Desde que fue aprobada la separación de las elecciones municipales de las legislativas y presidenciales, en el 2010, con el cambio de la Constitución de la República, no habíamos tenido un proceso electoral municipal tan tranquilo como el que se ha desarrollado para las elecciones del 18 de febrero, el próximo domingo.

Claro, hay que tomar en cuenta que las elecciones municipales se realizan como una especie de prueba para el partido que ejerce la presidencia de la República. Y como las elecciones presidenciales están al doblar la esquina, para celebrarse en mayo del mismo año, la presión en las elecciones municipales se coloca sobre las plazas electorales más relevantes en términos de votos, y sobre la presidencia de la República, en el caso de que el primer mandatario aspire a una renovación de su mandato, como fue el caso de Danilo Medina en 2016 y es el caso de Luis Abinader en el 2024.

Para las elecciones del 2020, cuando Danilo Medina estaba constitucionalmente impedido de postularse, y cuando el candidato presidencial era el ministro de Obras Públicas, Gonzalo Castillo, las elecciones municipales perdieron algo de relevancia, hubo descuido en la organización del proceso electoral y esto fue un punto determinante para la confirmación de que el Partido de la Liberación Dominicana había caído en desgracia y que sus aspiraciones de mantener el poder se habían ido a pique.

Y no fue sólo que sus aspirantes municipales no cuajaron como ellos habían previsto luego de triunfos electorales consecutivos, sino que el error del órgano responsable de organizar las elecciones municipales recayó sobre el gobierno y sobre el partido morado, y hubo que suspender las elecciones municipales a media mañana. 

Pese a la experiencia de los peledeistas en asuntos electorales, y pese al poder exhibido por el presidente Danilo Medina, al imponer un candidato presidencial diferente del ex presidente de la República Leonel Fernández, y presidente del PLD, el fracaso de la organización de las elecciones municipales se convirtió en una hecatombe para el PLD, que cargó con todas las culpas, y no sólo por el error de los organizadores, sino por el sambenito que ya traía consigo el PLD como responsable del caso Odebrecht y como protector de la impunidad de los corruptos.

Nunca un proceso electoral municipal había sido tan determinante y tan claro contra un partido en el gobierno como ocurrió con las elecciones de febrero de 2020, finalmente realizadas el 15 de marzo del mismo año, que confirmaron el contundente triunfo del Partido Revolucionario Moderno, y lo recondujeron a ser el favorito para las presidenciales y congresuales de mayo, en medio de la pandemia de Covid y del Estado de Emergencia en que se encontraba el país.

A diferencia de las elecciones municipales de 2020, las que se han organizado en 2024 parecieran una especie de recuperación de la credibilidad perdida por la Junta Central Electoral, en primer lugar, y una reivindicación del gobierno de Luis Abinader, que no pasa por una crisis de credibilidad ni de popularidad, ni de acoso popular y menos de una pandemia, como las crisis que aguijonearon al último gobierno del licenciado Danilo Medina.

Vamos a unas elecciones municipales, dentro de una semana, y todo cuanto pinta el panorama es un proceso tranquilo, con escasos movimientos traumáticos o violentos, sin grandes manifestaciones paralelas a las normales actividades de campaña de los candidatos, y con una muy alta credibilidad del organismo responsable de organizar las elecciones. Esperamos que esta última semana, antes de acudir a las urnas el domingo 18 de febrero, todo transcurra con la normalidad que se observa, y que el proceso político siga sin traumas.