El país tiene tiene conciencia de la necesidad de una reforma fiscal integral.
El gobierno que comenzará el 16 de agosto, en segundo período para el presidente Luis Abinader, está muy claro de la necesidad de la reforma fiscal.
Desde el 2008, el país ha venido acumulando déficits en su ejecución presupuestaria, y eso ha obligado a financiar los déficits con préstamos que han aumentado los compromisos presupuestarios cada año, en el orden del 25 % del monto presupuestario destinado al pago de los intereses de la deuda.
Los fraudes bancarios del 2003 también originaron un gran déficit, que se incluyó en las finanzas del Banco Central como déficit cuasi-fiscal, y que ha seguido creciendo en forma extraordinaria. Aunque se aprobó una ley de capitalización del Banco Central, y para obligar al Gobierno a reducir ese déficit, no ha sido posible que se cumpla con ella.
Al Gobierno le ingresa cada año aproximadamente un 15 % del monto del PIB, pero el gobierno hasta un 19 % por ciento del PIB, o su equivalente, y por eso hay que financiar un 5 % con empréstitos, adelanto de impuestos y otras operaciones especiales, como renegociación de contratos de concesión, como acaba de ocurrir con Aerodom.
Lo primero será decidir cuándo se hace la reforma fiscal. Si el gobierno decidiera hacer esa reforma en el período de transición de tres meses, desde ahora hasta el mes de agosto, tendría que presentarla al Congreso Nacional lo más pronto posible. Daría tiempo para discutirla y para que los congresistas hagan las consultas y vistas públicas correspondientes.
Habría oportunidad para que los sectores económicos, productivos, los centros de investigación y opinión económica ofrecieran sus consideraciones y evaluaciones. Muchos economistas con gran experiencia de Estado estarían en condiciones de opinar y tal vez se logre que el actual congreso se despida en grande aprobando una reforma fiscal coherente y para dar consistencia a la economía nacional, a la reducción de inequidades y la reducción de pobreza.
Otra opción sería dejar esa reforma para el próximo Congreso que se instale a partir del 16 de agosto, y sería de factura perremeísta, con responsabilidad absoluta para los congresistas de ese partido. Sería la propuesta fiscal que presente el Gobierno la que se aprobaría, sin ninguna duda.
Otra cuestión sería el contenido de la propuesta. Eso dependerá hasta dónde quisiera el presidente Abinader profundizar en una reforma fiscal que resuelva a futuro los déficits y que el presupuesto pueda ejecutarse sin financiamiento con préstamos. Sería saludable.
El presidente Luis Abinader puede asumir la responsabilidad de presentar una propuesta con equidad, que proteja y beneficie a los pobres, y que disponga más compromisos para los ricos y para los sectores con grandes ganancias, que podrían soportar el pago de más impuestos, y que excluyan de sus gastos las propiedades en el exterior, los yates, las casas de vacaciones en grandiosos proyectos turísticos, además de gastos onerosos en Europa y en Estados Unidos.
Será la voluntad política del presidente de la República la que dirá el tipo de reforma fiscal que será implantada en el país en los próximos meses. El Gobierno tiene que invertir más en infraestructura, en carreteras, caminos, puentes, apoyar la agricultura, impulsar las exportaciones y tratar de reducir la inequidad, porque la pobreza sigue siendo un lastre muy grande para la sociedad dominicana.
Ricos muy ricos, con ganancias extraordinarias cada año, con un crecimiento de la economía que no reduce pobreza ni elimina inequidades no es un legado deseable para ningún presidente dominicano. Hasta ahora es lo que hemos tenido y todos los presidentes han tenido miedo a disponer de aumentos de impuestos a los ricos, que son al mismo tiempo los grandes responsables de evasión y elusión fiscal. Hay que ponerle el cascabel al gato, y el presidente Abinader tiene la oportunidad de hacerlo.
Ojalá lo haga, en procura de un crecimiento de la economía y de la búsqueda de la justicia social, de la que siendo empresario, es partidario.
Ojalá que así se haga.