La pasada semana la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) puso en circulación un estudio de casi 500 páginas en el que se formula un llamado urgente a los gobiernos para aumentar la cautela sobre los efectos no deseados que está teniendo el uso de las nuevas tecnologías en la educación.

El nuevo informe sobre la tecnología en la educación pone de relieve que se carece de gobernanza y reglamentación adecuadas. 

Y se insta a los países a que establezcan sus propias condiciones para el diseño y el uso de la tecnología en la educación, de modo que nunca sustituya a la enseñanza presencial y dirigida por docentes, y apoye el objetivo compartido de una educación de calidad para todos.

Audrey Azoulay, directora General de la UNESCO, reconoce la presencia y el impacto que tiene la comunicación digital en el mundo, pero observa que en el caso de la educación, los datos indican que hay un curso lamentable y de deterioro del conocimiento.

“La revolución digital contiene un potencial inconmensurable pero, al igual que se ha advertido sobre cómo debe regularse en la sociedad, debe prestarse una atención similar a su uso en la educación. Se debe emplear para mejorar las experiencias de aprendizaje y para el bienestar de estudiantes y docentes, no en su detrimento. Hay que anteponer las necesidades del estudiantado y apoyar a la docencia. Las conexiones en línea no sustituyen a la interacción humana”.

Que lo diga la UNESCO tiene gran relevancia. Para educadores avispados esa una verdad conocida. Lo que más impacto en la penetración de la tecnología en la educación fue la pandemia de COVID-19, iniciada en 2020, y que durante dos años consiguió paralizar los procesos presenciales, tanto en la educación inicial, media y universitaria, y abrió canales virtuales que han permanecido en muchos de los procesos educativos, en especial en las aulas de la educación superior.

La UNESCO ha puesto en atención el entusiasmo de muchos estados con la virtualidad de la educación. En muchos países se reducen las edificaciones escolares y se distribuyen tabletas y otros dispositivos móviles para fortalecer proyectos educativos. Lo que el organismo está proponiendo no es descartar la tecnología. Está pidiendo poner atención sobre estos procesos, evitar la ausencia de los maestros y que alguien dirija y supervise los procesos de enseñanza aprendizaje.

El siguiente es un resumen de los cuatro puntos que plantea el estudio:

El estudio de la UNESCO se titula “Tecnología en la educación: ¿Una herramienta en los términos de quién?”, y es un Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo de 2023. En él se proponen cuatro cuestiones sobre las que las y los encargados de la formulación de políticas y las partes interesadas en la educación deberían reflexionar a medida que se despliega la tecnología en la enseñanza:

1.     ¿Es adecuada?

El uso de la tecnología puede mejorar ciertas formas e aprendizaje en algunos contextos. El informe cita evidencia que demuestra que los beneficios del aprendizaje desaparecen si la tecnología se utiliza en exceso o en ausencia de un docente calificado. Por ejemplo, la distribución de computadoras a las y los estudiantes no mejora el aprendizaje si las y los docentes no participan en la experiencia pedagógica. Los teléfonos inteligentes en las escuelas también han demostrado ser una distracción del aprendizaje y, sin embargo, menos de una cuarta parte de los países prohíben su uso en las escuelas.

2.     ¿Es equitativa?

Durante la pandemia de COVID-19, la transición acelerada hacia el aprendizaje en línea dejó fuera al menos a 500 millones de estudiantes en todo el mundo, afectando sobre todo a los más pobres y a los que viven en zonas rurales. El informe subraya que el derecho a la educación es cada vez más sinónimo de derecho a una conectividad significativa y, sin embargo, una de cada cuatro escuelas primarias carece de electricidad. Hace un llamamiento para que todos los países establezcan puntos de referencia para la conexión de las escuelas a Internet de aquí a 2030 y para que la atención se siga centrando en los más marginados.

3.     ¿Es ampliable?

Ahora más que nunca se requiere evidencia fiable, rigurosa e imparcial sobre el valor añadido de la tecnología en el aprendizaje, pero no se dispone de ella. La mayoría de la evidencia procede de Estados Unidos, donde What Works Clearinghouse señaló que menos del 2% de las intervenciones educativas evaluadas tenían “evidencia fuerte o moderada de efectividad”. Cuando la evidencia solo se obtiene de las propias empresas de tecnología, existe el riesgo de que esté sesgada.

Muchos países ignoran los costos a largo plazo de las adquisiciones de tecnología y el mercado de EdTech se está expandiendo mientras las necesidades básicas de educación siguen sin satisfacerse. El costo de pasar al aprendizaje digital básico en los países de ingresos bajos y de conectar todas las escuelas a Internet en los países de ingresos medio-bajos añadiría un 50% a su actual déficit de financiación para la consecución de las metas nacionales del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4. Una plena transformación digital de la educación con conectividad a internet en las escuelas y los hogares costaría más de mil millones al día solo para funcionar.

4.     ¿Es sostenible?

El vertiginoso ritmo de evolución de la tecnología obliga a los sistemas de educación a adaptarse. La alfabetización digital y el pensamiento crítico son cada vez más importantes, sobre todo dado el crecimiento de la Inteligencia Artificial generativa. Datos adicionales adjuntos al informe indican que este movimiento de adaptación ya ha iniciado: el 54% de los países encuestados han definido las competencias que quieren desarrollar para el futuro. Pero sólo 11 de los 51 gobiernos encuestados tienen currículos sobre la IA.

El tema tiene que ser debatido localmente. El Ministerio de Educación debe aprovechar este llamado y debatir la factibilidad de continuar invirtiendo gran parte de su presupuesto en la adquisición de equipos de conectividad, con fines educativos, y sobre los que se carece de información del destino que tendrían o cómo serían utilizados esos dispositivos, fuera de las aulas. La advertencia de la Unesco tiene validez para el contexto dominicano.