“Días después de asumir la Presidencia de la República, recibí en mi despacho al embajador de los Estados Unidos, William Tapley Bennet, quien saludó mi triunfo electoral y pasó a describirme la política del Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica con relación al coronel Caamaño y los comunistas que habían participado en la revuelta de abril de 1965.
La revelación del presidente Joaquín Balaguer a este humilde servidor se produjo el jueves 4 de enero de 1996, en el Palacio Nacional.
Manifiesta Balaguer que “desde el inicio y desarrollo de la conversación, Tapley Bennet me dejó la velada advertencia de que los Estados Unidos jamás permitirían que República Dominicana se convirtiera en una nueva Cuba y que los comunistas dominicanos tuvieran el control político del país”.
“En tono enérgico me hizo saber que el Departamento de Estado había realizado esfuerzos extraordinarios para imponerme en los comicios de 1966, con tal de que la Unión Cívica Nacional y los movimientos revolucionarios impusieran un régimen contrario a los intereses de Estados Unidos”, expresa Balaguer.
Subraya el gobernante que su respuesta fue de total rechazo, al tiempo de aclararle que “quien le hablaba fue el resultado de la voluntad popular y de mi particular esfuerzo, y debo aclararle que mi Gobierno tiene su agenda y la aplicará de acuerdo a las circunstancias”
“Observé que mi actitud no fue bien acogida por el embajador Tapley Bennet, y le hice saber que había recibido un país dividido y tenía que gobernar para todos los dominicanos, sin importar ideologías y clases sociales, porque de lo contrario la gobernabilidad se tornaría caótica”, manifiesta.
“No obstante la exposición que le formulé, Tapley Bennet reveló que el Departamento de Estado estaba diseñando un plan de contingencia para mantener la paz política y social en República Dominicana y que la prioridad era dar seguimiento al coronel Caamaño, a Montes Arache, Jottin Cury, Héctor Aristy, Hugo Tolentino y a otros”.
“Al despedirse, me informó que próximamente vendrían a visitarme miembros de un equipo élite que trabaja para la Embajada Americana y me tratarían asuntos convenientes para ambos países”.
“Quien habla estaba enterado de que esos asuntos solo eran de conocimiento del general Enrique Pérez y Pérez, quien fue escogido por el Departamento de Estado para colaborar con los agentes de la CIA y el FBI, instalados en el país. Se recuerda el amplio apoyo que el alto oficial brindó a los marines en la revuelta de abril de 1965”, comentó Balaguer.
“Una semana después recibí la visita anunciada por Tapley Bennet, compuesta por ocho miembros de la CIA y del FBI; el presidente interino de la República, Héctor García Godoy, me informó que estos estaban en el país desde el estallido social de 1965 cumpliendo misiones estratégicas en combinación con el general Enrique Pérez y Pérez y con Ramón Emilio Jiménez (hijo)”. Balaguer citó a “Lec Echols, David Robb Mc Lean y Anthony Ruiz”. Tiempo después, asegura Balaguer, “llegó al país Dan Mitrione, para gestionar ante mi Gobierno la instalación de una base militar entre Samaná y Las Terrenas, a lo que me opuse tajantemente”. Y añade: “Sin embargo, admito que, no obstante mi rechazo a la propuesta de Estados Unidos, establecí una relativa amistad con Dan Mitrione. Me caía simpático pues no era tan altanero como Lec Echols y lamenté mucho que los tupamaros lo fusilaran”.
Asegura Balaguer que, a partir de la reunión con los miembros de la CIA y el FBI, se reunió con los altos mandos militares y les instruyó diseñar un plan de contrainteligencia para seguir sus pasos y estar enterados de sus acciones.
Ellos daban seguimiento a Amaury Germán Aristy y su grupo, y nosotros los vigilábamos a ellos a través de un equipo de contrainteligencia que dirigía el general Neit Rafael Nivar Seijas.
Esto así, porque los generales Enrique Pérez y Pérez y Ramón Emilio Jiménez (hijo), intercambiaban informaciones con los agentes de la CIA y del FBI que no reportaban a los organismos de seguridad del Estado.
Como se sabe, indicó ese día Balaguer: “ …al iniciar el periodo presidencial de 1966, se originó una lucha encarnecida entre movimientos de izquierda y la Policía Nacional y había días en que caían abatidos miembros de ambos sectores”.
“Los informes de inteligencia que llegaban a mi despacho daban cuenta de que la CIA y el FBI estaban enterados de que el centro desde donde operaban los grupos de izquierda estaba ubicado en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y su principal cabecilla era Amaury Germán Aristy, perteneciente al grupo Los Palmeros”.
En la conversación me dijo, además, “…que también en Cuba funcionaba un segundo grupo que se entrenaba en guerra de guerrillas, al margen de la dirección del coronel Caamaño, y que este iba y venía con tal de inculcar a los dirigentes y simpatizantes las ideas del foquismo para atentar contra mi Gobierno”.
En cambio, dice Balaguer, “…los agentes de la CIA y del FBI conocían las actividades organizativas de los grupos de izquierda, sobre todo el sector que dirigía Amaury, y que a menudo se reunía en una casa ubicada después del destacamento policial del sector Los Tres Ojos, en la avenida Las Américas, donde vivía una señora que, de una manera u otra, prestaba su casa para reuniones conspirativas”.
“El hecho de que Amaury Germán Aristy y su grupo estudiaran y conocieran el ambiente, favoreció que vinieran en actitud de subvertir el orden constitucional y fue preciso, como es natural, que comenzaran a combatir frente a contingentes militares”, asegura Balaguer.
Según revela Balaguer, “… el coronel Caamaño, que se encontraba en Cuba junto a seguidores que se ejercitaban en métodos guerrilleros, al no contar con recursos económicos y armas suficientes se desesperaron y tomaron la decisión de venir al país a tumbar mi régimen”.
De acuerdo a Balaguer, la llegada al país por la zona de San José de Ocoa resultó una aventura fracasada, pues tanto él como los nueve hombres que lo acompañaron fueron unos románticos, unos niños de teta; porque, dígame, poeta Gerón, de qué forma nueve hombres pueden vencer a un ejército compuesto por más de 18 mil soldados, mal contados”.
“Tampoco contó con el apoyo de los líderes nacionales, (profesor Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez) quienes fueron enterados de la invasión vía el doctor Emilio Ludovino Fernández, y se abstuvieron de apoyarlo por considerar un suicidio ese tipo de acción, desfasada en el Caribe, afirma Balaguer.
Refiere Balaguer que: “Con su idea de subvertir el orden constitucional y derrocar mi Gobierno, lo único que consiguió el coronel Caamaño fue que tropas del Ejército Nacional lo capturaran y fusilaran”.
“Días antes de que el coronel Caamaño, acompañado de nueve hombres, llegara al país procedente de Cuba, los agentes de la CIA, Bosch, Peña Gómez, el doctor Ludovino Fernández y dirigentes de izquierda sabían que este desembarcaría cerca del poblado denominado Nizaíto, perteneciente a San José de Ocoa, en la provincia Peravia, manifestó Balaguer.
“Por ello, –me manifestó Balaguer– no me sorprendió en lo absoluto que el día 23 de enero de 1973, los agentes de la CIA, Lec Echols y David Robb McLean, me solicitaran una audiencia con carácter de urgencia, la cual concedí al día siguiente en horas de la noche. Echols, fue el primero en hablar y me dijo: “Señor presidente, el hombre viene; alerte a sus tropas. Una fuente perteneciente a los organismos de inteligencia del gobierno cubano nos suministró la información; nosotros estamos alerta y ya es de conocimiento del Departamento de Estado”. Añade Balaguer que le expresó: “De acuerdo. Y, al decir esto, ambos espías abandonaron de inmediato el despacho presidencial”.
Cuenta Balaguer que, al día siguiente, citó en su despacho a los generales Ramón Emilio Jiménez (hijo) y Enrique Pérez y Pérez, a quienes comunicó la visita de Lec Echols y David Robb McLean, y, …“para no ser sorprendidos por Caamaño y los hombres que lo acompañarían en su despropósito revolucionario, les ordené al secretario de las Fuerzas Armadas, Ramón Emilio Jiménez (hijo), y al jefe del Ejército Nacional, Enrique Pérez y Pérez, que desplegaran tropas a discreción en toda la geografía nacional”.
“Me reuní con mi amigo entrañable Fausto Caamaño y le expliqué la situación. Le pedí que si tenía en Cuba algún amigo para que lo convenciera de que su decisión de venir al país para llevar a cabo una guerra de guerrillas sin respaldo popular, con intención de derrocar a un Gobierno totalmente legítimo, era un acto de inmolación”.
A seguidas, me dice Balaguer: “La respuesta de Fausto fue la siguiente: ´Usted hizo el intento enviando a Cuba a Sacha Volman, que por poco pierde la vida cuando intentaron secuestrarlo agentes de inteligencia del gobierno cubano al considerarlo agente de la CIA, al entender que podía llevar a cabo actos de sabotaje, y Sacha no pudo convencerlo. Presidente, amigo mío, no sé qué hacer ante esta terrible obcecación de Francis. No como ni duermo pensando qué pasará”.
Indica Balaguer: “Hacía muchos años que no veía a un hombre llorar frente a mí, como lo hizo Fausto Camaño, y lo único que se me ocurrió decir fue: ´Fausto, comprendo tu dolor, roguémosle a la Providencia para que lo proteja”.
Más adelante, narra Balaguer: “Por lo visto -sostuvo Balaguer- Lec Echols y David Robb McLean tenían información precisa porque el 3 de febrero se produjo el desembarco. Al enterarme de que Caamaño, acompañado de nueve hombres, había desembarcado en la zona de San José de Ocoa , visité el lugar, y de regreso a la ciudad de Santo Domingo me dirigí a la nación y le expliqué la situación”.
“Días después, estando en mi despacho, me visitaron los generales Enrique Pérez y Pérez y Ramón Emilio Jiménez (hijo) y me preguntaron qué hacer con el coronel Caamaño. Les respondí lacónicamente: ´La CIA, el FBI y ustedes decidan su destino´. Y al comprender que no tenía nada más que agregar, me hicieron los saludos de rigor y se marcharon”.
Añade Balaguer que el 16 de febrero de 1973, al recibir bien temprano los informes de inteligencia, se enteró de que el coronel Caamaño había sido fusilado, descuartizado y lanzado al mar desde un helicóptero en las inmediaciones de Barahona y Pedernales.
Explicó el gobernante que “…los diarios nacionales y extranjeros destacaron en sus portadas que yo había dicho que aquí -refiriéndose al país- no había cárceles para Caamaño. Y eso es falso de toda falsedad”.