El príncipe Carlos acaba de convertirse en el Rey Carlos III, de Reino Unido. Siendo el primogénito de la Reina Isabel II, debió esperar 74 años para alcanzar la corona que desde su nacimiento le estaba destinada.

En ese período el mundo ha cambiado. Nació el 14 de noviembre de 1948, en el Palacio de Buckingham, luego de finalizada la segunda guerra mundial, y desde entonces sus perspectivas se han forjado desde arriba, desde la realeza más típica y tradicional, formándose, escuchando discusiones y debates, siempre controlado por una madre absolutista, en el más amplio sentido de la palabra.

Miembro de una de las familias más auscultadas de la historia de Europa, observado en todos sus detalles, relaciones, gustos, fobias, el Rey Carlos III tiene la representación de un Estado en decadencia, con muy serios conflictos económicos, políticos, geográficos, guerras que lo implican, y encabeza ahora una de las familias más disfuncionales de la actualidad.

Basta leer el libro de su hijo Harry, titulado En la sombra, en el que se revelan las sutilezas y vilezas de la realiza inglesa, incluyendo el racismo, la banalidad, las mentiras y las concepciones excluyentes y hasta denigrantes que se anidan en una familia que poco se ocupa de resolver ningún problema de su país ni del mundo.

La historia del príncipe más longevo, ahora convertido en el Rey, es bien conocida, así como los detalles de las vidas íntimas de sus tías, abuelas, primos, y hasta de sus propios hijos y nietos.

Sin embargo, el Rey Carlos III no representa ningún cambio político o cultural, salvo que sustituye a una anciana que dirigió el Estado por más de 70 años en un largo período de proyección de la realiza y de defensa del legado del viejo imperio que recibió, y que poco a poco ha ido perdiendo relevancia e importancia, hasta en su propio entorno europeo, de cuya comunidad decidieron no formar parte por vía de un referéndum.

El jefe de corresponsales del New York Times en Londres, Mark Landler, escribió una descripción bastante realista del nuevo monarca inglés: “a sus 74 años, Carlos es una figura conocida, cuyos defectos han sido analizados en los medios de comunicación durante décadas y que sigue siendo la cabeza de una familia disfuncional”.

Con esas consideraciones, y sabiendo que la monarquía es un ente decorativo y representativo, los ingleses se debaten entre la indiferencia y la atención a un reinado que representa efluvios débiles en favor de una monarquía muy rica, que está inscrita en el presupuesto de su país, y que está convocada a reducir -tanto como sea posible- sus costos de mantenimiento.

El presidente Luis Abinader, acompañado de su esposa, la primera dama Raquel Arbaje, fueron invitados a la ceremonia de instalación del nuevo Rey de Inglaterra. Un gesto nada más, de amistad y de presencia, en un acto que la nobleza inglesa esperaba al más alto nivel, dada la ocasión. Otros jefes de Estado acudieron al momento especial de una realeza en decadencia.