El Domingo de Ramos se tiene como el inicio de la Semana Santa. Es el día, en la historia bíblica cristiana, en que Jesús entra montado en un burro a la ciudad de Jerusalén. No entra en un caballo ni encima de ningún animal digno de un rey. Lo hace en un humilde burrito reclamando su condición como hijo de Dios y Rey de los judíos.

En esta festividad se habla que Jesús entró triunfante a Jerusalén, en el sexto domingo de la Cuaresma. Los cuatro evangelios indican, sin contradicción, este pasaje de la vida de Jesús. Iba solo, nadie de su grupo le acompañaba. Entre el pueblo que lo aclamaba estaban principalmente las mujeres. Y se exponía al repudio de la jerarquía secular. El pueblo, sin embargo, lo recibió y lo acompañó.

Entre los cristianos se celebra con la bendición y distribución de ramas de palma, que representan las ramas de palma que la multitud esparció frente a Cristo mientras él entraba en Jerusalén.

El simbolismo cristiano celebra y conmemora este acontecimiento como una de las demostraciones del poder de Jesús. Hay quienes dicen que se hizo acompañar sólo de mujeres. Y que cuando entraba al burrito le ponían palmas en el camino, como si se tratara de alfombras. Y cantaron y celebraron esa entrada como un acontecimiento importante en la salvación de Jerusalén y sus habitantes.

En la historia cristiana hay muchos acontecimientos que se celebran y se engrandecen pero jamás ninguno con las características de este relato bíblico. El Jesús que entró en Jerusalén iba como pobre y con los pobres. Carecía del poder militar, de las armas. No era una persona de dar grandes discursos. Hablaba y relataba parábolas, con enseñanzas y lecturas muy distintas de las que los políticos y proclamados profetas de entonces acostumbraban.

Demos la bienvenida a la semana santa del 2023 recordando este acontecimiento de humildad y poder al mismo tiempo. Contradictorio, porque el poder se ejerce y siempre está marcado por la fuerza, la arrogancia, el abuso. Jesús dejó dicho claramente que el hijo de Dios, entraba triunfante en Jerusalén, pero lo hacía en un burrito, descalzo, sin alfombras, sólo acompañado por mujeres desconocidas y por un pueblo que esparcía ramas de palmas y cantaba al dios de la salvación y la justicia.

Celebremos la semana santa sin poderío, sin escándalos, sin el poder de los modernos, sin bebidas alcohólicas, sin velocidad atrevida. Adoptemos la velocidad del burrito de Jesús y seamos humildes y reclamemos la paz y el perdón. Y quien mintió admita que lo hizo, y quien robó que admita que delinquió, y que los jueces sean verdaderamente justos y castiguen al ladrón y perdonen a los pecadores arrepentidos.