Son estos tiempos nuevos, en que la gente requiere de sus líderes políticos temperamento y capacidad diferenciada, en relación con los viejos liderazgos a que se acostumbró la cultura política.
Se siente cierta liviandad en el escenario político e institucional. Gobierno y oposición están encabezados por los hijos de los antiguos viejos protagonistas de la política, sobre los que se tenían prejuicios, preconceptos, equivocados o verdaderos, y a veces el rasero de ayer se aplica -erróneamente- a los liderazgos de hoy.
Hay personas que analizan la política y la labor estatal de hoy como si desearan un Joaquín Balaguer gobernando, o como si quisieran aplicar el mismo método en el análisis sobre el Partido de la Liberación Dominicana como si quien lo dirigiera fuera en este momento el profesor Juan Bosch. También hay análisis sobre la organización política del Partido Revolucionario Moderno bajo el criterio que es José Francisco Peña Gómez que lo lidera, habiéndose cumplido 25 años de la muerte de ese líder. Quien jamás supo de la existencia del PRM.
La sociedad ha crecido y se ha desarrollado. La política ha cambiado mucho en su desempeño y en la forma de afiliación y adhesión. La izquierda se ha ido del escenario protagónico que una vez tuvo, y la derecha se empodera y actúa con desenfado con posiciones ultraconservadoras, con orgullo y sin temores.
Ya los militares no son un factor político, ni los golpes de Estado resultan una preocupación para ningún gobernante. Las embajadas políticamente influyentes carecen del poder que tuvieron antes, y las fobias y filias que creaban ronchas en el pasado no lo hacen hoy. Lo mismo ocurre con las iglesias como factores de presión política e ideológica.
Balaguer, flemático y enigmático, era un líder de gran influencia que conocía al dedillo el manejo del poder a su amplia conveniencia. Tenía pactos secretos y acuerdos para manejar las relaciones con la oposición al más alto nivel, pero cuando tenía que golpear lo hacía con dureza, y sus discursos eran incisivos, aparte de su camarilla criminal y antidemocrática, de la que se servía holgadamente.
Juan Bosch, temperamental y cáustico, evitaba las manipulaciones y explicaba sus criterios hasta la saciedad, cuando estaba convencido de que necesitaba darse a entender. Otras cosas las callaba para su intimidad, y en su partido primaba el centralismo democrático pero él era escasamente democrático. Cerraba fila con la cerrazón y se peleaba y se marchaba de las reuniones del partido cuando se le contradecía sus criterios.
José Francisco Peña Gómez, líder de masas y de un discurso atractivo, incendiario, sabía defender el factor popular y enardecía a sus simpatizantes con el amplio conocimiento que tenía de los asuntos políticos locales e internacionales. Fue el más abierto en las alianzas con la izquierda y la derecha para enfrentar a Balaguer, fue el más duro contendiente del viejo caudillo, y es el autor de la estrategia de aliarse a los liberales de Washington y a la socialdemocracia europea para llevar a Balaguer a cumplir con su propia ley y sacarlo mediante elecciones. Así se hizo y fue el gran éxito de la democracia dominicana.
Los líderes de hoy son diferentes. Carecen de los arraigos históricos de los viejos caudillos. El presidente Luis Abinader es el hijo del doctor José Rafael Abinader, perredeista y fundador de la Alianza Social Dominicana. Hombre persistente, honesto, funcionario audaz, senador de Santiago, que jamás hizo negocio con el Estado ni acumuló fortuna por negocios en que cualquiera de sus bienes aumentara por la relación con el Estado.
Y luego están Los miembros del gabinete, una parte hijos de políticos, intelectuales, profesionales, maestros de la vieja guardia. En esta administración están los hijos de Ambrosio Alvarez, Hatuey Decamps, Pedro Bonilla, Francis Caamaño, Eduardo Fernández, Rafael Suberví Bonilla y José Francisco Peña Gómez, entre otros.
Y en la oposición siguen los alumnos (transformados, obviamente) de Juan Bosch y de Joaquín Balaguer, para no mencionar a los hijos de Maximiliano Gómez, Elías Wessin y Wessin y un nieto del dictador Trujillo.
El país ha evolucionado y no se puede analizar la política con los mismos instrumentos de análisis con los que se conceptualizaba el ejercicio político de Balaguer, Bosch y Peña Gómez.