Para un Estado que, entre otras cosas, prohíbe el aborto en toda circunstancia y que no ofrece educación sexual, la irrupción de Tokischa a los medios fue vista como se esperaba: una afrenta violenta al pudor (risible) que caracteriza al conservadurismo dominicano.
Choca escuchar decir a “una muchacha joven”, burda y francamente, lo que le satisface, a pesar de que sus homólogos siempre se han jactado a través de sus letras de sus dotes y experiencias en la cama.
Los derechos sexuales, donde son reconocidos y garantizados, permiten ejercer de manera libre la sexualidad sin ninguna coerción o violencia, implicando el sexo mismo, pero además las identidades de género y la orientación sexual, y el erotismo. En ese marco, existe una prerrogativa a expresar las preferencias individuales por medio de un amplio espectro de prácticas y actitudes.
Como artista, Tokischa expresa la sexualidad desde el margen, sin tapujos ni remordimientos. ¿Por qué tenerlos? Su oda desenfrenada al sexo es una manifestación tajante de la desinhibición propia de un contexto hipersexualizado donde el deseo no se esconde. No tiene vergüenza en ser vulgar, no obstante su demostrada inteligencia.
Una sociedad que llega a banalizar la violencia despiadada, en especial la de género, debiera acoger todo discurso que reivindique la diversidad y la libertad de ser, de lo que carecemos.
Sostengo que su revolución impúdica es necesaria porque desmitifica el placer femenino, porque realza lo no binario, y porque retrata de manera cruda la realidad del “bajo mundo” desde una perspectiva que quisiéramos que se mantuviera callada. En el barrio, el colmadón, la banca y el punto de droga son los referentes culturales más próximos, hacen parte de una cotidianidad que dificulta un verdadero desarrollo integral del individuo.
Una sociedad que llega a banalizar la violencia despiadada, en especial la de género, debiera acoger todo discurso que reivindique la diversidad y la libertad de ser, de lo que carecemos. A mí, más que su letra, me escandaliza la normalización del embarazo infantil forzado[1] en este país, la explotación sexual de niños y niñas, o los niveles de violencia doméstica a que son sometidos. Pedir ahora censura y que lo anterior nunca haya importado, es una doble moral que nos desvaloriza en mayor medida.
Habrá formas más elevadas de expresar lo mismo, pero esa es la naturaleza de la música urbana: no te viene con rodeos. Simplemente, mi iconoclasta favorita.
[1] https://cladem.org/wp-content/uploads/2018/11/jugar_o_parir_digital.pdf