Venezuela es y seguirá siendo una preocupación social, política y económica. También diplomática, por los problemas que ya está causando en cualquier país, en donde gobiernos y adversarios se enfrentan por calificar de formas distintas el polémico proceso electoral del pasado domingo.
En Venezuela hay crisis institucional, y ausencia de elementos para la mediación. Es una crisis agresiva y violenta. En unas horas son muchos los muertos y mayor la cantidad de heridos y detenidos. Mediadores no existen, porque han sido descalificados, agredidos, obstaculizados, expulsados, exiliados o desmoralizados. Así es la realidad.
Tampoco organizaciones como las Naciones Unidas pueden hacer nada en el caso de Venezuela. La Organización de Estados Americanos ni se diga. Es odiada por los gobernantes venezolanos y la Carta Democrática Interamericana ha sido pisoteada y sepultada y a nadie le importa.
Entidades como la Unión Europea también descalificada y agredida. Los presidentes de los países democráticos supuestamente son peones al servicio del imperialismo que tiene planes para destruir Venezuela. Todo el mundo es agente del intervencionismo para destruir Venezuela. Pero en unos años 8 millones de venezolanos han tenido que salir corriendo de su país para encontrar dónde vivir con cierta dignidad y donde se respete su vida y sus derechos.
Los países que han osado reclamar transparencia, presentación de las actas de votación y que las autoridades -que ya proclamaron presidente electo a Nicolás Maduro- se dignen revisar lo que contaron, son ahora enemigos y peones, y ya el gobierno decidió romper relaciones diplomáticas con República Dominicana, Panamá, Costa Rica, Ecuador y todo el que se pronuncie pidiendo lo mismo.
Es muy lamentable la barbaridad que estamos viviendo y la esquizofrenia política que estamos viendo en los usurpadores del poder en Venezuela. Lástima da ver que países abiertamente antidemocráticos, como Cuba y Nicaragua -para no mencionar Irán o Corea del Norte- son los que avalan el atropello contra un pueblo que decidió civilizadamente acudir a las urnas a las que fue convocado, y su voto no fue respetado.
Es razonable que ese pueblo vilipendiado ahora entienda que su único camino es la rebelión, y por eso ha salido a las calles, pecho abierto y desarmado, a denunciar a los abusadores. Ese pueblo que es baboseado con las palabras de Nicolás Maduro, que siempre dice representar al pueblo, está consciente de que estos sujetos le han escatimado la voluntad, la intención, el deseo de libertad y de poner fin a 25 años de abusos, de atropellos, de denigrante y vergonzoso forcejeo, y la única oportunidad que existía de sacarles pacíficamente del poder. Ahora viene la violencia. Y el pueblo pone los muertos y Maduro y su ejército detentan las armas. No siempre tiene que ser así. Es una vergüenza.