Esta semana teníamos pautado tratar la evolución del mercado del gas natural, pero sucede que no podemos dejar pasar por alto la hipersensible situación que se desarrolla en el borde de la frontera Rusia-Ucrania, una crisis que se encuentra en su punto más alto desde la anexión de Crimea.
Desde inicios de este milenio, lo recuerdo como si fuese hoy, mi profesor de Ciencias Políticas recalcaba la importancia de Ucrania y las ramificaciones de una eventual invasión rusa a este país.
La historia nos muestra que Ucrania en múltiples ocasiones trató de ser independiente, hasta finalmente lograrlo posteriormente a la caída del muro de Berlín.
A veces la separación de Ucrania de la antigua Unión Soviética se percibe como la separación de un matrimonio del cual nunca se pudo reponer, más bien como una obsesión.
Las ramificaciones de un eventual conflicto entre esas dos naciones serian ilimitadas desde el punto de vista económico y geopolítico, pero para lo que concierne específicamente a esta entrega, podemos afirmar que sería un duro golpe al mercado del gas natural.
Una potencial suspensión del suministro de gas natural a Europa replantearía completamente el panorama del combustible fósil, del que depende en alrededor de un 40% de o la producción rusa, aunque es importante señalar que no sería la primera vez, aún fuese como una forma de chantaje político, por ser precisamente en la temporada de frío, que es cuando se retoma la demanda cada año.
Desde ya los mercados de una manera expedita han interpretado el riesgo que eso conllevaría, pues se produciría un aumento en los precios del gas natural en más de un 20 % ciento, como señala el NYMEX en su sesión del pasado viernes, así como también en el “mercado spot” de Europa, y en el Asia.
Ahora bien, como señalábamos anteriormente, no es la primera vez que se presentan situaciones similares que involucren amenazas de suspensión de gas natural de manera temporal.
Sin embargo, como bien apunta la brillante doctora en Economía, Carmen Reinhart: “Esta vez es diferente”.
Los Estados Unidos, así como Europa, aparentan interpretar la “jugada” de Vladimir Putin y de antemano han iniciado las diligencias de lugar a fin de garantizar suficiente suministro de gas natural desde otros productores en el Asia, Norte del África y sobre todo de Catar a la región europea.
Pero más aún, ya se estima que para este 2022, EE.UU. se convertirá en el principal exportador de gas natural en el mundo, por encima de Catar y Rusia.
No obstante, el mover esta materia prima desde el hemisferio occidental implicaría mayores costos, específicamente por el transporte vía buques en contraste con la distribución vía oleoducto que es la que prevalece en la región euro.
Si bien el panorama es totalmente distinto a previas ocasiones, dada mayor cantidad de actores en el lado de la producción, no es menos cierto que hay mucho en juego, pues la composición de oferta y demanda podría cambiar drásticamente, aunque muchos argumentan que, a pesar de la importancia para la economía rusa de vender su gas natural, se apuesta a que ese dislocamiento sería apalancado por el mercado chino, aunque ver las cosas de esa manera conllevaría subestimar la capacidad de consumo europea, y sobrestimar la dependencia de gas natural del país asiático.
Desde el punto de vista del consumo, hay que tener claro que independientemente de un remplazo de la producción rusa, ya sea por los Estados Unidos u otros aliados, el consumo de gas natural continuará en ascendencia a corto y largo plazo.
Precisamente, iniciándose este año, la Unión Europea anunciaba un plan para lograr sus metas de neutralidad de carbono para el 2050, donde se incluye la energía nuclear, al igual que el gas natural, como energías verdes.
Esto implicaría incentivos de préstamos, vía el sistema financiero, para desarrollar más plantas térmicas de gas natural, y como consecuencia incentivar más el apetito por este fósil, a medida que se continúe con el desmonte de plantas a carbón y de derivados del petróleo.
Es de señalar que, desde nuestra óptica, siempre hemos visto el gas natural como el puente hacia las energías renovables.
Está claro que se ejercerá mucha presión sobre la producción de gas natural con el objetivo de satisfacer la demanda, sin importar que sea una medida tomada por el líder ruso suspendiendo suministro, o EE. UU. imponiendo sanciones similares a la de Irán, que de hecho costó una reducción de un 20% de su economía y 30% de su exportación de petróleo.
Ojalá y la sangre no llegue al río, sobre todo cuando el mundo requiere de un respiro. Que reine la sensatez.