Rafael Feliz Cabrera, alcalde pedaneo de la comunidad La Patilla, de Elías Piña, asesinó a tres personas, incluyendo un recién nacido, la semana que concluye. Los muertos fueron identificados Ferneli Michel y Mamen Michel, de nacionalidad haitiana, matando también al recién nacido, cuyo nombre se opine por razones legales.
Feliz Cabrera antes había agredido violentamente a estas mismos personas, que lo denunciaron. Y la agresión conllevó que fuera detenido. A su salida de la prisión las buscó y las asesinó, dejando también heridas a la ciudadana haitiana Valancia Desfiló, de 24 años, y a la dominicana Deisy de la Rosa, de 16. El criminal huyó hacia Haití y las autoridades lo definen como violenta, que porta un arma de fuego, y representa riesgos.
En Bonao, Carlos Julio Campusano, asesinó a tres personas y todavía en atención médica y herido no admite remordimiento por su crimen y dice que la persona que él quería matar se le salvó: “Esas mujeres me llevaron hasta el final, las dos. Se salvó la que yo quería matar. Se salvó”.
La información da cuenta de que el confeso asesino le quitó la vida a su pareja sentimental, María Juana Ortiz Portorreal, mientras que los otros muertos fueron identificados como María Mordán, de 52 años, y Basilio Lebrón, de 48.
El hombre estaba enfadado y recurrió al medio que encontró más idóneo para calmar su sed de venganza: el crimen.
Campusano también hirió a otras tres personas, entre ellos a su hijo y a otra persona que salió caminando en busca de ayuda médica con un cuchillo clavado en su espalda, en un hecho registrado en la Residencial Shamar en la Salvia, municipio de Bonao. Dos de los heridos fueron identificados como Víctor Alfonso García y Wendy Tomás Bonifacio Ramírez.
Y como estos dos casos, los crímenes colectivos se incrementan en la República Dominicana, especialmente cometidos por hombres, siendo casi siempre mujeres las víctimas. Y las razones de esos acontecimientos desgarradores son las incomprensiones y diferencias afectivas, rupturas de relaciones, infidelidades y conflictos familiares. Hasta los hijos pequeños y hasta recién nacidos pagan las consecuencias de la peor manera, con la muerte. Con alguna frecuencia los hombres luego de cometer el crimen se suicidan.
El gobierno debe poner una mayor atención a estas tragedias. Hay que estudiar los factores que disparan la violencia en individuos de escasa formación o educación media, quienes al parecer nunca recibieron entrenamiento sobre cómo controlar la ira o cómo dirimir los conflictos en un entorno familiar o social.
¿Está relacionada la violencia con la pandemia de Covid que padecimos durante más de dos años? ¿Está relacionada la violencia con la falta de educación? ¿O con la pobreza y las condiciones de vida de los ciudadanos que se ven envueltos en actos trágicos? ¿Se podría incluir los accidentes de tránsito en estos casos? ¿O las borracheras e intoxicaciones alcohólicas, como recientemente se pudo comprobar en el período de Semana Santa?
Debemos apostar a que la sociedad dominicana proteja, preventivamente, a las personas que pudieran ser víctimas de situaciones de violencia personal o familiar como las que estamos viendo con una frecuencia no acostumbrada. El área de Salud Mental del ministerio de Salud Pública y Asistencia Social tiene una gran responsabilidad con estos casos, y no dejar que se repitan y multipliquen sin que podamos prevenirlos, o sin que el país tenga alguna campaña de orientación del gobierno. Merece la pena.