operaciones en Estados Unidos para protegerse del proteccionismo. El director financiero de la compañía, Rafael Japur, explicó a la prensa brasileña que las medidas de Trump podrían aumentar la demanda de acero en el mercado estadounidense, beneficiando a sus acerías en el país.
Arancel sobre etanol y tarifas recíprocas
Para empeorar la situación, el presidente de Estados Unidos anunció nuevas tasas sobre el etanol y habló de tarifas recíprocas.
“El arancel estadounidense sobre el etanol es de apenas el 2,5%. Brasil cobra a EE. UU. aranceles de exportación del 18%. Como resultado, en 2024, EE. UU. importó más de 200 millones de dólares en etanol de Brasil, mientras que EE. UU. exportó solo 52 millones de dólares en etanol a Brasil”, dice el documento, que también cita productos agrícolas de la India y vehículos y productos del mar de la Unión Europea.
“En aras de la justicia, cobraré un arancel recíproco, lo que significa que cualquier cosa que los países cobren a Estados Unidos, se la devolveremos, ni más ni menos. Es muy simple", dijo Trump el 13 de febrero, poco después de firmar el memorando. Cabe destacar que los aranceles no se impondrán inmediatamente. La Casa Blanca llevará a cabo estudios que deberían estar terminados en abril y las tarifas se fijarán país por país, según el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick.
Este anuncio ha suscitado severas críticas por parte de las dos principales entidades del sector en Brasil. “La medida pretende poner en el mismo nivel el etanol producido en Brasil y Estados Unidos, aunque tienen diferentes atributos ambientales y potencial de descarbonización. No tiene sentido hablar de reciprocidad”, dicen en una nota oficial la Unión de la Industria de la Caña de Azúcar y de la Bioenergía (Unica) y Bioenergía Brasil, una entidad que representa al sector energético de la caña de azúcar en Brasil.
Para estas entidades, la acción de los Estados americanos y de la industria local del etanol es fundamental para evitar lo que denominaron un “retroceso” en la relación a la agenda de transición energética y la lucha contra el cambio climático.
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