Un dirigente emepedeista, de la época en que ocurrieron en Bruselas las muertes de Maximiliano Gómez y Miriam Pinedo, negó que la orden para la ejecución de esta última partiera del Movimiento Popular Dominicano (MPD).
Asimismo, Freddy González advierte que declaraciones de este matiz son una calumnia a una organización política de izquierda que ha escrito su historia en base a una heroica lucha por las libertades y la democracia.
A continuación, la carta de Freddy González:
“El 11 de diciembre del 1971 apareció en Bruselas, capital de Bélgica, el cadáver mutilado de una mujer que resultó ser el de Mirian Pinedo, militante del Movimiento Popular Dominicano (MPD), única testigo de la muerte de Maximiliano Gómez Nazario (El Moreno), hermana del legendario dirigente Ramón Pinedo (Monchín) y viuda de uno de los dirigentes más carismáticos del emepedeismo histórico, Otto Morales. Para esa fecha, yo era miembro de la Dirección Regional Norte del MPD, junto con Juan Ángel Santos Peña (Negro) y Rafael Chaljub Mejía, bajo la responsabilidad de Jorge Puello Soriano (El Men).
El caso del secuestro, torturas, violación y descuartizamiento de esa pobre mujer, nunca fue tema de agenda de nuestro organismo, que en esa fecha era el más activo y sólido de todos los que integraban una estructura nacional acosada brutal e inmisericordemente por las fuerzas combinadas de los aparatos de represión locales y de la estación de la CIA en el país.
Para esa fecha, los principales dirigentes estaban muertos o guardaban prisión en las ergástulas balagueristas, como eran los casos de Rafael Taveras Rosario (Fafa), apresado el 10 de junio del 1970 en la salida de Santiago; Otto Morales Efres, asesinado a mansalva el 16 de Julio del mismo año, y de Amín Abel Hasbún, que corrió la misma suerte el 24 de septiembre.
El 13 de enero del 1971 fueron detenidos durante una reunión en una residencia de la calle Ernesto Gómez (calle 22) del Ensanche Luperón del Distrito Nacional, los dirigentes del MPD Moisés Blanco Genao, Julio de Peña Valdez, Edgar Erickson Pichardo, Rafael Báez Pérez (Cocuyo), David Onelio Espaillat Campos y Luis Elpidio Sosa. El 7 de julio del 1971 fue asesinado el camarada Roberto Figueroa Taylor (Chapo).
El MPD pasaba en ese momento por su peor crisis dirigencial, con la mayoría de sus mejores cuadros muertos, presos o en el exilio y con una dirigencia local compuesta por buenos camaradas, con mucho valor, pero sin carisma y con poca formación teórica marxista.
Lo cierto es que el secuestro y las sesiones de torturas gravadas con que pretendían ocultar las verdaderas causas de la “misteriosa” muerte de Maximiliano Gómez Nazario (El Moreno), fueron enviadas al país por el principal sospechoso de ese hecho y autor material del asesinato y descuartizamiento de Mirian Pinedo, Freddy Díaz (Manolo Plata) (Negritas de Acento).
Que yo sepa, nunca en el país ningún organismo ni dirigente en particular dio instrucciones para cometer ese incalificable hecho. Y más aún, en un partido marxista-leninista, que además de basar sus decisiones en la determinación colectiva, un fenómeno como este jamás podría ser decidido individualmente, con el posterior silencio u omisión de las estructuras partidarias. Menos aún, en un partido que por encima de su situación de acoso terrible de las fuerzas enemigas había sido forjado inspirado en el ejemplo de El Moreno.
Pese a que comencé a militar en el MPD después de la guerra de abril, con apenas 15 años de edad, no tuve el honor de conocer personalmente al ex-camarada Hugo Hernández Alvarado, quien se dice testigo presencial de ese abominable hecho, no así a Manolo Plata y al séquito que le sirvió de ayudantes y cómplices, con los cuales compartí militancia en la zona norte del Distrito Nacional.
Creo que querer buscar otros responsables de las actuaciones del grupo que la ejecutó, es un acto de irresponsabilidad de Hugo Hernández Alvarado, y en el caso de que él tenga las pruebas de quién o quiénes dieron las órdenes, desde territorio dominicano, para la ejecución de Mirian, debe decirlo con responsabilidad y no echar un cubo de excrementos sobre una entidad que, como el Movimiento Popular Dominicano (MPD), tiene reservado un lugar cimero en la historia de la lucha libertaria de nuestro pueblo, con el aporte de las mayores cuotas de mártires, desde la lucha contra el trujillismo y sus remanentes, hasta el gobierno yanqui balaguerista de los 12 años, y más allá.
Como miembro de la dirección del MPD de esa época, me siento aludido y no puedo permitir que enloden el nombre y la honra de una organización llena de glorias, que, con aciertos y errores, sacrificó lo mejor de sus dirigentes y militantes, en aras de avanzar hacia su sueño socialista y de conquista de espacios democráticos como los que vivimos hoy los dominicanos, aun sea limitadamente.
Llamo al ex-camarada Hugo Hernández Alvarado a que, para la tranquilidad de su conciencia y el buen nombre del MPD, señale por sus nombres a quienes ordenaron, según sus retardadas “confesiones”, ese horripilante asesinato; y con ello salve la historia de gloria del Movimiento Popular Dominicano (MPD), recordándole que como principio jurídico de carácter universal: “Los ilícitos penales son personales”.
Nadie es responsable de los hechos de otro, y el MPD no puede ser la excepción.
Señor Hugo Hernández Alvarado, usted tiene la palabra.