República Dominicana está de fiesta. Los festejos tienen su motivo en la separación de Haití el 27 de febrero de 1844, en un acto militar y político encabezado por el movimiento patriótico La Trinitaria, de la que Juan Pablo Duarte, aunque no estaba presente en ese momento, era su presidente e ideólogo y fuente de inspiración de sus actividades.

La proclamación de República Dominicana, ese 27 de febrero, fue un hecho trascendente y bajo la absoluta confianza de que el país que nacía en ese momento sería “independiente de toda potencia extranjera aunque se hunda la isla”.

Las potencias extranjeras que anhelaban la anexión de República Dominicana eran España, Francia, Estados Unidos e Inglaterra.

Una Repúblicas recién nacida, en pañales, con ideas encontradas entre sus patricios, intentó sobrevivir creando las instituciones de la democracia. Es en ese momento cuando se proclama, bajo presión, la Constitución política del país, se crea el Congreso Nacional, la Cámara de Cuentas y muchas otras entidades que debían trabajar por la prosperidad y el bienestar de los ciudadanos de la nueva República, que ocupa la parte oriental de la isla Española.

Entre liberales, conservadores, dictadores, traidores, demócratas de poco tiempo de ejercicio del poder, el país ha consolidado su presencia en el mundo y ha demostrado símbolos, valores, elementos de identidad nacional que lo distinguen.

Aquí, como diría el historiador Julio Genaro Campillo Pérez, ha cantado muchas veces el grillo, y también ha cantado, aunque con menor intensidad y menos tiempo, el ruiseñor.

Y aquí seguimos, al lado de las naciones que proclaman y desean la democracia, acompañando las causas de la justicia, de la dignidad de los pueblos independientemente del tamaño y de la población que tengan.

Aquí también levantamos banderas libertarias en procura de la soberanía de los países esclavizados.

Aquí rechazamos la negación de la libertad, aquí defendemos los derechos humanos de primera, segunda, tercera, cuarta y quinta generación. Aquí nos solidarizamos con los pueblos invadidos, con los pueblos maltratados por potencias económicas y militares. Nosotros también hemos sido víctimas de invasiones militares y sabemos lo que las invasiones abusivas representan.

Aquí nos interesa y nos hemos comprometido con la transparencia, con el respeto de la propiedad del pueblo, y con el castigo a la impunidad y a la corrupción. La democracia dominicana ha evolucionado y se asegura de ser de los países con pulcritud y con decencia, que trabaja por entregar servicios de salud adecuados a sus ciudadanos, servicios educativos. Por ofrecer trabajo, alimentación, transporte, seguridad y dignidad a los que se cobijan bajo la bandera tricolor de la que nos enorgullecemos.

En estos 179 años de separación de Haití hemos aprendido muchas cosas. Hemos mejorado nuestra Constitución política, hemos adoptado la propiedad privada y las iniciativas individuales como parte de la riqueza social y colectiva, hemos proclamado la alternancia en el poder como uno de los principios de nuestro sistema. Tres poderes independientes que actúan en franca concordancia, y que se velan mutuamente, para que quien falle en sus roles aplique rápidamente las correcciones que corresponden.

Nos gusta la igualdad y sabemos que hay que trabajar con tesón para lograrla, pero defendemos un sistema de producción en que los que tienen plata y la invierten pueden obtener ganancias, respetando nuestro ordenamiento jurídico.

No somos el mejor país del mundo, pero aspiramos a serlo. Queremos la felicidad y el mejor confort para nuestros ciudadanos, y aspiramos a ofrecer lo más exquisito de nuestras riquezas y virtudes a los visitantes. Y sabemos y nos complace ser parte de un mundo globalizado que se empeña por el progreso, en libertad, y en alcanzar los mejores estándares de vida y progreso para los que formamos parte de este terruño.