Lo dicho por el intelectual Rafael Emilio Yunén es una gran verdad, respecto de la Academia Dominicana de la Historia, y del país: En los últimos tiempos el conservadurismo se ha entronizado en la sociedad dominicana como en ninguna otra época.

El tema no es pequeño, ni corto, ni poco significativo. Sabemos que en el mundo el conservadurismo ha crecido, muy especialmente después de la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, el 20 de enero de 2017, y de gobernantes de pensar parecido en países europeos, latinoamericanos y de otras latitudes.

Que un presidente norteamericano asumiera las posiciones conservadoras más extravagantes, y generalmente vergonzosas para los conservadores del mundo, como la antivacuna, llamar países de mierda a las pequeñas naciones de Centroamérica o aporrear a las comunidades afroamericanas de los Estados Unidos, fue despertando un sentimiento de poder en los conservadores de todo el mundo, un supremacismo, que también fue reafirmada por intelectuales que se radicalizaron y salieron a justificar las más crueles injusticias y a demonizar al humanismo y la democracia.

Ha ocurrido como si de repente saliera a flote toda la podredumbre que se había considerado superada y sepultada por los avances de la humanidad.

Los hitlerianos quedaron chiquitos ante los desmanes que se estaban proponiendo. Y ya no se trataba de negar la democracia, como ocurrió en Brasil con Jair Bolsonaro, sino de impedir que un proceso electoral legítimo como ocurrió con Joe Biden, fuera interrumpido por las bases derechistas, como se intentó el 6 de enero de 2021 en Washington, y como se intentó el 8 de enero de 2023 en Brasilia, contra la presidencia de Luis Ignacio -Lula- Da Silva.

Rafael Emilio Yunén, historiador e intelectual dominicano de gran vocación democrática, escribió una carta que nos sirve de referencia. Sabiamente dijo:

“Creo que, en la ADH, como en cualquier otra organización académica, siempre habrá diferencias de opiniones entre sus miembros y esto es saludable y necesario. Pero también creo importante señalar que, tal y como ha estado ocurriendo en otros ámbitos intelectuales en los últimos años, existe un significativo avance de una corriente conservadora dentro de la Academia que evidencia su predominio no solo en el tratamiento de las candidaturas a miembros sino también en otras áreas del quehacer cotidiano y de la misma proyección de la institución”.

Tenemos las peores estadísticas de embarazos en adolescentes, de inicio temprano de relaciones sexuales y de analfabetismo integral en sexualidad de todo el Caribe y América Latina. Pero ni siquiera es posible hacer una reflexión sobre estos problemas.

Varios temas han servido para el posicionamiento de las posiciones conservadoras, más allá de los grupos tradicionales que las han portado como banderas: El antihaitianismo, el feminismo y la lucha por la equidad de género, y la educación sexual en los centros de enseñanza, el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos, el derecho a las tres causales. Hay otros temas, pero son más sutiles y tienen menos repercusión en el debate público.

Los grupos conservadores antihaitianos han elevado a categoría suprema la cuestión haitiana, incluyendo la desnacionalización de los dominicanos de ascendencia haitiana, hecho realizado por la sentencia 163-13 del Tribunal Constitucional, y luego reafirmado con el proceso de regularización puesto en marcha por el gobierno de Danilo Medina. Ese proceso fue entorpecido desde dentro del gobierno y los que regularizarían su situación no lograron hacerlo por las trabas burocráticas y los obstáculos que se establecieron.

La otra cuestión fue la migratoria: Cuántos haitianos viven en la República Dominicana. Mientras el Consejo Nacional de Migración decía que eran 500 mil, los antihaitianos han dicho que son dos millones y nadie los saca de esa cifra. Y mientras más violentos y más duros son estos grupos, más poder parecen adquirir y más miedo generan, tanto que hasta el gobierno de Luis Abinader compró ese discurso y lo ha asumido como razón de vida.

El tercer elemento ha sido la crisis interna en Haití y el empoderamiento de las bandas criminales que, acompañadas del crimen contra el presidente Jovenel Moise, dieron pie a una versión nunca estudiada de que vendría una avalancha migratoria y que la violencia y las bandas serían transportadas a la sociedad dominicana, y luego nuestro país sería como lo es hoy Haití.

Hemos llegado a un punto en que los antihaitianos tienen cercados todos los espacios de reflexión sobre esta cuestión, y ya no hay forma de pensar racionalmente. Ni siquiera las iglesias cristianas asumen una postura cristiana y humanitaria, ni se la plantean. Todo es miedo, terror, horroroso, y los haitianos vienen a borrar la República Dominicana que hemos construido.

Sobre el feminismo, la equidad de género, la educación sexual y los derechos sexuales y reproductivos (caso de las tres causales en el código penal, por ejemplo) hemos ido retrocediendo.

La educación se ha visto cercada, acorralada, se ha tenido que rectificar una ordenanza, y en el Consejo Nacional de Educación priman las ideas más conservadoras, las de grupos religiosos que no permiten pensamiento crítico ni la idea de que se eduque en sexualidad a los estudiantes.

Tenemos las peores estadísticas de embarazos en adolescentes, de inicio temprano de relaciones sexuales y de analfabetismo integral en sexualidad de todo el Caribe y América Latina. Pero ni siquiera es posible hacer una reflexión sobre estos problemas.

Rafael Emilio Yunén tiene razón. El cerco está planteado, y lo que nos podría estar quedando es similar a una dictadura de pensamiento único, hegemónico, dirigido por la derecha más conservadora y recalcitrante. Que Dios nos agarre confesados.