La siguiente es la penúltima parte del resumen ejecutivo, presentado por Oxfam, sobre la desigualdad en el mundo, titulado: DESIGUALDAD S.A. El poder empresarial y la fractura global: la urgencia de una acción pública transformadora.

Numerosos lectores nos han sugerido completar el resumen ejecutivo del documento, tomando en cuenta su relevancia u trascendencia. Aquí la penúltima parte:

Una nueva era del monopolio: el excesivo poder empresarial

Estamos viviendo una era marcada por un poder monopolístico que permite a las empresas controlar los mercados, establecer los términos de intercambio, y obtener beneficios sin temor a perder negocio. No se trata de un fenómeno abstracto sino de una realidad que nos afecta a todos y todas de muchas maneras: influye en nuestros salarios, y determina los alimentos y las medicinas que podemos permitirnos pagar. Esta realidad, lejos de ser una casualidad, es producto del poder que han cedido nuestros Gobiernos a los monopolios.

El aumento de la concentración en los mercados se observa en todos los sectores. A nivel mundial, a lo largo de dos décadas, entre los años 1995 y 2015, 60 empresas farmacéuticas se han fusionado en 10 gigantes mundiales, conocidas como el Big Pharma. Dos multinacionales son propietarias de más del 40 % del mercado mundial de semillas. Las grandes empresas tecnológicas, conocidas como Big Tech dominan el mercado: tres cuartas partes del gasto mundial en publicidad online se destinan a Meta, Alphabet y Amazon; y más del 90 % de las búsquedas en Internet se realizan a través de Google. La agricultura se ha consolidado en el continente africano. E India se enfrenta a una creciente concentración industrial, de la mano de las cinco empresas principales.

Los monopolios aumentan el poder de las empresas y de sus propietarios en detrimento del resto de la población. Organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) coinciden en que el poder de los monopolios va en aumento y que ello contribuye a la desigualdad. Los márgenes de beneficio promedio de las grandes empresas se han disparado en las últimas décadas; mientras que, desde 2021, su poder monopolístico en muchos sectores altamente concentrados les ha permitido coordinarse de manera implícita para subir los precios y aumentar así sus márgenes, lo que se ha manifestado en las enormes subidas de precios en los sectores de la energía, la alimentación y el farmacéutico.

Las compañías de capital privado, respaldadas a nivel mundial por 5,8 billones de dólares de efectivo proveniente de los inversores desde 2009, han utilizado el acceso financiero privilegiado para actuar como una fuerza monopolizadora en todos los sectores. Más allá del capital privado, las “tres grandes” gestoras de fondos indexados (BlackRock, State Street y Vanguard) gestionan en total unos 20 billones de dólares en activos de personas, cerca de una quinta parte de todos los activos bajo gestión, lo que ha profundizado el poder monopolístico.

Cuatro maneras en que la concentración de poder empresarial fomenta la desigualdad

El aumento de la monopolización ha reforzado el poder empresarial, cuyo objetivo principal, por encima de cualquier otro, es aumentar los rendimientos para los accionistas. Con el fin de maximizarlos, las empresas hacen uso de su poder y actúan de maneras que impulsan y profundizan aún más la desigualdad. En este informe se examinan cuatro de ellas:

1. Premiando a los ricos, no a las y los trabajadores

Las empresas impulsan la desigualdad al usar su poder para forzar a la baja los salarios y dirigir las ganancias hacia los súper ricos. En 2022, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alertó de que la caída histórica de los salarios reales podría aumentar la desigualdad y agravar el malestar social. Los análisis que hemos realizado en el marco de este informe revelan que los salarios de 791 millones de trabajadores y trabajadoras no se han revalorizado con la inflación, lo que ha resultado en una pérdida de 1,5 billones de dólares durante los últimos dos años, el equivalente a casi un mes (25 días) de sueldo perdido para cada persona empleada. Las mujeres son, mayoritariamente, quienes ocupan los empleos peor remunerados y más precarios y, en el año 2019, ganaron solo 51 centavos por cada dólar que los hombres obtuvieron en ingresos. Las personas racializadas se enfrentan a la explotación en las cadenas de suministro, mientras que las personas blancas se benefician de manera desproporcionada de los beneficios empresariales. Además, las empresas han utilizado su influencia para oponerse a las leyes y políticas laborales que podrían beneficiar a las y los trabajadores, ya sea luchando contra los aumentos del salario mínimo, apoyando reformas que minan los derechos laborales, estableciendo restricciones políticas a la sindicalización, o incluso apoyando retrocesos en la regulación sobre el trabajo infantil.

2. Evadiendo y eludiendo impuestos

Las grandes empresas y sus ricos propietarios también impulsan la desigualdad al emprender una guerra fiscal sostenida y ampliamente eficaz. Los tipos nominales del impuesto sobre la renta empresarial en los países de la OCDE se han reducido a más de la mitad desde 1980. La planificación fiscal agresiva, el abuso de los paraísos fiscales y los incentivos resultan en tipos impositivos sobre la renta empresarial mucho más bajos, con frecuencia próximos a cero.

Esto impulsa la desigualdad de varias maneras. Como el impuesto sobre la renta empresarial recae primordialmente sobre las personas más ricas, su colapso en las últimas décadas ha supuesto, de facto, otro recorte fiscal para los ricos. También ha privado a los Gobiernos de todo el mundo, pero especialmente a los del Sur global, de miles de millones de dólares en ingresos fiscales que podrían utilizarse para reducir la desigualdad y acabar con la pobreza. Cada dólar de impuestos evadido o eludido es una enfermera que nunca será contratada, o una escuela que no podrá construirse.

3. Privatizando los servicios públicos

En todo el mundo, el poder empresarial presiona incesantemente al sector público, mercantilizando y segregando el acceso a servicios vitales como la educación, el agua y la atención médica, a menudo mientras las empresas disfrutan de importantes ganancias respaldadas por los contribuyentes. Esto puede socavar la capacidad de los Gobiernos para prestar este tipo de servicios públicos, universales y de alta calidad que tienen el potencial de reducir la desigualdad. Es mucho lo que está en juego. Los servicios básicos suponen industrias de billones de dólares e inmensas oportunidades para generar ganancias y riqueza para los ricos accionistas. El Banco Mundial y otros actores de la financiación del desarrollo han priorizado la prestación de los servicios por parte de actores privados, tratando los servicios básicos como activos y utilizando dinero público para garantizar los rendimientos de las empresas en lugar de los derechos humanos. Las firmas de capital privado se están apoderando de todo, desde los sistemas de abastecimiento de agua hasta los centros de atención médica y las residencias de mayores, en medio de una letanía de preocupaciones sobre sus deficientes e incluso trágicos resultados. La privatización puede impulsar y reforzar las desigualdades en los servicios públicos esenciales, afianzando las brechas entre ricos y pobres, excluyendo y empobreciendo a quienes no pueden asumir ese gasto, mientras que aquellos que se lo pueden permitir acceden a una atención médica y una educación de calidad.  La privatización también puede impulsar las desigualdades por motivo de género, raza, y casta. Por ejemplo, Oxfam pudo constatar que, en India, las personas de casta dalit tienen que hacer frente a unos costos de atención médica privada que no pueden pagar;69 así como a la exclusión de la educación por motivos económicos, y a una discriminación manifiesta en ambos sectores.

4. . Impulsando el colapso climático

El poder empresarial está impulsando el colapso climático, causando a su vez un gran sufrimiento y exacerbando las desigualdades, también en cuanto a raza, clase y género. Muchos de los milmillonarios del mundo poseen, controlan, diseñan y se benefician económicamente de procesos que emiten gases de efecto invernadero, y por tanto, salen ganando cuando las empresas bloquean el progreso hacia una transición rápida y justa, cuando niegan y tergiversan la verdad sobre el cambio climático y cuando silencian y humillan a quienes se oponen a la extracción de combustibles fósiles.

No tiene por qué ser así: defendamos una economía que esté al servicio de todas las personas

El poder empresarial desbocado y la extrema riqueza han sido contenidos y frenados en el pasado, y pueden volver a serlo. Este informe sugiere maneras concretas, probadas y prácticas de hacer que la economía funcione para el conjunto de la población. Establecer metas y planes para reducir rápida y radicalmente la desigualdad Existe un amplio consenso sobre el hecho de que la desigualdad es demasiado alta prácticamente en todos los países y también a nivel global. En 2023, economistas de renombre mundial, entre los que se encontraban Jayati Ghosh y Thomas Piketty, se unieron a ex funcionarios de Naciones Unidas, del FMI y del Banco Mundial para exigir el establecimiento de objetivos claros para la reducción de la desigualdad. Oxfam apoya la idea propuesta por Joseph Stiglitz, de que cada país debería aspirar a reducir la desigualdad hasta lograr que el 40 % más pobre de la población posea los mismos ingresos que el 10 % más rico, lo que se conoce como un valor 1 del índice de Palma. Los Gobiernos más ricos tienen especial responsabilidad, dada su desmesurada influencia en el establecimiento de las reglas y normas globales. El papel del G20, liderado por Brasil, y los esfuerzos de los países del Sur en el marco de las Naciones Unidas, ofrecen oportunidades únicas para la acción multilateral para abordar la desigualdad tanto a nivel nacional como mundial.