Sobre lo que ocurre en estos momentos en las relaciones de la República Dominicana con Haití hay muchas versiones. Una gran parte es divulgada y promovida con intenciones de incrementar las tensiones y agitar las rabias y el odio que aún se anidan en almas atormentadas por un pasado del que se sienten responsables o comprometidos.

Las mentiras abundan. Las manipulaciones crecen. Se inventan frases, en realidad mentiras, que se atribuyen a patriotas y grandes personajes históricos para involucrarlos en problemas del presente. El descaro y el deseo de incrementar un conflicto entre los dos países es demostrativo del serio complejo nacional que se ha incubado en una parte de la población.

El gobierno dominicano carece de un interlocutor eficiente en Haití. La autoridad haitiana es débil, le falta legitimidad y apenas se sostiene en medio de una crisis que cada día se agrava, mientras espera la prometida ayuda militar internacional para restaurar parte del control de su propio territorio.

Las bandas armadas imponen su propia ley en Puerto Príncipe y otras ciudades: secuestran, cobran peajes, atracan, matan. La producción de alimentos en Haití es mucho menor a su capacidad de consumo.

La ONU y los países que apoyaban Haití en el pasado han desistido de hacerlo, y dudan mucho si integran algún contingente de apoyo para darle el poder fáctico al primer ministro Ariel Henry.

El gobierno dominicano dio un plazo hasta este jueves para que las autoridades de Haití o los desaprensivos que iniciaron de forma inconsulta la construcción de un canal para utilizar en la agricultura las aguas del río Masacre, abandonen el proyecto.

El gobierno dominicano tiene el respaldo de una gran parte de la sociedad en las decisiones que ha tomado. Deberá, sin embargo, actuar con cautela

A partir de este jueves se cerrarán las fronteras dominicanas con Haití, y se impedirá cualquier intercambio comercial por aire, mar y tierra entre dominicanos y haitianos.

Una parte de la población de Haití, especialmente del norte de ese país, se alimenta con productos producidos y elaborados en la República Dominicana.

Lo que vendría, si el gobierno dominicano mantiene su palabra, es la posibilidad de un desabastecimiento alimenticio mayor para la población haitiana, lo que podría presionar la migración hacia República Dominicana.

El comercio binacional es muy intenso. Una zona franca, CODEVI, de capital dominicano opera en territorio haitiano y emplea a miles de personas que viven en Juana Méndez.

Los productores del Cibao que destinan sus productos al mercado haitiano están impedidos de vender la mercancía. El gobierno dominicano ha prometido comprarles esos productos y colocarlos en los mercados de INESPRE.

Fuera de nuestro país se divulgan muchas informaciones equivocadas, distorsionadas. Cada día surgen nuevos promotores de mentiras, tratando de incendiar más el cuadro en las relaciones entre un país estable y en paz, República Dominicana, y un país inestable en franco deterioro, Haití.

Agentes policiales de Haití habrían intentado detener la construcción del canal de desagüe. O eso se cree. Nuestro país tiene emplazado un contingente militar de protección de la frontera sobre los 10 mil hombres. Haití no tiene fuerzas militares. República Dominicana sí las tiene.

Nuestro país es una potencia turística del Caribe, y dependemos de una imagen de tranquilidad, paz y disfrute de todos los escenarios paradisíacos y maravillosos de que nos ha dotado la naturaleza. También la inversión extranjera es otro punto importante. La seguridad jurídica es otro elemento.

Desatar una cacería contra los haitianos en República Dominicana, como quieren algunos no sería positivo. Tampoco lo es que actuemos como si estuviéramos en una ambiente de guerra inminente -como quieren algunos-, pues Haití no tiene fuerzas militares.

Tampoco debemos cerrar las vías marítimas y aéreas con Haití, pues no hay conflictos, salvo el intento de uso de las aguas del Masacre.

El gobierno dominicano tiene el respaldo de una gran parte de la sociedad en las decisiones que ha tomado. Deberá, sin embargo, actuar con cautela, porque el interlocutor haitiano es débil y carece de poder para impedir lo que desaprensivos han iniciado en la frontera con Dajabón.

Lo más adecuado ha de ser mostrar moderación, diplomacia, mediación y cualquier otro recurso, en lugar de mostrar el pecho en estos momentos y aplastar a un oponente que carece de condiciones para ofrecernos lo que le estamos solicitando.