El pasado jueves nos encontramos con el anuncio del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, de una liberación de petróleo de la reserva estadounidense. La liberación consistirá en unos 180 millones de barriles, lo que representa alrededor de 1 millón de barriles al día durante seis meses, iniciando en mayo próximo. Esa información confirma la válida preocupación que existe ante el aumento de los precios del gas y su suministro tras la invasión rusa a Ucrania. Las reacciones no se han hecho esperar, pues el reputado economista Larry Summers, que fungió como secretario del Tesoro de los EE. UU., de 1999 al 2001, aplaude la medida, pero añade que la misma debería también ser complementada con una compra anticipada del oro negro a fin de compensar los problemas ambientales y reponer las reservas.
Por otro lado del espectro, algunos entienden lo contrario, como es el caso del representante del estado de Oklahoma, Frank Lucas, piensa que la decisión del presidente Biden de aprovechar una vez más la Reserva Estratégica de Petróleo (SPPR) para cubrir los rendimientos mundiales del hidrocarburo es irresponsable y equivocada, además que podría poner en peligro aún más la seguridad nacional en la medida en que se continúe utilizando importantes reservas de emergencia.
Creemos que la medida no luce muy color de rosa, como tampoco muy sombría. Debemos entender que de la misma manera que criticamos la pasada liberación de reservas para simplemente mitigar los precios del petróleo, en esta ocasión afirmamos que no es secreto para nadie que la actual administración estaba bajo presión a las tendencias alcistas y reducir específicamente los precios de la gasolina. Todo ello por la proximidad de las elecciones de medio término. Ahora bien, es de señalar que en este momento existe un problema de abastecimiento ante la disminución de la exportación del petróleo de Rusia, no tan solo a los Estados Unidos, sino también a una considerable parte de sus aliados.
Es muy cierto que el SPR por sí solo no resolverá el problema, pero sí ayudará a corto plazo. A largo plazo no es respuesta al déficit de oferta estructural en el mercado por los próximos años. Además de que desestimula el crecimiento de los “shale oil”, como también a las empresas petroleras a fin de producir más, que en realidad es lo que se debe hacer. También es de señalar que crearía potenciales congestionamientos logísticos en la Costa del Golfo, exacerbando aún más el problema.
En sentido general, esta medida implica un paso relativamente bajo, comparado con el mercado global, arriesgando en términos de su impacto real en el precio y al mismo tiempo envía señales confusas a los miembros de la OPEP. Hay que recordar que de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (EIA), se percibe un consumo global de 100 millones de barriles por día (MMb/d), un aumento de 3 MMb/d con respecto al 2021, implicando la liberación de la SPR, que es el 1% del consumo global, y un poco menos del 30% de lo que fue la exportación diaria rusa, previo a las sanciones.
Para cubrir el déficit existente de producción en función al consumo se necesitaría del aumento de la producción de los “shale oil” en los Estados Unidos o la incorporación del petróleo venezolano e iraní. “En los tres casos en el mejor de los escenarios se tomaría tiempo”. Mientras tanto, se está creando un aumento de oferta tras las medidas de emergencia con las liberaciones de las reservas estratégicas, como también elevando la demanda vía subsidios, como es el caso de países de Europa, ciertos estados de Estados Unidos e incluso en la misma República Dominicana, sin hacer absolutamente nada por el problema estructural del mercado petrolero.