La búsqueda de la verdad es imposible si no se fundamenta en un sólido pensamiento crítico. Muchos son los escollos que este último debe salvar. Algunos, como las falacias, obedecen a la mala fe; otros se basan en errores bienintencionados que, sin embargo, no dejan de ser errores. Uno de los vicios lógicos más comunes es el de confundir hechos y opiniones. En él cae el señor Miguel Ángel Muñiz, exjefe militar del MPD, en una entrevista en la que busca descalificar mi integridad como investigador, mi libro “Morir en Bruselas” y –colmo de los colmos– la calidad del jurado que lo eligió, unánimemente, como ganador del Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jimenes 2022. Es mi deber, como escritor y ciudadano, desmontar, punto por punto, las argumentaciones del señor Muñiz.
Antes de hacerlo, es preciso definir ambos conceptos. Un hecho es una acción u obra verificables, objetivas, comprobables e independientes del observador. Una opinión, en cambio, es un juicio o valoración subjetiva que se forma una persona respecto de algo o de alguien. Dicho esto, paso a refutar con hechos las opiniones del señor Muñiz.
Dice Muñiz: “El objetivo de Morir en Bruselas es hacer entender que el Moreno muere por una lucha ideológica y no que fue la CIA quien lo mató”.
Atribuir a mi obra otro objetivo que no sea la búsqueda de la verdad es una opinión a la que, por más descabellada que sea, su emisor tiene el derecho, por lo que no es necesario refutarla. Por otro lado, quizás porque fue de los primeros en leer mi libro – lo cual agradezco -, quizás porque la cantidad de información factual que el mismo contiene puede llegar a ser apabullante, el señor Muñiz me atribuye a mí la opinión del especialista francés en contraespionaje soviético Pierre de Villemarest, de que la muerte de Gómez fue producto de una lucha ideológica. Personalmente, pienso que la penosa división que minó la izquierda revolucionaria dominicana tuvo poco que ver con ideologías y mucho con egos. Ruego al señor Muñiz que relea detenidamente mi libro, como han hecho muchos otros lectores, a fin de asimilar toda la información – factual, repito – que contiene.
El que la CIA seguía de cerca los pasos de Maximiliano Gómez es un hecho. “Morir en Bruselas” es tal vez el único libro que se ha referido al reporte especial CSDB 312/00757–71 de dicha agencia, fechado en Washington, el 16 de marzo de 1971. En dicho informe, se resume una reunión en la que participó el líder del MPD en París, pocas semanas antes de su muerte. Que el asesinato de Gomez haya sido ordenado o ejecutado por la CIA es una hipótesis que no carece de peso. Pero, por el momento, no deja de ser una hipótesis. Se convertirá en un hecho en el momento que aparezcan pruebas verificables y objetivas de ello. Y si el señor Muñiz argumentara que la CIA no deja pruebas, le contestaría que, lamentablemente, la falta de pruebas no es una prueba. Tal argumento es propio de las teorías conspirativas, no de la Historia.
Nadie puede dudar que Manolo Plata fue un ser violento y despreciable. De haber sido juzgado por un tribunal belga, seguramente habría sido declarado culpable del asesinato de Miriam Pinedo. No por eso, sin embargo, la afirmación del señor Muñiz de que Plata asesinó a Maximiliano Gómez o que lo hizo por ordenes de la CIA alcanza el grado de hecho, de verdad irrefutable. En mis investigaciones determiné que la noche del 23 de mayo de 1971 Plata no acompañó al Moreno y a Miriam Pinedo al bar Los Ángeles Negros. Aquí, de nuevo, el señor Muñiz, pretende transmutar esa opinión –muy frecuente, por cierto– en un hecho, lo cual no es.
El señor Muñiz afirma que “Morir en Bruselas” no aporta nada nuevo a la Historia. Es su opinión. Sin embargo, es un hecho que mi libro contiene hechos nunca antes conocidos, desde los más de doscientos personajes históricos relacionados con las muertes de Maximiliano Gómez y Miriam Pinedo, hasta detalles como la descripción del apartamento de Héctor Aristy en París, el nombre y la dirección del convento parisino donde todos los exilados del MPD votaron el asesinato de Miriam Pinedo y las veces que El Moreno viajó de París a Bruselas durante fines de semana. Lamentablemente para el señor Muñiz, tampoco eso lo saqué de la cabeza, sino de las copias del pasaporte de José Antonio García Duvergé que usaba Gómez para ello.
El señor Muñiz opina que en mi libro no se plantea la verdad de lo que ocurrió. Se equivoca. La esencia de mi libro es absolutamente fáctica. Comparto con él la frustración de no haber encontrado la respuesta última. Pero reitero, que mi fin es el de buscar la verdad, no el de sustituirla por leyendas, suposiciones o mentiras. El ilustre historiador Roberto Cassá ha calificado mi libro de honesto. Y tiene razón.
No le tomo en cuenta al señor Muñiz los argumentos anteriores. Al contrario, los agradezco: nada me gusta más que la confrontación de ideas. En cambio, poner en tela de juicio la competencia del jurado, compuesto por literatos e historiadores cuya integridad profesional les ha hecho merecedores de la reputación de la que disfrutan, me parece el colmo de la arrogancia.
Todo en la vida tiene un lado positivo. Esta desconsideración me motiva a seguir trabajando para que las ideologías –no importa de cual se trate- no sigan usurpando el lugar de la verdad.