En el año 1997, fui a llevar al expresidente Joaquín Balaguer el libro El Renacimiento español, del escritor inglés, Aubrey F. G. Bell, que me había solicitado hacía ya meses y no había podido localizar. El expresidente, tenía interés de recapitular algunos episodios de esa época que según me narró, influyeron en su concepción hispánica.

De manera que la conversación de ese día giró en torno al libro de G. Bell, ocasión, que aprovechó para narrarme que mientras se desempeñaba como primer secretario de la delegación diplomática en Madrid, en 1934, tuvo la ocasión de leer el libro en referencia y que el mismo le permitió conocer a profundidad el carácter psicológico de los españoles que vivieron el despertar de la cultura española.

La conversación de ese día giró en torno al texto citado, explayándose, en particular, en la cultura contemporánea española. Incluso, llegó a referirse con profundidad a la leyenda negra española.

En otro orden, recuerdo que al despedirme me preguntó que si tenía conocimiento de unas memorias que estaban circulando sobre el temido personaje Johnny  Abbes, le respondí afirmativamente y entonces me pidió que llevara un ejemplar en la próxima visita.

Días después me aparecí con el ejemplar de Memorias de Johnny Abbes y me dio las gracias y comenzó a ojear el texto como era su hábito. Luego, me dice: “su lectura, puede esperar”, e inició la conversación sobre la crítica literaria y trajo a colación un trabajo que le había leído una de sus secretarias con relación a Otilio Jorge Castelpoggi, quien, al analizar la novelística de Miguel Ángel Asturias, llega a la conclusión que “en toda su producción, existe una preocupación verbal que le viene de la tradición Maya, según la cual “las palabras son como antifaz que recubre las cosas”.

Ese día, antes de abandonar su residencia me dijo: “Por favor, poeta Gerón, hágame un servicio más y consígame la novela Un día volveré, del catalán Juan Marsé.

Días después, le llevé la novela de Marsé y al tomarla en las manos e invitarme a sentar tomó de la mesita colocada al lado de su sofá-cama el libro con relación a las Memorias de Johnny Abbes y me dijo: “poeta Gerón, esto es risible, esto es un fraude literario; Johnny Abbes no tenía capacidad para escribir esto, él solo tenía capacidad para hacer informes de inteligencia con toda la perversidad posible; capacidad para el crimen, la maldad, la de torturar y perseguir gente contraria o sospechosa de la Era de Trujillo. Era un sanguinario nato que gozaba de su método espectral… un degenerado, siempre iba detrás de las prostitutas…

“Tras la muerte de Trujillo -me expresa Balaguer- recibí en mi despacho a Ramfis, quien fue a entregarme la carta de renuncia como jefe de la Fuerza Aérea Dominicana FAD. Luego de conversar por espacio de una hora sobre la situación del país y los presos de la cárcel de la Victoria por su participación en la muerte de su padre, le pregunté: ¿“Y ahora que vamos a hacer con Johnny Abbes?”, y Ramfis, me respondió: “Nómbrelo bien lejos, nómbrelo como cónsul en Japón y cuando se dirija a tomar posesión, destitúyalo”.

“Eso hice y, según la información, horas antes de abordar en el Aeropuerto Internacional de New York, la línea Pan Am que viajaba desde allí a Tokio, Johnny Abbes, recibió la noticia de parte de la embajada dominicana en Washington de que había sido destituido. Ante la situación, Johnny Abbes, llamó al agente de la CIA, Irving Grunning, experto marinero y telegrafista que en ese momento había sido trasladado de la isla de Swan, en las Antillas menores, y designado jefe de la estación de la CIA en El Salvador”.

Narra Balaguer que Johnny Abbes, había hecho contacto con Grunning en el año 1957 cuando hacía los preparativos para asesinar, supuestamente,  por instrucciones de Trujillo, al  presidente de Guatemala, Carlos Castillo Arma. Utilizo el término “supuestamente”, explica Balaguer, pues, no hay confirmación certera de que Trujillo, fue el autor intelectual.

“Lo que sí se sabe -comenta Balaguer- es que Grunning dirigía una estación de radio en la isla Swan y desde la misma, escuchaba los despachos de prensa de las emisoras de radio de República Dominicana y Cuba. Y lo que escuchaba lo transformaba en informes y enviaba a la CIA”.

Según Balaguer, “al llamar Johnny Abbes a Grunning, le explica la situación por la que atravesaba en ese momento y el segundo le envió pasaje y reservó hotel y una vez en Haití, planificaron el asesinato de Francois Duvalier, (Papa Doc). Con esos fines, Johnny Abbes, viaja a Haití, con mucho dinero que le facilitó la CIA, vía el agente y militar Grunning y, al instalarse allí, reúne grupos de “ton ton macoute” que le suministraba dinero y de esa forma se inicia el complot contra el presidente vecino de Haití.

Cuenta Balaguer: “Allí, Johnny Abbes estableció relación con Max Dominique, yerno del presidente Duvalier, e iniciaron un plan con tal de dar muerte al dictador y a quien le hablaba”.

Revela Balaguer que “Johnny Abbes en varias ocasiones cruzaba la frontera y se reunía en Malpasse con militares y civiles a quienes les repartía dineros y armas con la finalidad de asesinarme”. Sostiene que “los informes son fidedignos pues provenían de fuentes muy confiables y la mayoría de ellos daban cuenta que Johnny Abbes al tiempo que complotaba contra Duvalier también preparaba un segundo atentado dirigido en mi contra”.

Esa es la razón -asegura Balaguer- “que el plan de Johnny Abbes, conjuntamente con Max Dominique y el grupo de “ton ton macoute” contratados por Johnny Abbes fue develado y él fue asesinado junto a su familia completa y sus retos lanzados al desfiladero”.

En el libro, Puntos ciegos de la historia política dominicana y otros escritos, el pundonoroso y escritor de temas históricos y militares Homero Luis Lajara Solá, señala que el “El 4 de mayo de 1966, el presidente Balaguer recibió una información que aludía al ingreso de manera clandestina del esbirro Johnny Abbes García, exjefe del nefasto servicio de inteligencia militar trujillista, conocido por sus temibles siglas de SIM, a territorio haitiano”.

Añade, Lajara Solá: “Esta información fue confirmada varios meses después por el embajador dominicano Manuel E. Guerrero Pou, precisando que Abbes se exhibía de forma desafiante con los asesinos Ciriaco de la Rosa, Cruz Valerio y Pérez Terrero, condenados por los tribunales dominicanos por matar a las hermanas Mirabal”.

“El 11 de noviembre de ese año -narra el autor de Puntos ciegos en la historia política dominicana, el canciller dominicano le informó al presidente Balaguer que Abbes tenía planes de eliminarlo, como venganza por expulsarlo del país, razón por la cual se elevó una nota de protesta ante el gobierno haitiano por permitir que Johnny Abbes desde Haití, intentara ese hecho”. (Ver: Puntos ciegos en la historia política dominicana, vicealmirante Homero Luis Lajara Solá, pág. 165-166, Editora Corripio, S. A. S, 2020).

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