La comunidad política, social y económica de Haití debe convencerse de que se ha quedado sin apoyo de la comunidad internacional.
No hay indicios de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que ha aprobado varias resoluciones sobre Haití, haga nada para impulsar un entendimiento o un arreglo político. El Consejo de Seguridad se comprometió a solicitar a los países que apoyen una salida, y autorizó que Kenia encabece una misión militar, pero no contrajo ningún compromiso de seguimiento, arbitraje o financiamiento.
El llamado Core Group, que integran Estados Unidos, Francia, Canadá y la ONU, tampoco tiene esperanza de lograr algún arreglo. Cada mes, cada semana, cada día las cosas empeoran en Haití y no hay forma de explicar al mundo por qué los haitianos no se ponen de acuerdo. Nadie lo entiende ni puede explicarse, porque en medio de su peor infierno, los haitianos no desarrollan una capacidad de diálogo y de entendimiento que muestre al mundo una cara diferente de ese país y de su gente.
La guerra en Europa, por la intervención de Rusia en Ucrania, la masacre de Gaza ejecutada por Israel, las elecciones en los Estados Unidos y la fuerte amenaza de Donald Trump como candidato republicano para alzarse con el poder, representan una poderosa presión para que el mundo se olvide de Haití, y se abona y confirma con la resistencia de los haitianos para dar señales de racionalidad y cordura y mostrar capacidad de entendimiento.
Las teorías que pueden formularse son muchas, pero la realidad es una: las bandas tomaron el poder en Haití, y ese país queda al margen de la atención de la comunidad internacional, que ya no le interesa asumir nuevos compromisos para que allí haya gobernanza, justicia, democracia. Se agotaron sus voluntades ante tanta irracionalidad.
El punto en el que estamos es el de la pérdida de la credibilidad de los haitianos para ponerse de acuerdo. Se impuso la fuerza, el crimen y el sálvese quien pueda. De aquí en adelante la hambruna, las masacres colectivas, la venganza, el odio y el nacionalismo más irracional y rampante serán los que impondrán decisiones.
La toma del Palacio Nacional de Haití por parte de las bandas criminales es un hecho, y muy posiblemente la proclamación del ex convicto Guy Philippe como nuevo jefe, con perfil político y militar. La cruda y triste realidad es que Haití es un país a la deriva.