Victoria Amelina, novelista ucraniana de 37 años, murió, luego de resultar herida, en un popular restaurante de la ciudad de Kramatorsk. Había pedido una pizza, junto a unos escritores latinoamericanos que la visitaban. Un obús disparado por los rusos cayó sobre el restaurante, asesinó a por lo menos cinco personas, y unas 60 resultaron heridas.
Novelista, amante de la poesía, había echado a un lado su compromiso con la literatura para narrar los horrores de la guerra en que se encontraba su pueblo. Victoria Amelina se convierte así en una víctima más, entre tantas miles, de una agresión rusa contra un pueblo que no buscaba la guerra.
Galardonada con varios reconocimientos internacionales, Victoria recopilaba información sobre la agresión rusa contra su país. Era una intelectual especializada en la investigación de crímenes de guerra, y resultó ella misma víctima de uno de los crímenes que investigaba.
"Es con gran dolor que les informamos que el corazón de la escritora Victoria Amelina dejó de latir el 1 de julio”, dijo el comunicado de los médicos del hospital en Dnipro.
Victoria Amelina estaba reunida para cenar con varios escritores y periodistas colombianos, como Catalina Gómez, Héctor Abad Faciolince y Sergio Jaramillo, entre otros, cuando cayó el misil.
Hector Abad Faciolince escribió un mensaje sobre el suceso, que tomamos de su página de instagram:
" Victoria Amelina, nuestra guía y amiga ucraniana, estaba documentando los crímenes de guerra rusos en Ucrania. Quisimos ir hoy con ella a la pizzería RIA en Kramatorsk porque era su restaurante preferido en esta ciudad. El sitio estaba lleno de civiles ucranianos y de otras nacionalidades, como nosotros. Victoria nos había llevado ayer a ver el sitio donde el poeta Volodymyr Vakulenko enterró sus diarios poco antes de ser arrestado, torturado y matado por los invasores rusos. Él sabía lo que le esperaba. Esta foto de Victoria está tomada de una entrevista que le hice sobre este poeta y escritor de libros infantiles. Al anochecer los rusos lanzaron un misil contra el restaurante en el que estábamos conversando con Victoria, Sergio Jaramillo, Catalina Gómez y yo. Acabábamos de pedir las pizzas y bromeábamos sobre la ley seca que solo nos permitía pedir cerveza sin alcohol. Victoria estaba probando su cerveza cero cuando los invasores de Putin lanzaron el misil. Yo caí al suelo como fulminado por un rayo. Todo empezó a moverse en cámara lenta. Cuando me levanté, Victoria estaba sentada, muy pálida, con los ojos cerrados, y perfectamente quieta. No se veía herida, pero tampoco reaccionaba. Al fin se la llevaron en una ambulancia. Tiene una herida grave en la cabeza. Está entre la vida y la muerte después de ser operada en el Hospital 3 de Krematorsk. En la pizzería sufrieron heridas de gravedad más de 25 personas, la mayoría civiles. Hay también cuatro muertos. Los que hemos sobrevivido estamos despiertos, con la esperanza de que si no nos dormimos también Victoria se despierte de esta pesadilla y del infierno que el ejército ruso ha creado en la hermosa tierra de Ucrania. ¡Aguanta Ucrania! Slava Ukraini!!
Pero Victoria murió unas horas después de este mensaje. En una página de redes sociales había escrito un mensaje en el que se preguntaba por qué los bombardeos y por qué documentar crímenes y no hablar de libros y poesía, o sobre su propio hijo:
"Soy una escritora ucraniana. Tengo retratos de grandes poetas ucranianos en mi bolso. Parece que debería estar tomando fotografías de libros, de arte y de mi pequeño hijo. Pero documento los crímenes de guerra de Rusia y escucho el sonido de los bombardeos, no poemas. ¿Por qué?”.
Esta guerra es una verdadera desgracia para la humanidad, y los que la iniciaron debían ya ponerle fin, porque se trata de una agresión injustificada y demencial, auspiciada por el país con más territorio del mundo procurando ganar más espacio físico para gestionar su propia defensa, o supuesta defensa. Y de paso, jodiendo al mundo.